Quizá las nuevas generaciones no lo tengan claro, pero Mijaín López perdió una vez en Juegos Olímpicos. Es un recuerdo tan distante como trascendente en la carrera del cubano, quien 20 años después de aquella derrota en Atenas 2004 se consagró como el primer y único atleta con cinco coronas estivales en una misma modalidad individual, eslabonando una espectacular cadena de 21 victorias consecutivas en el concierto bajo los cinco aros.
Para poner las cosas en perspectiva, Aleksandr Karelin, considerado por muchos el mejor y más temido luchador de todos los tiempos, “sólo” ganó tres títulos olímpicos en línea (1988, 1992 y 1996) y logró una racha de 18 triunfos seguidos, hasta que el estadounidense Rulon Gardner lo destronó en Sydney 2000.
Mijaín comenzó su racha precisamente en Atenas, poco después de perder contra Khasan Baroev en cuartos de final. Aquel fue un combate duro para el cubano, quien solo 20 segundos después de arrancar se vio debajo en la pizarra por un pase atrás del ruso, que amplió la diferencia con dos desbalances que estuvieron cerca de no completarse. En el segundo parcial todo resultó peor, pues Baroev se puso en ventaja, defendiendo su posición en el suelo, y luego desarmó al pinareño con ataques letales.
La pizarra final (11-0) de aquel duelo fue todo menos alentadora. La imagen de Mijaín rendido boca abajo en el colchón, con las manos en la cabeza y casi llorando no podía augurar una carrera como la que después tuvo el vueltabajero. Sin embargo, justo tras la derrota hubo un hombre que sí visualizó el reinado del Gigante de Herradura.
“Mijaín López luchó como guerrero, es verdad. Perdió, pero aprendió lo que necesitábamos ahora y te digo, va a ser el mejor del mundo, no va a perder con más nadie”, le contó el entrenador Pedro Val al fotorreportero Ricardo López Hevia, quien develó esa historia 13 años después de Atenas 2004.
Premonitorias resultaron las palabras de Val, gurú de la lucha greco, reconocido como el mejor entrenador del mundo pocos años antes de fallecer. Justo con él como guía, Mijaín se convirtió en un rival imbatible en Juegos Olímpicos, donde escribió 21 capítulos consecutivos sin derrotas hasta su memorable retiro en París.
Atenas 2004: el primer eslabón de la cadena
Yannick Szczepaniak (Francia/No presentación)
Después de que Khasan Baroev arrasara con Mijaín en los cuartos de final de Atenas 2004, el cubano tenía la oportunidad de ganar la quinta posición en sus primeros Juegos Olímpicos, pero antes tenía que vencer a Yannick Szczepaniak, oponente que ya conocía, pues se enfrentaron en el Mundial juvenil de 2000 en Nantes, con victoria ajustada para el francés.
Esa pelea habría sido compleja para Mijaín, quien estaba emocionalmente destruido por la derrota frente a Baroev. “Lloré mucho”, confesó el pinareño en una reciente entrevista a la televisión nacional, rememorando aquel trago amargo en Atenas. Sin embargo, Szczepaniak no se presentó y eso le dio el triunfo y la quinta posición al antillano, quien a partir de ahí comenzó la racha más impresionante jamás escrita en la historia de la lucha grecorromana en Juegos Olímpicos.
Beijing 2008: la venganza contra Baroev
Siarhei Artsiukhin (Bielorrusia/5-1)
Con su poder característico y su inagotable arsenal ofensivo, Mijaín marcó 3 puntos y se llevó el primer parcial del combate sin grandes dificultades. En el segundo período de 3 minutos las acciones estuvieron niveladas, pero a la postre el cubano logró una ajustada victoria 2-1 basada más en la defensa.
Mijaín fue a la posición de cuatro puntos con el marcador empatado y quedando poco más de 20 segundos, y desde allí se defendió a las mil maravillas, sembrado en el colchón, sin que Artsiukhin pudiera levantarlo ni un centímetro. Con esa demostración lanzó un mensaje a sus rivales: estaba listo para su primera conquista olímpica.
Yury Patrikeyev (Armenia/pegada)
Uno de los pocos mortales que logró vencer a Mijaín en su carrera quería repetir la dosis en Beijing y comenzó con buen pie, pues Patrikeyev se llevó el primer asalto, pero luego el cubano le “aplicó las libras” y lo derrotó con una pegada fulminante.
Cuando se habían cumplido 40 segundos del segundo parcial, López aprovechó un agarre firme al torso de Patrikeyev, lo proyectó a la velocidad de la luz y le pegó la espalda al tapiz. ¡Victoria incontestable!
