Noviembre estuvo marcado por un comienzo tempestuoso. Después de la caída del SEN en octubre, el huracán categoría 3 Rafael hostigó el occidente de la isla, lo que causó grandes daños, principalmente en Artemisa, y nos dejó a todos de nuevo en la oscuridad.
Es curioso cómo estos fenómenos nos ponen en perspectiva. Un día te preocupa que no te dé tiempo a aprenderte una pieza antes del examen de piano en el ISA, y al otro no sabes si habrá examen, universidad, comida o, incluso, país.
En esta terrible incertidumbre nos encontrábamos durante la semana de clases y conciertos del flautista suizo-canadiense Michel Bellavance. Sin embargo, ni siquiera un fenómeno de tal magnitud iba a detener a esa alma gentil que resultó ser Michel, quien, en medio de la adversidad, decidió quedarse y emplear toda su voluntad, sus conocimientos y su buena energía para que los estudiantes pudieran aprovechar al máximo su estancia.
Luego de su llegada a Cuba, el lunes 4 de noviembre, pudo escuchar a unos pocos estudiantes de flauta antes de que La Habana se declarara el martes en alerta ciclónica. Aun así, ese día continuaron las clases en la Casa Vitier García-Marruz.
Como es habitual, luego de una semana de clases magistrales, a modo de cierre estaba planificado un concierto y, afortunadamente, lograron ensayar con la pianista María Victoria del Collado antes de la entrada del temporal.
El plan original era el siguiente:
Bellavance llegaría el lunes, y los siguientes días serían de clases y ensayo, para culminar en un concierto el viernes, en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís. Una primera parte, junto a la pianista María Victoria (Vicky) y una segunda, junto a la Academia Orquestal de La Habana, bajo la dirección de José A. Méndez Padrón. Posteriormente el músico suizo-canadiense emprendería su viaje de regreso, el sábado en la tarde.
Explico esto para que se entienda qué malabares tuvo que hacer la profesora de flauta del ISA Universidad de las Artes Niurka González (coordinadora del intercambio), para garantizar que el maestro y los estudiantes pudieran sacar el máximo provecho de estos encuentros, mientras la mayoría del occidente del país se encontraba sin electricidad.
Por supuesto, las clases del miércoles se suspendieron por el paso del huracán, así como las del jueves, por ser el primer día de recuperación. Solo quedaba el viernes, sin Basílica, sin orquesta, con apenas un ensayo de la primera parte del concierto. Por suerte, previendo esta posibilidad, en ese primer y único encuentro, nuestros protagonistas (Michel, Niurka y Vicky) decidieron leer juntos la versión para piano y dos flautas de una de las piezas que inicialmente tocarían con orquesta.
Gracias a esta acertada precaución y al apoyo incondicional del personal de la Casa Vitier García Marruz, el viernes 8 de noviembre, a las 3 de la tarde —para aprovechar el sol—, pudimos reunirnos en aquella esquinita de La Habana Vieja a escuchar buena música.
A pesar de que la luz había llegado justo la noche anterior a esa zona, la presentación debía mantenerse de día para que los estudiantes, así como el resto del público, no tuvieran que regresar de noche con una Habana parcialmente iluminada.
Empezó el concierto y, desde ese instante y durante aproximadamente una hora, todos los inconvenientes parecieron esfumarse. El programa fue simplemente precioso, sobre todo la segunda pieza (mi favorita).
Comenzaron por el Trío para dos flautas y piano op. 119 de Friedrich Kuhlau. Fue impresionante el gran trabajo de música de cámara que realizaron estos tres intérpretes con solo un ensayo. La segunda pieza estuvo protagonizada por Michel y Vicky. Se trataba de una Fantasía de Carl Frühling, tesoro descubierto hace tan solo unas décadas en la Biblioteca de Viena. Hermosa y maravillosamente interpretada, además. Una, como pianista, después de escuchar una pieza así, se queda con ganas de aprendérsela. En este caso, confieso, tengo sentimientos encontrados pues, a pesar de que en manos de Vicky no lo parece, la parte del piano es extremadamente difícil.
Para concluir, interpretaron el Andante y Rondó para dos flautas y orquesta de Franz Doppler (la pieza que originalmente iban a tocar con orquesta; pero, al cancelarse los ensayos por causa de la tempestad hicieron este ajuste de último minuto). Aquí, las dos flautas se unen en un diálogo que representa una historia de amor, acompañada por el piano.
El público rompió el silencio detrás de la última nota, con aplausos. La pequeña sala estaba repleta, casi toda la matrícula de flauta del ISA estaba presente, junto con algunos estudiantes de nivel medio e incluso graduados.
En los casi dos años que llevo en el ISA puedo decir con confianza que los flautistas tienen una de las cátedras más unidas de la escuela. Cuando un estudiante tiene algún concierto, es raro no encontrarse con un par de compañeros en “comité de apoyo” y siempre, al final de cada presentación, se hacen fotos juntos. No es casualidad, sino consecuencia del trabajo de la profe Niurka. Sus clases, cada miércoles de 9 a 10 de la mañana hasta, a veces, las 6 o las 7 de la tarde, están siempre llenas de estudiantes, tocando o escuchando a sus compañeros. En virtud de ese trabajo y su sincero compromiso para con sus estudiantes ha logrado crear una bella comunidad flautística, motivada por la pasión hacia la música.
Así, como lo cuento, fue que, en medio de un apagón general, a pocas horas del paso de un huracán, se hizo un concierto. Algunos pensarán que estamos locos; otros, que somos inconscientes; pero, ¿acaso no es esa la realidad constante del músico cubano —quien, a pesar de las adversidades y la falta de condiciones, crea los medios y saca de donde no hay para cumplir diligentemente con su vocación y oficio—? Esa es la esencia y el corazón del arte cubano o, mejor dicho, del arte en Cuba. Aquí seguimos, intentando hacer nuestra parte lo mejor que podemos.
Magnífico. Que sigan las bellísimas crónicas de Malva.