El viernes 18 de octubre, según lo previsto, se fue la luz a las 6 de la mañana. En Holguín, donde vivo, como en la mayoría de las capitales de provincia, los apagones de seis horas se han vuelto algo cotidiano.
Sobre el mediodía escuché la noticia de la caída del Sistema Electroenergético Nacional (SEN). Las primeras 24 horas fueron de esperanzas y expectativas. Sin embargo, en la tarde noche del sábado se hizo evidente que la solución podría demorar más de lo que hasta entonces habíamos pensado.
Para colmo, comenzaba a tener noticias de la inminente entrada de un huracán por el oriente del país. Ciertamente Óscar era pequeño en comparación con otros, como Ike, pero implicaba un agravamiento del panorama, ya de por sí bastante complejo.
A la falta de fluido eléctrico se sumó la de agua corriente. El bombeo se detuvo, lógicamente. Además, el agua potable comenzó a escasear, y larguísimas colas se formaron en el pozo que abastece a varias comunidades en Holguín. Con preocupación vi que varios vecinos comenzaron a abastecerse de un pozo situado en las inmediaciones del edificio; supuestamente se trataba de agua potable, pero no habría cómo confirmarlo.
Muchos de mis vecinos y amigos tampoco contaban con gas licuado; desde semanas antes al gran apagón su entrega ya era inestable. En casa, por suerte, la situación era un poco más favorable.
Óscar entró a tierras cubanas en la tarde del domingo. Era la tercera noche, lluviosa y con apagón. Habíamos tomado las medidas para preservar nuestros bienes sabiendo que era difícil, pero no imposible, que la tempestad llegara con fuerza a la ciudad.
El día había sido agitado. Luego de 60 horas sin electricidad se hizo evidente que los alimentos que teníamos congelados estaban en riesgo de echarse a perder y decidimos cocinarlos.
Por la mañana había comprado frutas, viandas y condimentos para hacer frente a la contingencia y acopiado agua potable para, al menos, una semana.
Un amigo que vive en un circuito priorizado nos permitió almacenar algo de comida en su casa mientras otro nos ayudó a cargar las lámparas y los celulares para mantenernos informados.
Sistema Electroenergético de Cuba: los derroteros de una crisis
Un elemento fundamental durante todos esos días que vivimos fue la tensión emocional a la que mi familia y la de todos los cubanos debió enfrentarse. Mantener la calma y asumir con el mejor talante posible el cansancio y el estrés de estos duros momentos fue la consigna, aunque no por urgente fue una tarea fácil.
En la tarde noche del lunes Óscar abandonaba Cuba. Dejaba a su paso una carga de muerte y destrucción en Guantánamo e intensas lluvias al este de la ciudad de Holguín. Adicionalmente, a las 9: 17 de la noche se hizo la luz, luego de 87 horas consecutivas de apagón.
Mientras escribo estas líneas en otras provincias, fundamentalmente de la región oriental del país, la situación sigue siendo compleja. Algunas comunidades suman más de 100 horas sin fluido eléctrico.
Esta pequeña crónica de la crisis provocada por la desconexión del Sistema Electroenergético Nacional (SEN) y el paso del huracán Óscar es el preludio para el tema que nos ocupa hoy: los desastres y su impacto sobre la salud. ¿Qué se considera un desastre? ¿Cuáles son sus factores de riesgo y amenazas para la salud individual y colectiva? ¿Qué podemos hacer para minimizar estos efectos?
¿Qué es un desastre?
De acuerdo con un artículo especializado: “Son perturbaciones graves del funcionamiento de una comunidad que exceden su capacidad para hacerle frente con sus propios recursos”.
Sin duda alguna, un huracán es un desastre. A su vez, el colapso de los sistemas energéticos no suele verse como un evento aislado de otros contextos, sino como una consecuencia de situaciones catastróficas, sean estas naturales o provocadas por el ser humano.