Tras la acción decisiva, Mijaín y sus entrenadores festejaron con palabras que no se pueden repetir. El Gigante de Herradura, consciente del cartel del rival, dejó una mirada desafiante que confirmaba su sed de triunfo en la capital china.
Jalmar Sjöberg (Suecia/9-0)
En semifinales, ya Mijaín era una bestia indomable y el sueco Sjöberg lo padeció en carne propia. A golpe de desbalances, el cubano marcó 9 puntos entre los dos períodos de un combate que le aseguró su primera medalla olímpica y lo puso a un paso de escalar a la cima.
Khasan Baroev (Rusia/6-1)
El rival más duro en la carrera de Mijaín, al menos por el historial de resultados, aparecía del otro lado del colchón para dirimir la revancha olímpica. Cuatro años antes, Baroev lo había superado en los Juegos de Atenas 2004, y Mijaín quería cobrar la cuenta. Ya no era el muchacho inexperto que compitió en la capital griega. Sabía que podía tomar venganza de aquella derrota.
Dicho y hecho. El Gigante de Herradura había estudiado a la perfección al ruso y no dio margen a las dudas. Atacó temprano y logró una incontestable victoria de 5-0 en el primer período, donde mostró todo su poder con los desbalances, marca de la casa. Con ventaja de 2-0 casi enterró la frente en el medio de la espalda de Baroev, jaló fuerte y le dio una vuelta para ampliar el saldo ante el éxtasis del entrenador Pedro Val.
En el segundo round tocó aplicar un guion diferente. Mijaín, sin dar un paso atrás ni renunciar a su estilo agresivo, tuvo que resistir los constantes embates del ruso, obligado a forzar para no dejar caer su corona de Atenas. Pero ninguno de sus intentos le movió el piso al pinareño, que parecía sembrado en el colchón del gimnasio instalado en la Universidad de la Agricultura de Beijing, sede de las competencias de lucha en aquella cita.
Mucho se ha hablado de la fuerza de Mijaín y de su impresionante capacidad para aplicar desbalances efectivos contra rivales muy pesados, pero realmente una de las habilidades más determinantes que le permitieron escalar a un nivel superior fue su gran defensa en el suelo. Muy pocos oponentes lograron moverlo en esa posición.
Londres 2012: el inicio de la racha inmaculada
Abdelrahman El-Trabely (Egipto/4-0)
La seguidilla de peleas olímpicas de Mijaín López sin que le marcaran puntos comenzó contra El-Trabely1, un joven luchador prácticamente sin recorrido internacional antes de la cita estival de 2012. La victoria del cubano fue cómoda, con parciales de 1-0 y 3-0.
En el segundo período, el vigente campeón de la división súper pesada demostró su fortaleza al levantar en peso al egipcio y voltearlo por completo en una acción de gran proyección. Este triunfo marcó el punto de partida para la segunda corona de Mijaín en lides olímpicas.
Guram Pherselidze (Georgia/4-0)
Mijaín tenía muy claro que en Londres lo esperaba por su misma llave el turco Rıza Kayaalp, por lo que el duelo entre los grandes favoritos al cetro se daría en semis. Con una final adelantada prácticamente en sus narices, decidió controlar el desafío con Pherselidze sin exigirse mucho y logró una victoria tranquila con pizarra de 4-0. El georgiano llegó casi rendido al cierre del choque y no puso en aprietos al cubano.
Rıza Kayaalp (Turquía/3-0)
En el majestuoso ExCeL London, el oro de los 120 kilogramos de la lucha grecorromana en los Juegos Olímpicos de 2012 se definió antes de la final. Quizá suene presuntuoso, pero Mijaín y Kayaalp eran por mucho los dos mejores gladiadores de la categoría; el hecho de que se enfrentaran en semifinales adelantaba la discusión de la corona.
El pleito entre los dos colosos no decepcionó. Mijaín estuvo imperial en la parcela defensiva y, cuando tuvo la oportunidad de atacar, no la desperdició. En el primer período llevó al turco a la posición de cuatro puntos y haló todo lo fuerte que pudo para lograr un desbalance crucial. La frustración de Kayaalp fue tan evidente que golpeó el colchón con el puño izquierdo, a sabiendas de que remontar cualquier diferencia ante el cubano era casi una misión imposible.
En efecto, en el segundo parcial el turco no pudo mover a Mijaín del suelo. Lo intentó de todas las maneras y posiciones, pero no logró levantar del piso al pinareño, que tomó desquite de su derrota en la final mundial de 2011.
La celebración de Mijaín fue por todo lo alto; sin menospreciar a ningún rival, sabía que casi tenía en el bolsillo su segunda corona olímpica.
