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Ana García, Erlys Pennycook Ramos y Sheila Beatriz Núñez comparten una misma pasión. De sus manos nacen fórmulas a partir de plantas, extractos de flores, aceites esenciales y minerales que luego se transforman en cosméticos. La necesidad, las circunstancias y las habilidades que cada una reunía para emprender en el sector de la belleza natural han sido responsables por esta convergencia, aunque sus maneras de afrontar los retos han marcado algunas diferencias en sus trayectorias individuales.
En un mercado que apuesta cada vez más por lo sintético y por la producción en serie, estas tres empresarias cubanas le ponen empeño a productos artesanales que benefician la salud y protegen el medioambiente al tiempo en que se vuelven utilitarios para quienes los consumen.
Estos emprendimientos son resultado de la resiliencia económica forzada por la pandemia de COVID-19. En ese contexto, muchas cubanas quedaron sin empleo. Algunas de ellas buscaron nuevas vías de sustento y encontraron en la cosmética natural un camino de independencia económica y autorrealización.
“Durante la pandemia mi esposo decidió convertir áreas de la casa en huertos, con variedad de plantas medicinales, aromáticas y comestibles. Así nació la idea de crear productos cosméticos a partir de ellas”. Fue así como en marzo de 2021, en Santiago de Cuba, surgía “La hoja verde”, un emprendimiento para el cuidado personal que, según Sheila Beatriz Núñez Castro, le abrió nuevos caminos en un mercado demandante. “El éxito y la aceptación están dados por saber aprovechar las circunstancias donde no había nada y de repente aparece un producto único y de calidad”, afirma.
Al mismo tiempo, en Holguín se fundaba “Verda”, que Ana García Ramos —también poeta— asumió inicialmente como un pasatiempo hasta que creció y se convirtió en emprendimiento. “Hay que estudiar; es difícil conseguir y mantener proveedores, pero es hermoso porque he aprendido y enseñado muchísimo”, contó a OnCuba.

En sus estados en redes sociales, Ana compartía los procesos alquímicos que la llevaban a obtener algo maravilloso luego de varias pruebas y fórmulas. Vía WhatsApp se podían revisar sus productos en catálogo y hacer pedidos, en una época donde estos comenzaban a escasear. En bolsas de papel manufacturado, junto a un libro (casi siempre de poesía), llegaba a tus manos la maravilla de Verda.

Por otro lado, la experiencia que llevó a Erlys Pennycook Ramos a la cosmética natural artesanal fue distinta. En su niñez, su cabello afro rizado pasó por innumerables vicisitudes y muchos tratamientos le ocasionaron alopecia. De adulta, vivió 11 años en Italia, donde estudió cosmética natural y aprendió cómo aplicarla a su cabello. Sin embargo, al regresar a Cuba pensó que poner en práctica todo lo que había aprendido no tendría mucho sentido, porque la flora tropical no era la misma. A la isla llegó cargando los “postizos” que utilizó durante 16 años y que dañaban su cabello, mientras sentía la necesidad de dejarlos atrás.
“Comencé a experimentar en casa utilizando flores del jardín. Me extendí con plantas de organopónicos e inventé la primera fórmula, que resultó bastante bien en mi pelo”. En un país donde muchas mujeres prefieren las extensiones, las pelucas y el desriz, Erlys veía difícil que su proyecto prosperara.
“Me propuse aportar esta fórmula a personas de bajos recursos. Al ver que muchos de los productos utilizados eran costosos, decidí convertirla en un emprendimiento sostenible: de aquí nace ‘Qué Negra!’ en 2018”, en Ciego de Ávila, como la primera marca cubana dedicada única y exclusivamente al cuidado del cabello afro rizado.

Apostar por la cultura del bienestar en la Cuba de hoy
La cosmética natural artesanal se ha convertido en un sector creciente en la isla, protagonizado principalmente por mujeres que buscan alianzas entre sí. Comparten retos, mercados y necesidades de acceso a materias primas e insumos, mientras intentan construir una cartera de proveedores y adquirir productos de importación. Actualmente, unas 200 iniciativas se interconectan en este campo.
Estos proyectos intentan crecer mientras sortean dificultades para acceder a financiamiento, esquemas productivos de mayor alcance o redes de apoyo legal y financiero, además de carencias tecnológicas y obstáculos legales e institucionales. El país tampoco cuenta con un centro que certifique los cosméticos naturales artesanales ni una regulación específica para su elaboración y comercialización.
Mantener un emprendimiento de este tipo en el oriente del país supone retos constantes, subraya Sheila, pues se dificulta el acceso a recursos fundamentales para establecer un negocio serio. También influye la lejanía de La Habana, donde se realizan los principales eventos que podrían nutrir a su proyecto de información y experiencias.
“En Santiago no hay un mercado destinado a la comercialización de insumos cosméticos, por eso preferimos no correr riesgos y comprar en otros sitios las materias primas. Todo esto se traduce en más dinero y tiempo para lograr nuestro fin”, cuenta.

Comprar los envases para los productos es difícil, coinciden Sheila, Ana y Erlys. Cuando Sheila logró cierta estabilidad económica, comenzó a comprar materiales en Estados Unidos, como aceites esenciales y vegetales, fragancias, frascos y moldes; esto eleva los costos de producción, pero garantiza la calidad del servicio y su permanencia en el mercado. Aunque utilizan insumos nacionales como aceite de coco, manteca de cacao, cera de abejas o miel, la mayoría de las plantas provienen de su huerto y son totalmente orgánicas.