La clasificación del desastre y sus características epidemiológicas dependen de la situación socioeconómica de la comunidad afectada. En los países de renta alta, estos fenómenos se distinguen, no solo por un condicionamiento geográfico, a los que afectan a países en vías de desarrollo, como Cuba. Es interesante señalar que los costos en estos últimos por concepto de catástrofes suelen tener un impacto 20 veces superior dentro del PIB, de acuerdo a un trabajo de la Sociedad Española de Medicina.
Nuestro país forma parte de este grupo, y por ello resulta marcadamente vulnerable a los efectos incrementados de cualquier tipo de desastre. La severa crisis económica que nos afecta; el deterioro de los sistemas públicos, como el de salud, afectado por carencias de insumos y de recursos humanos; la crisis migratoria; la crisis energética, que va más allá de las afectaciones al Sistema Electroenergético, contribuyen para el agravamiento de esta vulnerabilidad.
Todo lo anterior tiene un impacto incuestionable sobre la salud. Sus efectos pueden percibirse de inmediato, y a mediano o largo plazo. Estos van a depender de la naturaleza del desastre. Por ejemplo, luego de la explosión de la Base de Supertanqueros de Matanzas, más de un centenar de personas tuvieron que ser ingresadas como consecuencia de las quemaduras sufridas. En el caso de los huracanes, como Óscar, las causas de muerte más frecuentes son lógicamente los ahogamientos, derrumbes y deslaves.
De acuerdo con un artículo aparecido en el sitio de la Universidad de Nuevo León, en México, los efectos mediatos se dividen en varios grupos. Problemas de salud mental, trastornos nutricionales, enfermedades digestivas, respiratorias y otras provocadas por vectores. Repasemos con detenimiento cada uno de estos grupos.
Desastres y salud mental
De acuerdo con una publicación de la OMS, el impacto psíquico de las situaciones de desastres suele ser elevado. De hecho, una de cada cinco personas que ha vivido en zonas de guerra suele padecer trastornos psíquicos importantes.
En los días del “gran apagón” era común ver expresiones de ansiedad, tristeza e ira entre las personas. La pérdida de recursos valiosos, como los alimentos, contribuía al desconsuelo por la falta de electricidad.
Cómo preparar los alimentos, cómo acceder a combustibles alternativos, fueron preocupaciones importantes en muchos hogares, que se sumaron a la espera por una respuesta de las autoridades al fenómeno.
Un elemento que llamó mi atención en mis alrededores fue la tendencia al consumo de bebidas alcohólicas. Las situaciones de emergencia tienden a agravar las adicciones y a empeorar otras situaciones de salud mental preexistentes, como la ansiedad y la depresión.
Malnutrición y enfermedades de transmisión digestiva
Dos temas estrechamente vinculados son la malnutrición, los trastornos nutricionales y las enfermedades de transmisión digestiva en las situaciones de desastre. Un elemento a tener en cuenta en este sentido es el estado nutricional previo de las personas. De este van a depender las reservas con las que cuentan los individuos, y la población en general, para enfrentar estos eventos.
La crisis económica que desde hace años atravesamos ha tenido efectos indiscutibles sobre el estado nutricional de la población cubana, especialmente entre los sectores más vulnerables.
Durante los últimos días muchas personas sufrieron la pérdida de una parte de los alimentos que tenían almacenados. Esto es más sensible cuando el poder adquisitivo es menor, como es lógico. Tan negativo como lo anterior es el consumo de alimentos en estado de descomposición o que han perdido la cadena de frío.
También resulta muy preocupante el consumo de agua de fuentes poco seguras, especialmente ante la imposibilidad de clorarla o hervirla, debido a la falta de medios de cocción.
Todo esto puede desencadenar enfermedades diarreicas, las que a su vez podrían agravar el estado de malnutrición que muchas personas ya padecen.
Enfermedades respiratorias y transmitidas por vectores
Las primeras suelen aparecer en situaciones de desastres como consecuencia del hacinamiento y las malas condiciones higiénicas en los centros de aislamiento y hogares de acogida ante la emergencia.
