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Cuando el ruido pretende sustituir la historia, la conversación pública se distorsiona y las jerarquías culturales se tambalean en la percepción colectiva. Esto es exactamente lo que ha pasado tras las recientes declaraciones del productor y CEO de Planet Records, Roberto Ferrante, quien elevó a Oniel “Bebeshito” al título de “el artista cubano más grande de todos los tiempos”, incluso por encima de figuras monumentales como Benny Moré y Celia Cruz.
Sus palabras, lejos de ser un comentario inocente, desataron una tormenta que combina admiración, incredulidad y una profunda molestia para quienes consideran la música cubana un patrimonio intangible que no se mide únicamente con las métricas de las redes sociales.
Benny Moré y Celia Cruz no son simples artistas; son columnas que sostienen la identidad musical de Cuba. Moré, con su voz inigualable y su maestría en géneros como el son, el mambo y el bolero, dejó un legado que no solo se escucha, sino que se estudia en conservatorios y universidades.
Celia Cruz, la guarachera de Cuba, es un ícono global, con tres premios Grammy y cuatro Latin Grammy, más de 70 álbumes grabados, y una proyección internacional que convirtió la música cubana en una bandera cultural.
Sus carreras no se definen por un momento de fama, sino por décadas de trabajo sostenido y por una huella que sigue viva en generaciones que ni siquiera habían nacido cuando ellos estaban en la cumbre.
Es cierto que Bebeshito vive hoy un momento de auge innegable. Su concierto en el Kaseya Center de Miami y la energía que arrastra su público joven le han dado visibilidad masiva.
Pero aquí entra la primera gran diferencia que muchos señalan: un éxito puntual no equivale al peso histórico que representa el legado de artistas cuya música ha trascendido el paso del tiempo. Se trata de escalas distintas, contextos distintos y públicos distintos.
El hecho de llenar un estadio o ser trending topic no coloca automáticamente a un intérprete en el mismo plano que aquellos que definieron y expandieron la identidad musical de un país.
Roberto Ferrante, el artífice de esta polémica, no es un desconocido en el ámbito de la producción musical internacional, pero para muchos internautas su nombre surgió por primera vez a raíz de esta declaración.
Fundador de Planet Records, ha trabajado en el mercado latino y en el desarrollo de artistas emergentes. Sin embargo, su afirmación sobre Bebeshito ha sido interpretada por algunos como una estrategia de posicionamiento y provocación: una jugada de marketing diseñada para generar conversación, cobertura mediática y viralidad. Y lo consiguió.
Efectivamente, hoy mucha gente habla del tema, y el artista urbano es tendencia, aunque gran parte de la conversación esté marcada por la polémica más que por un consenso positivo.
Las métricas digitales, tan utilizadas hoy como referencia de “grandeza”, también entran en el debate. En plataformas como Spotify, Celia Cruz mantiene varios millones de oyentes mensuales, mientras Bebeshito se mueve en el rango de las centenares de miles.
No es que los números lo sean todo, pero ofrecen una perspectiva objetiva sobre el alcance actual y el reconocimiento global. Aun así, es innegable que vivimos en una era en la que la popularidad inmediata puede eclipsar temporalmente a nombres históricos, aunque el efecto sea pasajero.
La cuestión central es cómo, como público y como prensa, manejamos este tipo de narrativas. La honestidad es fundamental: debemos diferenciar entre un éxito comercial momentáneo y un aporte cultural sostenido a lo largo del tiempo.
También debemos respetar la historia, entendiendo que cada género, contexto y generación merece ser valorado en su justa dimensión, pero sin titulares facilistas que buscan clics a costa de la memoria colectiva.
Y es legítimo hacerse preguntas que trasciendan la coyuntura: ¿qué aporta realmente Bebeshito al panorama musical en términos de innovación? ¿Podrá su obra sostenerse y resonar en 10 o 20 años como lo hacen las canciones de Celia y Benny? ¿Qué implica para la música cubana que figuras como Ferrante utilicen comparaciones tan extremas como herramienta de marketing?
Celebrar la nueva ola urbana es válido. De hecho, es necesario que la música cubana siga evolucionando y conquistando nuevos públicos. Pero sustituir de un plumazo a quienes cimentaron esa tradición es irresponsable.
Ferrante probablemente logró lo que se propuso: que el nombre de Bebeshito esté en boca de todos. Eso demuestra el poder del marketing, pero no la equivalencia automática entre moda y monumento.
Y quizá el verdadero debate que deja todo esto es si, como sociedad, hemos empezado a valorar demasiado el “ahora” digital y muy poco la perdurabilidad artística que marca la diferencia entre un artista de temporada y un referente eterno.