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Cuando escribo estas líneas, mis compatriotas del oriente del país están sufriendo las consecuencias del paso del huracán Melissa por ese territorio, dejando nuevos y mayores problemas a los que ellos enfrentan habitualmente; muchos más que los que enfrentamos en la capital.
Acaba de ocurrir también ese ejercicio de dignidad que todos los años Cuba realiza en Naciones Unidas para no solo reclamar el fin del bloqueo, sino también demostrar el daño que le produce al pueblo de Cuba. Cuba ha vuelto a ganar el pulso, aunque ya vimos fracturas en la casi unanimidad de la votación conseguida en años anteriores.
Pareciera que no hay relación alguna entre ambas noticias, pero yo encuentro que sí.
Ambos son fenómenos sobre los cuales podemos ejercer poca influencia: uno, porque se trata de un fenómeno natural, y el otro, porque está en manos del Congreso de los Estados Unidos cambiar la política de bloqueo que ya acumula más de seis décadas, algo que no ha estado y no parece que estará en la agenda en los próximos años, entre otras razones, porque la política hacia Cuba seguirá siendo parte del juego político doméstico del vecino del norte.
Por otra parte, frente al huracán y al bloqueo, son nuestras fortalezas y nuestra capacidad de anticipación las mejores armas para combatirlos. La devastación que ambos vendavales producen en nuestro país se hace mayor en relación proporcional a las debilidades que padecemos; y la recuperación es más difícil por esa misma razón.
Por eso y porque llevamos casi dos años esperándola, la noticia de la divulgación del Programa de Gobierno me pareció algo muy importante. Confieso que de la primera lectura de este largo documento quedé más sorprendido que aclarado. Son varias las razones:
- Aspiraba a que fuera un documento contundente, sintético, que cubriera los aspectos decisivos de nuestra realidad. En tanto el nombre que se ha repetido hasta la saciedad es “Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía”, pensé que encontraría un diagnóstico que identificaría y ordenaría por grado de impacto las principales distorsiones y las trabas/brechas/trampas/obstáculos decisivos que impiden a la economía nacional alcanzar una mayor dinámica. Es cierto que en todos estos años hemos recopilado libros enteros de distorsiones y trabas, pero presentar la consideración del gobierno al respecto hubiera permitido contrastar los objetivos (generales y específicos) así como los indicadores, con aquella valoración.
- También esperaba encontrar los principales retos que el programa apunta a resolver, ordenados por su grado de importancia y el plazo de tiempo que tomará su solución. El tiempo es una variable política de la mayor importancia que en nuestro caso ha sido manejada como si no fuera el recurso más escaso que tiene el ser humano. Es cierto que son múltiples los retos que nuestro país tiene que enfrentar, pero que el gobierno ofrezca al pueblo cuáles son sus prioridades no es un ejercicio vano. Permitiría alinear esfuerzos y concentrar recursos. Identificar la dirección principal del golpe me parece fundamental, sobre todo por garantizar la coherencia mínima indispensable que permita obtener resultados palpables y para saber/corregir a tiempo aquellas decisiones/medidas/políticas que no contribuyan o que sean francamente negativas con esos retos.
- Aspiraba también a encontrar en este Programa una actualización de la visión de país, pues después de casi diez años de haberse compartido la que aparece en el documento de la Conceptualización y atendiendo a los profundos cambios ocurridos, pienso que era necesario repensar y actualizar la que existe, en especial el significado/contenido de los términos. Mi pregunta es: ¿Aquella visión que aprobamos casi diez años atrás es la que debe guiar este programa? ¿Es que acaso no ha pasado nada en estos diez años? ¿Podemos autodenominarnos “un país próspero” cuando la marginalidad y la pobreza han crecido y una parte de nuestra población se convirtió de forma masiva en emigrantes económicos? ¿O cuando servicios decisivos para el bienestar de las personas, como la salud, educación, higiene y urbanidad, han sufrido daños que parecen irreparables?
- Se extraña también que no aparezcan identificadas las líneas/ejes principales que accionarían transversalmente y conectarían los esfuerzos parciales. De esta primera lectura me queda la percepción de que el esfuerzo de coordinación de políticas deberá ser significativo y parece que seguirá descansando en reuniones y visitas y mucho menos en mecanismos indirectos que conecten esos diferentes objetivos. El Programa rebasa en su alcance el título que lo anuncia. Hay una recopilación de las tareas/objetivos de todos o de la mayoría de los sectores. Sin dudas ofrece información de la mayoría de las actividades del país, lo cual es bueno. No obstante, no deja de ser una suma de partes y cuesta encontrar la coherencia entre los tantos objetivos.
- Existen objetivos e indicadores que parecen diseñados para el año que corre, en especial los que tienen que ver con sectores y ramas de la economía. En ellos no aparece un horizonte temporal explícito. Mientras las metas definidas expresadas en porcentajes que tienen como referencia el año 2024 ilustran poco, en tanto la “ejecución real del 2024” aún no se conoce en una buena parte de ellas. Un ejemplo a continuación: “Aporte de los actores económicos no estatales en la economía: superior al real 2024”.
- Siendo este también el Programa de Gobierno para reimpulsar la economía, llama la atención que no aparezca la proyección del PIB para los próximos años, lo que, de otra parte, lleva a pensar que este programa solo cubre el año que está a punto de terminar. Sin embargo, existen objetivos que, por su magnitud, abarcarán varios años de intensa labor, como por ejemplo: “Realizar las acciones para desarrollar la plataforma tecnológica del mercado de deuda pública y la inclusión de las operaciones de letras de regulación monetaria”. Tampoco aparece nada referido a categorías tales como formación bruta de capital, consumo de los hogares y consumo de gobierno, tasa de inversión y prioridades de asignación, asunto este último que durante varios años ha constituido una de las mayores distorsiones de nuestra economía.
- Un Programa de Gobierno debería, a mi juicio, generar CONFIANZA entre los tres únicos agentes/actores de la economía —las familias, las empresas y el Estado— y en ese sentido hay algunos anuncios que apuntan a ello, como los referidos al tratamiento de la inversión extranjera, algo que lleva años anunciándose, o las negociaciones de deuda por activos, instrumento que ya se está utilizando de forma puntual. Sin embargo, en otros temas como los referidos a la política monetaria y cambiaria, no resulta igual. Un programa de gobierno debería venir acompañado de una secuencia de las acciones a acometer y de sus respectivos plazos temporales, algo de lo cual este carece.
No creo que este pueda ser el programa que guíe la reforma necesariamente profunda que necesita nuestra economía ni que sustente nuestros esfuerzos de desarrollo.
Pero ya tenemos una propuesta: el ejercicio de la discusión pública a todos los niveles y de la crítica ciudadana puede contribuir a llenar los déficits que hoy se evidencian.
Volveré a repetir que la suma de las partes no necesariamente conduce al todo.
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Seis puntos sobre el Programa de Gobierno y una evocación obligatoria
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Sobre el recién presentado Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía












