El mismo día en que comenzará el juicio por corrupción contra el senador Bob Menéndez, Belly of the Beast estrenará en YouTube Hardliner on the Hudson, el próximo 13 de mayo.
Se trata de un documental producido por la plataforma, cuyos realizadores, representados ante las cámaras por la periodista cubana Liz Oliva, intentan que el senador demócrata —entonces presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado— argumente su obsesiva cruzada contra Cuba.
Menéndez, quien no nació en la isla sino en Nueva York en 1954, escapó a los requerimientos de Oliva mediante evasivas en los pasillos del Capitolio o en la propia calle.
Para ello se valió de uno de sus adláteres: su asistente de prensa.
Reed, un explorador de acontecimientos
“Liz Oliva logró, por lo menos, hablar un poquito con Bob Menéndez, aunque al final no dio la entrevista. Lo más difícil fue eso, porque no quieren hablar. De la Administración Biden no conseguimos ninguna entrevista, desgraciadamente”, dijo a OnCuba Reed Lindsay (Nueva York, 1975).
Lindsay, periodista y cineasta independiente que ha cubierto peligrosas crisis en Egipto y Haití, entre otras, presentó en pre estreno en la sede de la Cinemateca de Cuba, en La Habana, los documentales dirigidos por él Hardliner on the Hudson y Uphill on the Hill.
Ambos materiales fueron vistos en una abarrotada sala por una variopinta humanidad llegada a la isla para los actos por el Primero de Mayo. Además de una mayoría de estadounidenses y cubanos, acudieron personas de Alemania, Canadá, Irlanda, Sudáfrica, Chile y Perú, entre otras naciones, muchos de ellos ataviados con kufiyas en solidaridad con Palestina.
Para muchos, el tema del embargo/bloqueo contra Cuba forma parte de sus agendas militantes; para otros, pudo resultar una novedad conocer cómo Estados Unidos aplica sanciones utilizando inconsistentes pretextos.
Esa agenda punitiva, que no ha podido desbancar el sistema político en la isla, pero sí condicionar en gran medida su torcido desarrollo, recorre, desde la Guerra Fría al presente, más de sesenta años. Ha perjudicado a millones de cubanos, tanto dentro como fuera de la isla.
¿Por qué enfocarse en el senador Menéndez? “Cuando nosotros empezamos hace cuatro años, Trump era presidente —explica Lindsay—, y estábamos cubriendo la intensificación de sanciones. Hicimos una serie que se llamó La guerra contra Cuba, y cuando Biden fue elegido, pensamos que tal vez ya no hacía falta hacer otra serie de la guerra contra Cuba, porque Biden era el presidente.
“Pero las cosas poco cambiaron… Siguió la guerra contra Cuba bajo Biden. Durante Trump, los políticos cubanoamericanos, los republicanos, como Marco Rubio, tuvieron influencia sobre la Administración. También Mauricio Claver-Carone tuvo muchísima influencia en la política de Trump hacia Cuba, y Biden, de repente, continúa la misma política. Entonces la pregunta es por qué.
¿Y encontraron los porqués?
Intentamos llegar a una respuesta indagando con gente con influencias, con contactos, analistas, insiders, y todo el mundo tenía una opinión diferente: algunos dicen que es el factor Florida; otros, que es esa mentalidad de Guerra Fría, del propio Biden; algunos, que era Ron Klain, chief of staff de Biden, quien había trabajado en la campaña de Gore y quien —dicen— quedó traumatizado cuando perdió en aquel conteo extra en Florida frente a Bush Jr.
También hay opiniones que alegan que simplemente lo que se quiere es que Cuba colapse, pero hay otras personas que insisten que es Bob Menéndez la persona más influyente en la Administración.
“Tengo que hablar contigo sobre Cuba”
Hardliner on the Hudson no dejó escapar una escena improvisada y capturada por decenas de cámaras, y que en su momento captó la atención de numerosos medios de comunicación.
“Bob, tengo que hablar contigo sobre Cuba”, dijo Biden sonriendo, casi irónico. “De acuerdo”, respondió Menéndez. “En serio”, recalcó Biden, antes de pasar a estrechar la mano a otros miembros del Congreso reunidos a su alrededor.
El breve intercambio sucedió en febrero de 2023, tras el discurso sobre el Estado de la Unión pronunciado por el presidente y levantó, en ese momento, una ola de especulaciones sobre lo que la Casa Blanca pudo estar cocinando para replantearse sus políticas hacia Cuba.
Poco después las expectativas se desinflaron. Apenas uno que otro cambio, pero nada de calado político o económico.
