Fotos: Alain L. Gutiérrez / Abel Carmenate
Carlos Díaz es un hombre maravilloso. Su compañía más que un grupo de teatro es una familia. Una familia escandalosa, espectacular y no por eso menos noble. Su casa es una especie de templo al que todos entran y salen para confesarle por dónde va la vida. Federico, su perro, se encarga de que nadie lo lleve de su lado; siempre tuve la impresión de que Fico expresa a su modo, la necesidad de él que tienen la mayoría de las personas que lo conocen. Nunca he entendido cómo Carlos logra organizar su tiempo para que cada uno de sus amigos tenga un espacio. Y, de hecho, no son pocos los que lo aman.
No es que yo viva en el teatro, pero amo mi profesión y me costaría mucho trabajar con gente que no la ame intensamente. Para sentirme a gusto necesito querer y comprender a cada uno de mis actores. Soy feliz por trabajar con personas que quiero y me quieren mucho, porque el teatro hay que hacerlo con amor y es muy difícil lograrlo si uno no siente admiración, respeto y mucho cariño por las personas que tiene a su lado.
Después de que lleváramos a escena la trilogía de teatro norteamericano Zoológico de cristal, Té y Simpatía y Un tranvía llamado deseo, en la década de 1990, quisimos organizarnos en una familia estable, un grupo de trabajo donde pudiéramos hacer teatro y ser felices.
¿Y por qué El Público se llama así?
Bautizamos al grupo con ese nombre porque para nosotros el público que asiste a la sala era, y debía seguir siendo, muy importante. Federico García Lorca escribió una obra con ese mismo nombre. Hay una frase en ella que resume de alguna manera nuestro concepto del teatro: Ahí está el público. ¡Que pase! Y es que el teatro se hace para mostrarlo, porque una sala vacía es como la peor de las tristezas para un creador. Solo cuando logras un lenguaje con la platea, es que sientes que estás haciendo verdaderamente teatro.
Carlos, tus obras parecen no temerle a nada ni a nadie. La gente suele hablar de tus desnudos, pero creo que cuando uno de tus actores se quita la ropa en escena está también desnudando otras cosas.
Sobre el desnudo no hay nada que decir. Creo que es necesario hacerlo porque existen demasiados tabúes con el cuerpo. Algunos críticos me preguntan cada vez que estreno una obra si voy a utilizar desnudos y si estos están justificados o no. Pero a las personas en la vida cotidiana nadie les pregunta por qué y para qué se quitan la ropa en un momento determinado. Por eso mis personajes pueden estar muy vestidos o completamente desnudos. Como en la vida misma.
Nosotros en Cuba no tenemos invierno, hay mucho calor en nuestra cultura, por eso creo que a veces tenemos que desnudarnos, quitar las cáscaras para mitigar los prejuicios.
Nunca has dejado de hacer teatro en Cuba. Tus obras han viajado el mundo y siempre vuelves. ¿Por qué?
Hay semillas que no germinan en otra tierra y ese es mi caso. Siempre he pensado que lo que hago aquí podría haberlo hecho en cualquier otro lugar, pero no opté por eso. Gracias a lo que he logrado artísticamente con mi obra, he podido trabajar sin contaminaciones, sin necesidad de pensar en cómo decir las cosas. El hecho cultural mismo ha facilitado crear un lenguaje con los diferentes tipos de público y eso me da muchas fuerzas.
Inundar de emoción a un público que no es el tuyo depende de un cambio que debes experimentar de modo individual y al que no quise nunca someterme. Respeto y siempre he respetado la decisión de cada cual, pero la mía ha sido seguir trabajando en esta Isla.
De mi grupo se han ido muchos actores y actrices. Ya me duele el brazo de tanto decir adiós, pero respeto a los que como las golondrinas, quieren moverse hacia otros lugares, porque para mí la felicidad de un hombre depende de donde quiere estar, vivir y trabajar. Como decía Virgilio Piñera el mundo se mueve y se mueve rápido; y la gente tiene derecho a moverse con él.
Carlos Díaz y su compañía de Teatro El Público viajarán a Estados Unidos para presentar Calígula. Una obra que estrenó en Cuba en 1995. Las funciones serán los días 14, 15 y 16 y 17 de junio en el Teatro Colony de Miami. Fueron invitados por Éver Chávez, presidente de FUNDARTE, quien además trabajó junto a Carlos como productor de El Público en los años 90.