En esta ocasión, el número de evacuados no fue particularmente alto, de modo que estas enfermedades no fueron ni son un gran motivo de preocupación.
Todo lo contrario sucede con las enfermedades transmitidas por vectores. No es un secreto para nadie que la isla ya atravesaba una compleja situación epidemiológica antes del gran apagón y el paso del huracán Óscar. Las lluvias de los últimos días, relacionadas con el evento meteorológico, la necesidad incrementada de almacenar agua en el hogar, que favorece a los criaderos de vectores, puede complejizar aún más la tensa situación epidemiológica, razón por la cual debemos ser especialmente cuidadosos con estas prácticas.
Para mantener el rumbo
Los días de mayor oscuridad se alejan en el tiempo y el paso del huracán Óscar será, dentro de poco, un terrible recuerdo, aún más doloroso, no obstante, para quienes perdieron a familiares y amigos en el desastre.
Sin embargo, no tenemos cómo saber si el Sistema Electroenergético no va a colapsar nuevamente. Además, los ciclones no van a dejar de afectarnos, eso ya lo sabemos.
De cualquier manera, se impone estar preparados para enfrentar estas situaciones de desastre del mejor modo posible. Por eso finalizo este texto con una lista de consejos que podemos implementar en nuestro día a día para hacerles frente:
- Manténgase enfocado en prever y resolver los problemas objetivos, eso evitará que se preocupe excesivamente por cosas cuya resolución no está en sus manos.
- Evite el consumo de alcohol y sustancias similares, que solo agravan el problema.
- Esté atento antes señales de ansiedad y tristeza excesiva. Intente enfocarse en lo positivo. Así su cerebro funcionará mejor.
- De persistir los sentimientos de tristeza y de ansiedad luego del paso del desastre no dude en buscar ayuda especializada.
- De ser posible, en los días previos al paso de un ciclón, almacene alimentos no perecederos, como enlatados, y agua potable.
- Consuma frutas y vegetales siempre que pueda. Nuestro cuerpo necesita vitaminas y minerales para funcionar.
- Vigile estrechamente la cadena de frío, evitando el consumo de alimentos con cualquier grado de descomposición o que puedan haberse contaminado. Las consecuencias para la salud pueden ser fatales.
- Beba sólo agua potable y de fuentes seguras.
- Evite el hacinamiento y, en caso de que esto sea inevitable, recurra al uso de nasobuco para evitar infecciones respiratorias.
- Destruya o evite los criaderos de mosquitos en el hogar. Use los medios que están a su alcance para protegerse de las picaduras en los horarios en que suelen ser más frecuentes: al amanecer y al atardecer.
- Ante los conocidos síntomas de alarma de enfermedades como el dengue y el Oropouche no deje de acudir al médico. El tiempo puede ser un factor determinante.
- No descuide el tratamiento de las enfermedades crónicas que padece, ni las condiciones de almacenamiento de los medicamentos.
- Priorice la atención a los más vulnerables, como niños, embarazadas y adultos mayores.
Por último quiero referirme a la solidaridad. Este es un valor humano del que los cubanos siempre nos hemos enorgullecido. En estos días escuché de alguien que cobraba por cargar celulares en su casa. Sin duda, este caso es la excepción que confirma la regla. En mi experiencia, lo que he percibido en estos días difíciles es que ha primado es el deseo de ayudarse entre todos para salir lo mejor posible de este problema.
No puedo aconsejarle a nadie que sea generoso, pues la generosidad es una virtud que cada uno cultiva por voluntad propia. Sin embargo, sí puedo sugerirle a usted que la practique. En tiempos difíciles hacer algo bueno por otra persona nos enriquece el alma y nos carga de energías positivas.
Adicionalmente, mantener y fortalecer nuestros valores como sociedad en momentos tan complejos como los que hemos vivido y otros que vendrán en el futuro es la única manera de no perder el norte y mantenernos en el camino de lo que siempre hemos sido como país y como pueblo.