Al equipo de Belly of the Beast le parecía que Menéndez, un hábil político de meteórica carrera que llegó a ser el primer latino en representar Nueva Jersey en la Cámara Alta, era la persona con mayor pegada sobre Cuba en la Administración Biden.
Según Lindsay, en el Gobierno demócrata no hay un Claver-Carone, quien sirvió de ideólogo durante Trump como asesor en el rediseño de las políticas de castigo hacia la isla para borrar, en lo posible, los avances conseguidos en la era Obama.
“Teníamos que establecer quién era la persona que estaba dirigiendo la política hacia Cuba y, aunque no estaba del todo claro, muchas señalaban a Menéndez y por eso nos enfocamos en él”, explicó Lindsay.
¿Y por qué el equipo no fue a Miami? Es imposible narrar la historia de Cuba sin Miami y viceversa… Es una simbiosis, para bien y para mal.
Queríamos, pero nos faltó el tiempo. Creo que si hubiéramos trabajado en esto durante Trump, no habríamos ido a Nueva Jersey, sino a Miami. De hecho, teníamos muchas ideas que podíamos haber hecho en Miami, pero no fue fácil. Es cuestión de recursos, de tiempo… Nos enfocamos en lo que nos pareció más importante.
Los documentales de Lindsay fueron todo menos un paseo por la Riviera. El primer obstáculo a vencer fue obtener una visa para la periodista Liz Oliva.
“Justamente por la intensificación de las sanciones con Trump, era más complicado y, por ejemplo, el consulado en La Habana no estaba dando visas. Ese sí fue un proceso largo”, cuenta el freelancer.
La segunda dificultad fue conseguir interlocutores en Washington y Nueva Jersey. El equipo descartaba la idea de que Liz entrevistara a determinados analistas o hiciera sondeos callejeros al azar, aunque esto segundo sí sucedió en la capital federal con ciudadanos negros.
“La idea era que ella tuviera la oportunidad —y así lo quería— de entrevistar a políticos y funcionarios que en la Administración Biden están tomando las decisiones políticas. Eso no pudo ser”, lamenta Lindsay.
En cambio, Liz entrevistó a uno de los congresistas que más ha fustigado la política de Biden hacia Cuba, el diputado demócrata James McGovern.
El representante por Massachusetts ha sido una voluntad decisiva en la movilización de fondos para reparar Finca Vigía y conservar la papelería del escritor Ernest Hemingway, entre otros aportes a las relaciones bilaterales, a las que ha contribuido integrando delegaciones a Cuba más de una vez.
Igualmente, el equipo logró las confesiones de Carlos Gutiérrez, ex secretario de Comercio en la Administración Bush Jr., quien perdió muchas amistades en Miami por su aproximación a Cuba, país en el que nació en 1953.
En un excitante juego de tensiones, Liz asimismo dialogó con el ex congresista demócrata Albio Sires (Bejucal, 1951), quien al final se vio superado por la sagacidad de la entrevistadora que no se dejó provocar por la ira del político de origen cubano.
¿Qué patrocinadores respaldan a Belly of the Beast?
Recibimos donaciones a través de un patrocinador, que es el Center for Independent Documentary. Gracias a personas que aprecian nuestro trabajo y donan dinero, hemos podido hacer el trabajo.
Es fácil imaginar que los presupuestos no dan para mucho…
Trabajamos con un presupuesto mínimo para el tipo de trabajo que hacemos. Estoy muy orgulloso porque no tenemos conexión alguna con ningún Estado, ningún Gobierno, no recibimos dinero de ninguna autoridad, ni de ninguna corporación o empresa multinacional.
¿Independientes entonces?
Somos cien por ciento independientes, porque cuando decidimos trabajar un tema, lo debatimos en equipo y tomamos la decisión nosotros; no hay nadie que nos diga o nos influya para cubrir un tema u otro. Hacemos lo que nos parece importante, lo que puede tener un impacto y un valor periodístico.
Tienes una vasta experiencia en escenarios de crisis. Egipto, Haití, Venezuela, ¿cómo ubicas a Cuba?
He trabajado en países con mucha inestabilidad y conflictos violentos. En Cuba es otro tipo de guerra. Es increíble la cantidad de gente que me pregunta: “¿Pero Cuba no es peligroso?”. “¿Cómo que peligroso? Es más seguro que Estados Unidos”, respondo.
