No, no estoy enfermo. Al menos que yo sepa. Lo que sucede es que he llegado a Mazatlán, segunda ciudad en importancia en el estado de Sinaloa1, apodada no sin razón la Perla del Pacífico, y aquí a cierto tipo de transporte urbano le llaman “pulmonía”.
Estos vehículos, similares a los carritos de golf, se introdujeron en la ciudad en diciembre de 1965, y rápidamente contaron con el favor de la población, pues al estar descubiertos en los laterales, convierten en paseo turístico cualquier desplazamiento, lo mismo para hacer una gestión bancaria que para asistir a una cita con el médico.
Con el tiempo, las pulmonías (que aún no se llamaban así) le comenzaron a hacer la competencia a los taxis convencionales y a las “arañas”, lo que llevó al Sindicato de Aurigas a lanzar en la década de los setenta una campaña publicitaria que advertía a los usuarios de los peligros a los que se exponían al abordar estos carros en invierno, pues el aire ligeramente frío proveniente del mar podría causarles una…pulmonía. Pero lo que intentaba ser publicidad negativa terminó, por obra y gracia del humor local, bautizando ese medio de locomoción. Los mazatlecos, cuando necesitaban movilizarse, decían jocosamente “agarremos una pulmonía”.
Aclarado este punto, toca habar de las arañas y los aurigas. Las primeras, carros tirados por uno o dos caballos, fueron el primer medio de transporte público que tuvo Mazatlán, y comenzaron a circular a mediados del Siglo XIX. Tal era su celebridad, que hasta José Alfredo Jiménez las menciona en el “Corrido de Mazatlán” (1954). Pero la ciudad, otrora pueblo, comenzó a crecer, por lo que los carruajes de tracción animal entorpecían el tránsito, y en 1974 se prohíbe la circulación de éstos, aduciendo, además, casos de maltratos a los caballos.
Desde 1936 los arañeros contaban con un sindicato. Ellos se autodenominaban “aurigas”, como los conductores de las bigas, carros tirados por dos caballos que en la antigua Roma usaban mayormente las altas dignidades militares. El estado les dio a ellos la posibilidad de acondicionar camionetas para seguir “tirando” pasajes, ahora con ocho o diez plazas, que, por extensión, son llamadas aurigas.
Las pulmonías se alquilan por horas, y su costo oscila entre los 400 y 500 pesos, 20 y 25 dólares al cambio de hoy. Esto las ha convertido en una opción de transporte exclusivamente turística, pues lo que cuesta un viaje resulta muy elevado para la población local.
El precio por hora de las aurigas, esas camionetas rojas que se ven por todos lados, es el mismo que el de las pulmonías, pero como tienen una mayor capacidad, esto permite que se divida entre los pasajeros. Las aurigas se convierten en fiestas rodantes los fines de semana. Los mazatlecos cargan en ellas sus equipos de música y sus neveras con la bebida favorita para sacar a pasear por el malecón su ruidosa alegría.
En una pulmonía recorrí los 21 kilómetros del malecón de Mazatlán —desde La Puntilla hasta el Muelle de los Ferris—, uno de los más largos (y más animados) del mundo2. Es mucho lo que hay para ver a lo largo de ese paseo marítimo, y también degustar. Sorprenden los restaurantes rústicos (palapas) a pie de playa, en la arena, por debajo del muro; ahí se encuentran muestras de la amplia gastronomía de la región, a base de mariscos, moluscos y peces, entre los que se cuentan el aguachile (plato frío con camarones macerados con jugo de limón, sal, pimienta y chile serrano) y el pulpo zarandeado, verdadero bocado de cardenal.
A lo largo del malecón hay emplazados varios monumentos, todos fundidos en bronce, muy pocos con el dato de los escultores que los crearon. Me gustaron particularmente los dedicados a Pedro Infante, a Don Cruz Lizárraga, a José Alfredo Jiménez y a Jaques Cousteau. Pedro Infantes (Mazatlán, 1917-Mérida, 1957) aparece caracterizado como motorista, alusión a su participación protagónica en el filme A toda máquina (1951).
Don Cruz (Mazatlán, 1918-1995) fue el creador de la banda El Recodo, con la que difundió, hasta internacionalizarla, la música sinaloense, de influencias bávaras tanto en géneros de los primeros tiempos (polkas, valses mazurcas) como por el empleo de instrumentos de viento como el sausafón, de la familia de la tuba. Esto se explica por la ola migratoria de alemanes que, a mediados del Siglo XIX y primeras décadas del XX arribó a México. Don Cruz, adusto, inmortalizado en bronce, ahora está frente al Acuario.