Heiki Nabi (Estonia/3-0)
Exactamente con la misma fórmula que le dio el triunfo sobre Kayaalp, el Gigante de Herradura desbancó al estonio Nabi, uno de los mejores gladiadores de la división en este siglo.
En el primer parcial, Mijaín se las ingenió para conseguir un desbalance de dos unidades cuando se agotaba el tiempo y Nabi se retorcía en el suelo con una inusual velocidad y movilidad para un luchador de 120 kilogramos. Tras esa acción, el segundo período transcurrió con relativa tranquilidad para el antillano, que de nuevo se defendió muy bien cuando estuvo en el suelo.
Río de Janeiro 2016: la pesadilla olímpica de Kayaalp
Heiki Nabi (Estonia/3-0)
Así como terminaron los Juegos de Londres para Mijaín, comenzaron los de Río de Janeiro 2016. Nabi, su retador en la final británica, aparecía como el primer escollo en el camino rumbo a la tercera corona olímpica consecutiva del pinareño. En términos de resultados, el choque inicial se saldó con un desbalance decisivo del cubano e idéntico marcador al de cuatro años atrás.
Johan Eurén (Suecia/4-0)
A Mijaín no pudo tocarle un inicio más “envenenado” en la urbe brasileña: en sus dos primeros combates enfrentó al subcampeón y a uno de los medallistas de bronce de los Juegos de Londres 2012. Eurén, de 31 años, era un viejo conocido del cubano, con quien había chocado en el Mundial de 2011 en Estambul. Desde entonces nunca más se vieron las caras en una pelea hasta los cuartos de final de los Juegos de Río.
Mijaín sabía que debía pasar por encima del sueco para seguir su camino a la tercera corona olímpica en línea, algo que solo había logrado Aleksandr Karelin en la división súper pesada del estilo clásico.
Su victoria no fue aplastante, pero sí contundente, siguiendo un plan específico de poco desgaste para llegar en la mejor condición posible a un hipotético duelo con el turco Kayaalp.
Sergey Semenov (Rusia/3-0)
A pocos días de cumplir 21 años, Semenov aparecía como una de las amenazas alternativas al reinado mundial que por años habían logrado Mijaín López y el turco Rıza Kayaalp. Doble campeón del orbe en la categoría juvenil, muchos en Rusia lo consideraban el sucesor natural de Khasan Baroev. Río de Janeiro era su primer gran examen bajo los cinco aros.
Allí demostró que no eran infundados los rumores sobre su potencial: pasó por encima de sus primeros tres rivales con mucha autoridad e intensidad. Sin embargo, en semifinales le tocó cruzarse con Mijaín, que se había presentado en excelente forma, y poco pudo hacer en los 6 minutos de combate. De hecho, Semenov se vio impotente, sin recursos y sin fuerzas para mover al macizo pinareño, quien definió las acciones con un pase atrás y un desbalance relampagueante.
Una de las muestras más evidentes de la resignación del ruso se vio cuando quedaban 5 segundos para el final del combate y ambos estaban forcejeando en el centro del colchón. En ese instante, Mijaín sintió que el ruso no podía más y le mostró la mano izquierda. Semenov, lejos de forzar para conseguir alguna acción desesperada que lo mantuviera con vida, decidió saludar al cubano y aceptar su derrota.
Rıza Kayaalp (Turquía/6-0)
Derrotar a Mijaín López era casi imposible, pero Kayaalp lo había logrado en dos ocasiones, durante los Mundiales de 2011 y 2015. En esta última cita del orbe, el turco celebró eufórico el triunfo en la discusión de la corona, frente a la mirada decepcionada del antillano, quien dejó el recuerdo grabado en su mente.
Justo como una motivación adicional funcionó ese pasaje en Río 2016, pues Mijaín entró a la final olímpica con la sed de venganza de un gladiador enjaulado. En solo 15 segundos definió las acciones con una espectacular proyección de cuatro puntos que congeló el alma de Kayaalp. El turco estaba viviendo su peor pesadilla; se derrumbaban sus ilusiones de ser campeón en la lid estival.
Tras esa acción descomunal, Mijaín no abusó, se dedicó a controlar el duelo con calma y esperar que el reloj consumiera los minutos. Kayaalp, desesperado, intentó forzar y empujar, pero se encontró con un muro infranqueable. Al final, con el tiempo cumplido, el cubano bailó sobre el colchón de la Arena Carioca, testigo de su tercera coronación olímpica y de su ascenso definitivo al nivel leyenda de la lucha grecorromana.
