En el imaginario y en la nostalgia de todos los cubanos emerge el emblemático Paseo del Prado de una especial manera. Son muchas las razones para llevarlo muy dentro a donde quiera que vayamos cargando nuestro saco de memorias, desde La engañadora de Jorrín sonando: A Prado y Neptuno, hasta los simbólicos y cómplices leones de bronce.
Hace poco más de un año, existe en la concurrida arteria que nace junto al mar un nuevo sitio o mágico pretexto para por acá pasear una y otra vez y también recordar. Bajo el nombre de Prado 115, se erige una suerte de templo para la degustación culinaria y la apreciación del mejor arte cubano contemporáneo.
Justo entre las calles Refugio y Genios se erige este sui generis lugar que late en este rincón de la parte vieja de la ciudad de las columnas. Su propuesta no es otra que arte y comida… o comer con arte, pues el comensal siempre se marcha con la sensación de haber alimentado a todos y a cada uno de sus sentidos.
Se trata de un audaz proyecto, sin dudas, exitoso que vincula ambas manifestaciones culturales tan vitales para el ser humano. Pues el arte alimenta el alma del mismo modo que una exquisita fabada. Todo comienza desde la entrada al recinto en que una colorida victrola, una añeja caja fuerte coronada por una máquina de escribir y múltiples obras de arte te reciben y recuerdan que no estás en un restaurante cualquiera.
Prado… no es solo un bar-restaurante, es un espacio cultural en que la gastronomía es una parte más del todo. Para deleitarse con los sabores de la cocina criolla estilizada e internacional y apreciar la rica simbiosis entre diversas culturas fue diseñado, aunque también es posible apreciar las maravillas de la cocina criolla tradicional y de la creativa internacional.
La paella marinera, el pulpo a la gallega y la ropa vieja son inmejorables, junto a los postres elaborados 100 por ciento en la casa y la exquisita coctelería que continúan sumando adeptos al lugar, en el que convergen también melodías en vivo que nacen también de las teclas de un antiguo piano.
Entrar en Prado 115 es una pequeña caja de sorpresas. También la decoración presenta unos toques, indiscutiblemente con personalidad propia, de difícil explicación. Simplemente vale indicar que está hecho al gusto de su propietaria, con una conjunción de colores, juegos de luces, velas, muebles, manteles, antigüedades entre otros ornamentos que consiguen lograr lo más importante: que el visitante se sienta cómodo y complacido.
Este espacio va mutando a medida que transcurre la jornada, pues en él es posible disfrutar desde una sencilla merienda a una sofisticada cena. Celebrar eventos, cenas conciertos, conferencias de prensa, presentaciones y hasta servir de locación para materiales audiovisuales es también el sentido de Prado… Para ello dispone de dos espacios comunicados entre sí pero que pueden funcionar conjunta o separadamente en función de las actividades.
El ruido de los autos que a cada instante desfilan, el garbo de los años cincuenta, el embrujo del más reciente y espectacular arte nacional y el swing de lo vintage son otros de los ingredientes que componen este multicultural y encantador restaurante, que además del apetito, restaura y acaricia lo espiritual.
Prado 115 es un sitio de sentimientos encontrados y exóticas pasiones, que de los pinceles a los fogones nos guía a interpretar los sabores y descifrar los misterios la creación. Recordándonos siempre que tanto la comida como el arte están hechos para ser sentidos, no para ser entendidos.
Se puede apreciar que es un lugar muy acogedor en las fotos …., un ambiante maravilloso de nuestra Cuba. Felicitaciones y mucho exito deseo para todos los que alli laboran. Gracias por hacernos llegar estas cosas hermosas de mi tierra.
Gladys, estas en todas partes!!
Saludos a mi hermosa y recordada Cuba.