El gran José Alfredo Jiménez (Hidalgo, 1926-Ciudad México, 1973) es muy querido aquí, tanto, que lo consideran un hijo adoptivo. Su “Corrido de Mazatlán” exalta las bellezas naturales de la ciudad, alaba la donosura de las mujeres, la gallardía de los hombres, y habla, además, entre otras cosas, de la magnificencia de la Catedral.
Jaques Cousteau (Francia, 1910-1997) el conocido explorador e investigador oceánico, aparece señalando al Mar de Cortés, extensión del Océano Pacifico también conocida como Golfo de California. Refiriéndose a esta franja de mar, Cousteau la llamó “acuario del mundo”, por la inmensa cantidad y diversidad de especies que se encuentran en sus aguas.
No quisiera dejar de nombrar a El Venadito, monumento ubicado en el segmento Olas Altas, pues a su estilizada belleza se une el valor simbólico. El topónimo Mazatlán significa en náhuatl sitio o tierra de venados. Así es que este cérvido está en el mismo origen de la ciudad y sirve, además, para nombrar al equipo de béisbol del municipio: Venados.
Mención también merece el pequeño bulevar Liverpool, donde se reproduce en bronce la célebre foto de Los Beatles cruzando una esquina de Abbey Road. Allí se puede ver, además, una típica cabina telefónica londinense y un auto clásico inglés del siglo pasado.
Pequeña guía mazatleca
Don Pango fue mi pulmonero por una mañana. Es locuaz, como casi todos los taxistas, y curioso. Incluso, más que yo. Enseguida me sacó que soy cubano. Hablamos de música y de pelota, de los vaivenes de nuestros respectivos equipos, Venados e Industriales. Ya en confianza, le pedí que me llevara suave con el precio de la vuelta. Me respondió, muerto de risa, que me daría un precio cariñoso, que en jerga local es lo contrario a barato: “mandao”, diríamos en La Habana.
Recomendó no dejar de visitar la discoteca El Valentino, antro (en la acepción mexicana) muy popular, la Plazuela Machado, en la noche, y el Gran Acuario Mazatlán. De la discoteca, le dije, paso. La entrada al acuario, me informó, está por los (ejem, ejem, tos nerviosa mía) 30 dólares. Prometí no perderme la plazuela, que debe su nombre a un comerciante filipino en perlas, plata y telas.
Al atardecer la Machado —construida en 1837— es un hervidero. Los locales para comer y beber rodean el parque, que es más bien pequeño; muy juntos, en casi todos hay música en vivo. Cuando se trata de una banda en un bar de exiguas dimensiones, el sonido bronco de la tuba puede partirte el pecho. Hoy este pintoresco lugar ha quedado casi para uso exclusivo de estadounidenses y canadienses que han fijado en Mazatlán su residencia de temporada. Los lugareños prefieren, para sus salidas nocturnas, la franja del malecón llamada Zona Dorada, también repleta de restaurantes y bares en los que hay que tener una alta tolerancia para los decibeles desmadrados.
Pregunté a Pango, ya en la despedida, si me dejaría echar una manejadita por el malecón. Argumenté que tengo licencia de Cuba. Se negó. “Si nos para la policía sería un lío”; y abundó: “estos de aquí no creen que los muertos salen”. Lleno de orgullo patrio le respondí: “los de allá, tampoco”. Cuando me iba alejando por el malecón me gritó: “A ver si se consigue una pata salada para que lo acompañe a ver los atardeceres.”
¿Pata salada? ¿A qué se refería mi fugaz y costoso cicerone? Pasé por un restaurante de playa llamado La Jaiba de Pata Salada. ¿Qué me busque una jaiba? Luego, en el mercado Pino Suárez, una vendedora de artesanía me explicó que pata salada es un apodo común para mazatlecos y mazatlecas, que viene de mucho tiempo atrás, cuando los pescadores llegaban a sus casas con los cristales de sal incrustados en las piernas. No es un gentilicio peyorativo, al contrario. Se sienten orgullosos de su condición de gente de mar.