Tokio 2020: récord de imbatibilidad
Alin Alexuc-Ciurariu (Rumanía/9-0)
La pandemia de coronavirus puso en pausa al mundo y casi acaba con el sueño del cuarto oro olímpico consecutivo de Mijaín López. El retraso de un año fue un reto mayúsculo para el cubano, sobre quien existían dudas respecto a su capacidad para triunfar en el concierto bajo los cinco aros solo unos días antes de cumplir 39 abriles.
Pero Mijaín despejó rápido las incógnitas y destruyó los pensamientos negativos con una inapelable victoria por superioridad sobre el Ciurariu, un curtido luchador de 31 años y decenas de preseas en Grand Prix, Campeonatos Europeos y otros eventos de calibre mundial. Nada pudo hacer el rumano ante el empuje del antillano, quien mostró una excelente condición física y una mentalidad arrolladora.
Amin Mirzazadeh (Irán/8-0)
Segunda presentación y segundo triunfo por superioridad de Mijaín, quien mandaba un mensaje contundente a sus adversarios. Ni la pandemia ni la inactividad competitiva lo habían hecho más débil, así que tendrían que esforzarse al máximo para sacarlo del camino e impedir su cuarta coronación consecutiva.
Mirzazadeh, campeón de Asia y titular mundial juvenil, era una de las apuestas para hacer frente al cubano en Tokio, pero el reto fue demasiado grande para el gladiador iraní de 23 años, quien no pudo aprovechar los bríos de su juventud ante el más veterano y mortal de los luchadores de la división.
Rıza Kayaalp (Turquía/2-0)
“Mientras yo esté, él no va a ganar”. Mijaín López no pretendía ser profeta cuando hablaba así del turco Rıza Kayaalp, más bien estaba dejando claro quién era el rey de los 130 kilogramos de la lucha grecorromana en el concierto olímpico. Pese a que sus palabras desafiantes podían ser una motivación para el otomano en su tercera batalla contra el pinareño en citas estivales, la verdad es que Kayaalp estuvo más lejos que nunca de vencer al Gigante de Herradura.
Sin ritmo ni empuje, sin energías ni fuerza, Kayaalp se mostró impotente frente a Mijaín, quien incluso llegó a reconocer tras la pelea que vio a su eterno rival “agotado” e “incapaz” de aguantar su tren. Y así fue. López consiguió par de unidades por pasividad que pudieron ser cuatro por un desbalance efectivo que los jueces anularon. No obstante, la ventaja fue suficiente para dejar en el camino al turco por tercera ocasión consecutiva.
Iakobi Kajaia (Georgia/5-0)
“Pasividad, al suelo y que el show comience”. Esas fueron las palabras de los comentaristas del canal olímpico durante la pelea final de Tokio 2020 entre Mijaín y el georgiano Kajaia cuando este cedió el primer punto y fue a la lona a intentar defenderse sin éxito de los ataques del cubano. Una vez en el piso, el europeo quedó a merced de los desbalances letales de López, quien le dio una vuelta y sacó rápida ventaja de 3-0.
Siguiendo el mismo guion de sus anteriores peleas en los Juegos de Tokio, después de marcar con sus armas más recurrentes, Mijaín se dedicó a controlar el duelo desde arriba. Empujó fuerte a Kajaia, quien no encontró las vías para hacer daño al cubano. Otro punto por pasividad y un quinto por sacarlo de los límites de competencia le dieron una ventaja lapidaria de 5-0.
El dominio de Mijaín fue tan abrumador que a falta de 12 segundos Kajaia retrocedió, se rindió y dio una palmada, como reconociendo la superioridad de su oponente, quien escaló por cuarta ocasión a la cima del olimpo.
Por tercera edición consecutiva, Mijaín tuvo un desempeño inmaculado, sin permitir puntos ante ninguno de sus rivales, por lo que extendió a 12 su cadena de peleas sin que le anotaran en Juegos Olímpicos. En ese lapso él marcó 54 unidades.
https://www.youtube.com/watch?v=_fu55Qbf-WA
París 2024: de leyenda a mito
Lee Seung-chan (Corea del Sur/7-0)
Exactamente 1099 días estuvo Mijaín López sin aparecer en ninguna arena internacional. Para quienes gustan de los números, fueron 3 años y 3 días, o 36 meses, o 26 376 horas, o más de un millón de minutos sin competir al más alto nivel. Eso, para cualquier otro luchador, sería como colocarse al borde del precipicio, pero el Gigante de Herradura también se atrevió a desafiar el tiempo.
Con 41 años, Mijaín se subió a los colchones del Champs de Mars Arena, en París, en pos de cumplir un objetivo: pasar de la leyenda al mito y conquistar su quinta corona olímpica en la misma prueba individual, algo jamás visto en la historia estival.