Ahora, como periodista mi tiempo de estar en conflictos y violencia, arriesgando la vida ya pasó. Pero no significa que aquí no haya una guerra. Solo que es de otro tipo, como decía. Los periodistas siempre estamos buscando cuál es la palabra precisa para describir la política de Estados Unidos hacia Cuba: ¿sanciones, embargo, bloqueo? ¿Cuál es mejor? Y nuestra opción fue hablar de La guerra contra Cuba.
Cuando escogí el nombre, algunos en Estados Unidos dijeron: “No pongas eso; van a pensar que son muy radicales”; que si era muy ideológico, que “guerra” es muy “fuerte”. Entonces busqué la definición de “guerra económica” en Google y, cuando piensas en el caso cubano, es exacta. Es una guerra económica. Lo que pasa es que normalmente los medios no lo llaman con ese nombre.
Pienso que es importante empezar a llamar las cosas por su nombre, porque, además, no es un conflicto de dos lados, es one sided: de un lado hacia otro.
¿Cuál es el futuro inmediato de estos materiales?
Los documentales serán estrenados este mes en Internet, y se podrán ver de manera gratuita. Este trabajo no es para festivales de cine; aunque tal vez participemos en alguno. Están hechos para ser distribuidos en redes sociales, en YouTube… Nuestra estrategia es que lleguen a una amplia audiencia.
El documental de Bob Menéndez será puesto en línea el 13 de mayo, para coincidir con el comienzo de su juicio; y el Uphill on the Hill, el 20 de mayo.
¿A qué nivel ambiciona situarse Belly of the Beast en la competencia mediática?
No sé. Hemos avanzado mucho en cuatro años, y queremos tener más impacto todavía. Es un desafío grande porque siento que estamos produciendo material de muy alto nivel, en términos periodísticos y visuales. De hecho, siento que la calidad de nuestro trabajo está a la altura de cualquier medio grande de Estados Unidos. El desafío es cómo llegar a una audiencia similar, con recursos muy bajos.
Lee, el armador
Lee Schlenker es un joven bostoniano de espléndido talante. Esa es de las virtudes sine qua non para un trabajo como el suyo: productor.
Accede a la entrevista con OnCuba en medio del bullicio de los invitados, la efusividad de los encuentros y saludos, y la propia banda sonora que Belly… ha dispuesto para la ocasión: un funky a todo volumen, con efectos de DJ, que hace mover los pies a más de uno y también tragarse la conversación de muchos.
Schlenker recién dejó su puesto en la plataforma para trabajar para ACERE, The Alliance for Cuba Engagement and Respect, como director de política; pero fue el productor de los documentales sobre la isla que ha realizado la productora.
“Comenzamos a filmar estos documentales a partir de abril de 2023 y terminamos las filmaciones como en junio; así que fueron seis semanas, y todo este año trabajamos en la posproducción, edición, sonido, música”, cuenta.
¿Cuál fue tu hoja de acción?
Yo viajé a Miami, tuve que establecer muchos contactos en las esferas de poder en Washington, y en la zona de Nueva York y Nueva Jersey.
¿Cuál era el propósito?
La idea era ir detrás de los intereses económicos y políticos que manejan y controlan de cierta forma la decisión de la Administración Biden de mantener la política hacia Cuba que heredó de la anterior.
Candidato a una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Escuela Walsh de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown y graduado en Estudios Latinoamericanos y Urbanos de Middlebury College, el joven investigador y periodista bilingüe dijo que el objetivo de los materiales es presentar, con un lenguaje fresco para los jóvenes, el impacto tangible de las sanciones estadounidenses contra Cuba.
“Sé que se trata de un tema histórico, geopolítico, de más de seis décadas; pero queríamos llevarlo a la actualidad”, enfatizó Shlenker.
El equipo pasó un par de semanas en Nueva Jersey, intentando cazar al escurridizo Menéndez y también entrevistando a miembros de la comunidad cubanoamericana asentada en la ciudad; después de Miami y Texas, la que más emigrados y sus descendientes cubanos posee en la Unión americana.
“Muchos de ellos no se sienten defendidos o representados por sus congresistas”, consideró el productor.
Para el segundo documental, Uphill on the Hill, el equipo permaneció un par de semanas en Washington DC.
Las escenas en el Capitolio son toda una novedad para el público cubano. Es la primera vez que una periodista radicada en la isla se maneja con soltura por sus pasillos y oficinas; incluso asiste a un despacho de prensa del Departamento de Estado y deja en ridículo a Vendant Patel, su vocero.
“Escribimos a todo el staff del senador Marco Rubio y de los tres congresistas cubanoamericanos en la Cámara Baja: Maria Elvira Salazar, Mario Diaz-Balart y Carlos Giménez. Pero no quisieron ningún contacto con nosotros. Hay escenas de Liz tocando las puertas de sus oficinas en el Congreso”, narró Lee.