Por su parte, Ana decidió establecerse en La Habana hace unos años. Allí continúa con Verda, entre los desafíos de una economía fluctuante y su afán por sostener el proyecto. Busca alianzas con proveedores particulares, campesinos locales y se apoya en “mucha imaginación y perseverancia”.
“Mantener cualquier cosa funcional en este país es un desafío, pero con esfuerzo he logrado constancia. Trato de que mi emprendimiento sea orgánico y que los proveedores sigan prácticas sostenibles y responsables; por otro lado, el 80 % de los envases que utilizo son reciclados”, insiste.

“Nuestros suministradores son 100 % del sector privado. No tenemos alianza o colaboración con empresas estatales”, enfatiza Erlys. Comenta que parte de su estabilidad se debe a que sus proveedores aún siguen en el país: “Hemos podido subsistir gracias a eso; somos clientes fieles y nos priorizan por encima de otros, porque llevamos años cultivando esta confianza y damos garantías de pago”.

¿Cómo ofrecer una cartera de servicios funcional para el público cubano?
“La hoja verde” cuenta con más de 120 productos entre cosmética natural y artesanías: jabones, bálsamos, sérums, mascarillas y velas. Sheila explica que su línea está basada en principios de la filosofía ayurveda, que promueve el uso de plantas, flores, aceites, miel y otros elementos para el cuidado personal.
“Ofrecemos a nuestros clientes productos de óptima calidad en cuanto a formulaciones. Es importante conocer las necesidades del entorno y del público para poder satisfacerlas. Tener claro lo que nos ha funcionado y lo que no permite que perfeccionemos los productos que diseñamos y vendemos”, añade.

El emprendimiento posee dos premisas fundamentales: producir y comercializar en un espacio acogedor, bajo condiciones de amabilidad, transparencia y respeto; y conectar con la comunidad mediante una actividad comunicativa efectiva. “La tienda es un pequeño oasis en la agitación de una ciudad bulliciosa y calurosa como Santiago. Creamos una cantidad extraordinaria de contenido en redes sociales para llegar a la comunidad y a los clientes”, cuenta Sheila. Además, tienen claro que desarrollar una estrategia de ventas transparente debe ser parte de los valores del negocio.
La propuesta de Verda, por su parte, reúne 70 productos: jabones, aceites naturales, ceras para el cabello, velas aromáticas y pomadas. Todos son “elaborados manualmente sin conservantes, emulsionantes o fragancias artificiales”, puntualiza Ana. La base de su cosmética incluye cera de abejas, manteca de cacao, sebo de res y aceite de coco. A través de su negocio también educa a su clientela sobre la importancia de elegir productos naturales y sostenibles.
Ya en Qué Negra! los productos deben tener al menos dos funciones, explica Erlys: “No podemos tener un producto para cada cosa, porque sabemos que el poder adquisitivo del cubano es menor”. Por ello, su muestrario incluye solo seis productos multifuncionales, además de servicios especializados en varias provincias. Entre los más solicitados están las cremas y los geles para el cabello.

El cuidado personal en territorio femenino
Estas tres emprendedoras de cosmética natural artesanal en Cuba se mueven entre la pasión por lo local y las barreras de un entorno económico que aun no reconoce plenamente su valor. Entre ciertos recelos, la escasez de insumos y un entramado legal difuso para el emprendimiento en este sector, estas mujeres construyen un modelo de negocio orientado a la sostenibilidad y el empoderamiento.
En La Hoja Verde, Sheila está a cargo, pero colaboran con ella otras tres mujeres. “Creo que el espíritu femenino puede transformar la economía de nuestra localidad. Cada vez son más las mujeres que se adentran en este camino; debemos aliarnos, porque una comunidad integrada puede facilitar muchos procesos”.

Erlys también dirige un grupo que apuesta por el cuidado personal: “Las mujeres en este último decenio hemos tomado las riendas de la cosmética y esto ha permitido que crezca la cantidad de formuladoras buenas en lo que hacen”.
“Muchas hemos encontrado en la cosmética natural un espacio para desarrollar negocios propios, debido a la posibilidad de trabajar desde pequeños talleres o bajo formatos cooperativos y microempresas”, destaca Ana.
Aunque aún quedan muchos caminos por recorrer, desde 2022, en alianza con instituciones y emprendimientos, la mipyme Eco Rizos, dirigida por María Carla Figuerola, organiza el Encuentro de Cosmética Natural Artesanal —ya con tres ediciones— y co-gestiona el Taller “Introducción a la Cosmética Natural y Ayurveda”, junto a profesores de la Sociedad Cubana de Ciencias Cosméticas de la Universidad de La Habana. Estos encuentros reúnen a emprendedoras con el propósito de socializar procesos que apuesten por la cadena de valor, la equidad de género y la responsabilidad ambiental.
“Se lo debo a mi gente, pues Cuba es el lugar donde Qué Negra! surgió. Aquí tuve el apoyo de muchísimas personas, después de varios portazos en la cara. He participado en eventos, conferencias y he viajado Cuba entera con y por Qué Negra! No puedo dejar a toda esa gente detrás, ni abandonar a mi equipo y a toda esa comunidad que con muchísimo sacrificio logramos crear”, enfatiza Erlys.
Sheila lo resume así: “Surgimos en medio de la pandemia: no había jabón ni medicinas; nacimos de la necesidad, pero descubrimos que aportamos mucho más. Hemos creado una comunidad de clientes de la cual nos retroalimentamos. No solo se trata de hacer un producto de calidad que mejora el cutis o hidrata el cabello, sino de generar un impacto en el estilo de vida y en la cultura. Nuestro propósito es hacer un poquito más felices a las personas”.