Sus primeros pasos en la Ciudad de la Luz fueron firmes. El sudcoreano Lee Seung-chan no tuvo tiempo ni siquiera para atacar al cubano, quien rápidamente consiguió una renta insalvable y despejó las dudas de los más escépticos. Su fuerza y su capacidad para trabajar en el colchón y lograr tackles y desbalances se mantenían intactas, por lo que el sueño de la quinta medalla de oro bien podría convertirse en realidad.
Amin Mirzazadeh (Irán/3-1)
En Tokio 2020, Mirzazadeh era una joven promesa, pero todavía estaba verde para enfrentar a un monstruo como Mijaín, quien al final terminó derrotándolo por superioridad. Pero el panorama antes de su duelo en París se pintaba diferente, pues el iraní ya había asaltado el trono mundial en Belgrado 2023 y se había consolidado como la gran estrella de la categoría súper pesada de la lucha greco.
Con todas esas cartas sobre la mesa, todos interpretaron que el enfrentamiento entre el cubano y el persa en cuartos de final de los Juegos de París era lo más parecido a una discusión del cetro por adelantado. Y no se equivocaron…
Mijaín y Mirzazadeh dieron una pelea de altos quilates, en la que el pinareño volvió a tirar de experticia y riqueza táctica para forzar la pasividad del iraní, conseguir un desbalance y proteger la ventaja de tres puntos con su defensa. El plan le salió a la perfección y su camino se aclaró todavía más cuando su rival tuvo la oportunidad de colocarlo en el suelo y decidió seguir peleando de pie.
Esa carta de Mirzazadeh fue su ruina, porque Mijaín es una mole casi imposible de mover. Así lo pudo comprobar el iraní, quien terminó agotado y frustrado por no poder hacer valer su gran juego de piernas y su velocidad inusual para un luchador de la división superior. De cualquier manera, a pesar de la derrota le quedó el consuelo de romper la racha de 13 peleas consecutivas sin permitir puntos que Mijaín eslabonó desde Londres 2012.
Sabah Shariati (Azerbaiyán/4-1)
Un viejo lobo de los colchones como Shariati aparecía en el camino de Mijaín en instancias semifinales. Superado el escollo de Mirzazadeh, era impensable que el cubano tuviera vía libre para escalar a lo más alto del podio, pues el nivel de los concursantes que quedaban con vida podría hacer tambalear a cualquiera.
Entre ellos, el azerí nunca se había enfrentado a Mijaín en un gran torneo, pero en su palmarés resaltaban el bronce olímpico de Río 2016, el oro en la Copa del Mundo de 2015 y varias medallas en torneos europeos y globales. Su experiencia y su balance positivo en eventos de nivel lo convertía una piedra en el zapato.
Sin embargo, el Gigante de Herradura aplicó un plan similar al utilizado con Mirzazadeh. Postura erguida y constante posición ofensiva le dieron la posibilidad de llevar a Shariati al suelo y ahí trabajar para conseguir un desbalance que ampliara su ventaja. El azerí después tuvo su oportunidad con Mijaín en el piso y estuvo a punto de proyectarlo, pero el cubano se defendió con un movimiento relámpago. Desde Khasan Baroev en Atenas 2004, nadie estuvo tan cerca de marcarle a Mijaín con una acción como esa.
Yasmani Acosta (Chile/6-0)
La final soñada por los cubanos se dio. De rojo, Mijaín López; de azul, Yasmani Acosta. Dos hijos de la isla, formados en los calurosos gimnasios del Cerro Pelado, se medían por la corona olímpica en París. Por una parte, Mijaín anhelaba su quinta corona bajo los cinco aros, y por otra Acosta pretendía convertirse en el primer campeón en la historia olímpica de la lucha chilena, país que le abrió las puertas cuando decidió emigrar en 2015.
Pero sobre el tapiz pesó más la maestría de López, quien no dio tregua y consiguió seis puntos por pasividad, desbalance y un pase atrás. El triunfo fue incontestable y lo que vino después, insuperable. Mijaín caminó al centro del colchón y allí dejó sus zapatillas como símbolo de despedida. Tras ese gesto, tras sus 21 victorias seguidas en Juegos Olímpicos, tras sus cinco coronas estivales, el Gigante de Herradura se consagró definitivamente como un mito del deporte.
- Un año después de la cita en Londres, el 16 de agosto de 2013, Abdelrahman El-Trabely murió baleado por las fuerzas de seguridad de Egipto durante una protesta en apoyo al derrocado presidente Mohamad Morsi. Tenía 23 años.