Visité la Basílica (catedral) de la Purísima Concepción a las siete de la mañana un domingo, apenas cuando abrían las puertas para la primera misa. Es un edificio barroco, construido de 1875 a 1899, ricamente ornamentado en su interior. Un feligrés me dijo que es la catedral más bella del norte de México, pero, aunque es hermosísima, no tengo modo de comprobarlo.
De camino de regreso a Río Panuco, calle donde me estoy hospedando, pude apreciar el arribo de los pescadores a la playa con las capturas de la noche. In situ (perdonen el latinazo) evisceran y desescaman los peces, que allí mismo mercan, lo mismo a propietarios de hoteles y restaurantes como a transeúntes. Me habría llevado una sierra para el apartamento, pero me dio pereza cocinarla para mí solo. Los que primero se alegran del regreso de los hombres de mar son los pelícanos, gaviotas y gaviotuelas, que acuden en masa a servirse con los desperdicios que les arrojan los pescadores. El hambre pone a esos pájaros atrevidos y amigables, que hasta se dejan acariciar en esas circunstancias, para luego volver a su vida “cimarrona”.
Guerra de bandas
El 25 de julio de este año fue detenido en El Paso, Texas, Ismael “Mayo” Zambada, fundador, junto al Chapo Guzmán, del Cartel de Sinaloa. Esto provocó una profunda escisión entre los herederos de Guzmán (los Chapitos) y los de Zambada (La Mayiza).
Entre el 9 de septiembre y el 30 de noviembre de este año, según informa El Noroeste3, se cuentan 506 homicidios y 570 secuestros, cometidos por ambas facciones en el Estado de Sinaloa. Estas cifras, aterradoras, conseguidas de fuentes oficiales, investigaciones periodísticas y aportes de organizaciones de la sociedad civil, han impactado directamente en la industria turística, en la cual, a fecha de hoy, va dejando pérdidas millonarias.
Alarma ver en Culiacán, capital del estado, jeeps del ejército, artillados con ametralladoras 50, patrullando las calles. Como se sabe, las 50 son consideradas armas de guerra por su calibre y volumen de fuego, impropias para uso en zonas urbanas.
Sobre el tema de la violencia recogí varias opiniones entre la población. Cito las que me parecieron más razonadas, lo que no quiere decir que las comparta a pies juntilla. Un profesional, con formación universitaria, opina que el narco es una suerte de mal necesario, pues aporta a la economía del Estado, a través del entramado de blanqueo de dinero, puestos de trabajo y servicios “lícitos” a los visitantes.
Por su parte, una operadora turística piensa que los frecuentes cierres de carreteras y la quema de vehículos espantan a los turistas, principalmente nacionales, que viajan a Mazatlán por tierra. Según me dijo, grandes hoteles están ofreciendo sus habitaciones a precios ridículamente bajos, y con eso los propietarios de casas y apartamentos que rentan a través de la plataforma de Airbnb no pueden competir.
Un joven taxista, que tiene a Uber como una segunda fuente de ingresos, cree que la solución está en un trabajo profundo en los sectores de la enseñanza, las economías locales y en la atención a los jóvenes de bajos recursos, que tienen pocas posibilidades de practicar deportes y acceder a las universidades.
Durante mi semana de estancia en Mazatlán no he observado ningún hecho de violencia. Esto no quiere decir que no sucedan. La vida se desarrolla con aparente normalidad. Los sitios de diversión están atestados, y hasta hay turistas que se aventuran a nadar en las aguas casi gélidas —sobre todo para los seres caribes, como yo— y con fuertes corrientes de resaca, típicas de esta época del año.
Mazatlán es una ciudad que enamora. Debería regresar. Lo anoto4.
Notas:
2 En varios sitios digitales aparece como el tercero en extensión, después del de Río de Janeiro. Pero eso no es cierto. El malecón carioca tiene 4 kilómetros de longitud. El de Montevideo, llamado La Rambla, supera al mazatleco: 22. 2 km, por lo que pudiera ser el más largo a nivel mundial. Otros malecones extensos son el de Coatzacoalcos, en Veracruz (15 km.); y el de Santo Domingo, República Dominicana (15 km.).
3 Medio Noroeste, con fuentes oficiales, colectivos de la sociedad civil y trabajo periodístico (1ro de diciembre de 2024).
4 Para la realización de esta nota conté con la ayuda logística y comentarios atinados de Javo y AFT. De algún modo también ellos son los autores.