“Ellos se la pasan todo el tiempo hablando mal de Cuba a la prensa, pero ¿hablar con una periodista cubana crítica de las sanciones? ¿Estás loco?”, dice la propia Liz ante la cámara en uno de los corredores congresionales después de ser blanco de ninguneos.
El ex corresponsal y ex productor de Belly of the Beast tuvo bajo su responsabilidad armonizar una maratónica gira de la periodista entre octubre y noviembre de 2023 para explicar a las audiencias los efectos de las sanciones a Cuba.
El periplo hilvanó unos 70 eventos en 15 estados y 40 ciudades estadounidenses, organizados por gremios, iglesias, centros comunitarios y también en Washington para congressional staffers.
Liz, una estrella sin camerino
“Tiene tabla esta muchacha”, comenta el corresponsal en Cuba del periódico japonés The Yomiuri Shimbun al verla en un duelo verbal con el ex congresista de línea dura Albio Sires.
Sin duda, Liz Oliva se roba el show. Es ágil, simpática, convincente, con fluidez bilingüe, y todo el tiempo mantiene el control de la situación.
En su lado B, se muestra vulnerable y abrumada por las circunstancias y las frustraciones, y aparece en cámara, sin retoques de maquillaje, con la huella del sudor en sus mejillas. En dos palabras, es una reportera en pleno zafarrancho y parte de su autenticidad se debe al olvido de los camerinos.
Salida de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Liz, de 29 años, escapa al acartonado estilo de los medios oficiales.
¿Cómo te manejaste emocionalmente en un escenario de estrés como Estados Unidos?
Fue difícil, sobre todo porque nadie está preparado para eso. Aquí en Cuba el periodismo es muy complaciente, no tienes que enfrentarte a nadie, ni hacer preguntas difíciles.
¿Tu mayor piedra en el camino?
El idioma. Lo que más estrés agregaba al asunto era que el inglés. Tenía que estar en situaciones confrontacionales hablando una lengua que no era la mía, sino territorio de ellos. También porque es muy fácil desestimarte por cualquier tecnicismo si no dominas la lengua.
¿Qué procurabas?
Ser precisa, usar las palabras correctas para que no pudieran desestimar lo que estaba preguntando o diciendo, pero es difícil. Creo que al final de todo lo que te queda es la satisfacción de haber hecho todo lo que pudiste.
¿Cómo se modificaron las expectativas que tenías en Cuba, una vez sobre el terreno en Estados Unidos? ¿Hubo que cambiar mucho los planes?
En realidad, tenía expectativas bajas. Creo que al final me frustré un poquito más por aquellos que no dieron la cara, porque no accedieran a dar entrevistas, y me preguntaba cómo es posible, ¿acaso no estoy en el país de la libertad de expresión, qué está pasando?
Sin embargo, la gente en la calle, en Washington, D.C., demostró tener un nivel de conocimiento de la política de Estados Unidos hacia Cuba; sobre todo por su experiencia como gente negra en Estados Unidos, entienden mucho mejor lo que el Gobierno de su país es capaz de hacer.
¿Era tu primera vez en Estados Unidos?
Así es, y eso era abrumador en todos los sentidos. Además, hacer tanto en tan poco tiempo, con una visa limitada.
¿Y qué sacaste en limpio de las sanciones?
Que son un monstruo omnipresente que no tiene cara, que no tiene nombre, que afecta a cada uno de nosotros, pero de manera diferente.
¿Por qué?
Porque depende del grupo étnico al cual pertenezcas; el estatus social; dónde vives; si eres del campo, o de la ciudad; si eres de La Habana, de Miramar o de San Miguel del Padrón; si tienes familia en Estados Unidos; si tienes reunificación familiar; remesas. Hay muchos factores que inciden, pero definitivamente las sanciones determinan la vida de los cubanos en la isla y, como dije en el documental, no tenemos ninguna agencia sobre eso.
¿Tú próximo paso profesional, cuál será?
Descansar. (Risas) Realmente fue una experiencia agotadora. Eso queda claro para el espectador de estos documentales…
Creo que debemos tomar una pausa después de estos dos trabajos que requirieron mucho tiempo, energía y esfuerzo de todo el equipo detrás de las filmaciones. A veces eran 18 horas de rodaje, en un día moviéndonos todo el tiempo, en contextos que eran totalmente ajenos para mí.
Hace falta que se difundan pronto esos documentales.