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They went forth to battle, but they always fell
Shaemas O’Sheel
Hace muchos años, cuando aún había títulos apetitosos en nuestras librerías, encontré en un estante un libro de la editorial Siruela, llamado Cuchulain (en gaélico se pronuncia más o menos Cjucjúlen). Era una selección de leyendas acerca de Cuchulain, el héroe de Ulster. La compilación y redacción eran obra de Lady Gregory, amiga y mentora del célebre poeta y premio Nobel William Butler Yeats, allá por los días del Renacimiento irlandés.
Abrí aquel pequeño volumen, y leí las primeras palabras del prólogo de Yeats: “Este es el mejor libro que ha salido de Irlanda en mi tiempo”. Lo cerré, sonriente y, aunque costaba más de lo que podía permitirme, lo compré sin pensarlo.
Una vez que llegué a mi casa y comencé a leerlo, sobrevino un contratiempo que fue como una amonestación silenciosa a mi impulsividad adquisitiva. Aquel libro era todo lo bueno que decía Yeats; pero… no así su traducción al español… (Largo suspiro).
Han pasado más de veinte años y ya no conservo el libro. Ahora pienso, en retrospectiva, que tan mala no debió ser aquella traducción: Siruela era sinónimo de calidad editorial. No obstante, el recuerdo de mi frustración perdura.
Tiempo después tuve la suerte de traducir otro compendio, titulado Mitos y leyendas de los celtas. Su autor, Thomas William Rolleston. A pesar de haber sido escrito hace más de cien años, sigue siendo el mejor libro que he podido encontrar sobre el tema. Se trata de una espléndida compilación que no solamente incluye los grandes ciclos legendarios (milesio, ultoniano, osiánico, maldúnico, y los mabinogi galeses), sino una pequeña selección de fragmentos de poemas, antiguos y modernos; narra también la historia de las invasiones míticas a las Islas Británicas, así como las principales apariciones de los celtas en la Historia Antigua; incluso se convierte por momentos en un ensayo antropológico que toca distintos aspectos de la cultura celta. Todo esto apoyado con ilustraciones, fotografías y árboles genealógicos.
Alguien podría extrañar, en un libro tan completo, mayor presencia del material artúrico, pero —como bien señala el autor— las historias del Rey Arturo y sus caballeros, tal como han llegado hasta nosotros, están demasiado permeadas de elementos ajenos al mundo celta, sin contar con que requerirían para ellas solas un volumen similar.
Para dar al menos una idea de las maravillas contenidas en la obra magna de Rolleston, permítanme copiar el pasaje que describe el furor bélico de Cuchulain, en el momento en que este se desata contra el ejército del reino vecino que ha invadido el país de Ulster:
Las huestes de la reina Maev se despliegan y asolan los territorios de Bregia y Muirtemne, pero no pueden adentrarse más en Ulster. Cuchulain se cierne sobre ellos continuamente, matándolos de dos en dos o de tres en tres, y nadie sabe dónde volverá a atacar. La propia Maev queda consternada cuando los proyectiles de una honda invisible matan a una ardilla y a un pájaro que estaban sobre sus dos hombros. Posteriormente, la ira de Cuchulain se torna más feroz, y este desciende con fuerza sobrenatural sobre compañías enteras del ejército de Connacht, y cientos caen en cada embestida. Es entonces que se describe la característica distorsión o riastradh que se apodera de él en su furor bélico. Se transformaba en una criatura terrible y multiforme como jamás se había visto antes. Cada partícula de su ser temblaba como un junco en la corriente de un arroyo. Sus ancas, talones y pantorrillas quedaban hacia adelante y sus pies y rodillas hacia atrás, y cada músculo de su cuello sobresalía como la cabeza de un infante. Un ojo se le hundía profundamente en el cráneo mientras el otro se agrandaba, la boca le llegaba a las orejas, de sus mandíbulas manaba espuma como la lana de un carnero de tres años. Los latidos de su corazón resonaban como los rugidos de un león que se abalanza sobre su presa. Una luz resplandecía sobre su cabeza, y ‘su cabellera se retorcía cual las ramas de un espino rojo metido por el agujero de una cerca […] Más alto, más grueso, más rígido, más largo que el mástil de un gran navío era el chorro perpendicular de oscura sangre que salía disparado desde el centro de su cabeza, dispersándose hacia los cuatro puntos cardinales, formando un mágico velo de penumbra, semejante a la cortina de niebla que envuelve la morada de un rey cuando este se aproxima entre el crepúsculo invernal’ […] Tales eran las imágenes con que los autores gaélicos expresaban aquel sobrehumano frenesí. Se cuenta que a la vista de Cuchulain en su paroxismo, cien guerreros de Maev cayeron muertos de horror de una sola vez.
La editorial española Turner me encargó traducir Mitos y leyendas de los celtas. Y parte de nuestro acuerdo fue la liberación para Cuba de los derechos sobre mi versión en español. No hubo objeción. Yo expliqué que en Cuba los celtas eran una asignatura pendiente, una inmensa laguna, un terreno jamás hollado por las editoriales, y que yo soñaba con poner Mitos y leyendas de los celtas al alcance de todos los bolsillos cubanos —tal como suele ocurrir con la mayoría de lo que se edita en nuestro país— por ser este libro una ventana maravillosamente abierta a las vibraciones de ese mundo soterrado y poderoso.
Alegre con la perspectiva de cerrar el círculo de aquel solitario proyecto, copié el texto traducido en una memoria y me dirigí a la editorial Arte y Literatura. Esto debió haber sido en el primer quinquenio del siglo XXI. Estaba decidido a regalarles todo el material con tal de que lo publicaran y comercializaran, como siempre, a un precio simbólico (admirable política que persiste aun hoy). Allí me encontré con que la directora de Arte y Literatura no sólo no estaba interesada en el libro sino que incluso la palabra “celtas” carecía de significado para ella. Me retiré, apenado, y en leve shock.
Mucho ha llovido desde entonces. Mas yo no he dejado de traducir por placer, así como tampoco he dejado de jugar con la idea de publicar en Cuba esta joya y varias otras que me han cautivado para siempre. Para ello, entre otras cosas, hemos fundado la Casa Vitier García Marruz y la Colección La Isla Infinita. Y creo que ambas fundaciones darán mucho de sí, en este sentido.

Por ejemplo, el año pasado visitó nuestro centro el actual director de la editorial Arte y Literatura. Pudimos enseñarle algunos de los títulos que hemos editado y encuadernado artesanalmente; este de los celtas y varios otros. Nos complació ver su entusiasmo por este título en particular.
No sé si bajo el hechizo del bello libro, o bajo el influjo optimista y acogedor de nuestro mezzanine, el joven y flamante director nos prometió publicar Mitos y leyendas de los celtas en un futuro cercano. Estoy convencido de que será una alegría para el público.