Yamel es una mujer de 40 años que conserva la lozanía y coquetería de una adolescente. Con su pelo rubio, sus labios rosados, totalmente vestida de negro y acompañada de su pareja, nos sentamos en el malecón, quizás porque quería hablar de su vida frente a la saya azul de Yemayá o porque el mar siempre será un eterno recuerdo de su natal Puerto Padre, donde comenzó a descubrir la dicotomía que existía entre su alma y su cuerpo.
“En mi adolescencia comencé a sentir incomodidad con mi cuerpo, me miraba en el espejo y sentía que algo me sobraba. Es algo que en ese entonces eres incapaz de comprender, tenía como 12 años. Mi alma no estaba acorde a mi organismo. Eran los años 90, unos años muy duros, pero mucho más para alguien como yo.”
Fue un golpe severo para la familia porque aquel niño que iba despuntando se proyectaba de manera diferente al resto de los varones y era algo que no se entendía. “Desde chiquita me impuse a la vida, nunca usé pantalones ni nada de hombre. Llevo casi toda mi vida vistiéndome como mujer porque siempre he sido una mujer”. A diferencia de lo que muchos puedan creer “nunca me sentí gay, me sentía como una mujer en un cuerpo que no era mío. Siempre me atrajeron los hombres, los veía exquisitos, atractivos. Con las mujeres era diferente, me veía en ellas como quería ser yo. Veía a una mujer hermosa y me decía que quería ser igual a ella”.
Con apenas 14 años sintió por primera vez dos sentimientos intensos pero opuestos, al perder a su padre y enamorarse de su profesor.
“Mi padre tuvo un accidente y mi mamá se quedó sola con nosotros. Ella siempre fue muy de la casa, dedicada a su esposo, a sus hijos. Me senté un día con ella y le conté lo que me sucedía. Ella no sabía qué decirme. Eran muchos golpes al mismo tiempo y en pleno período especial, además de que había mucha discriminación. Tuve tres intentos de suicidio”.
Al no tener a nadie que le ayudara comenzó a buscar información “hasta que encontré un libro en el que se hablaba del CENESEX” (Centro Nacional de Educación Sexual). Un día escuchó en la radio que había una doctora de dicho centro que estaba dando una conferencia en Las Tunas y “me fui sola, sin decir nada, a verla al hotel donde estaba”. Era la Dra. Ofelia Bravo y fue quien le dio su primer turno para ser atendida en el CENESEX.
“Ahí me explicaron lo que me estaba sucediendo y las cosas que se podían hacer, como la adecuación genital. Yo tenía 15 años y en ese momento era casi imposible, era un sueño muy difícil de lograr en aquel entonces”.
Fue un largo proceso de 20 años de espera. “En todo ese tiempo nunca tuve pareja y el tratamiento hormonal fue complicado porque son un arma de doble filo” y orgullosa, resalta que es fundadora del grupo trans en Cuba. “Eran los últimos años de los 90 y concurríamos en el CENESEX un grupo en el que todas pudimos conseguir la reasignación de sexo aunque ya otros muchachos que habían conseguido la adecuación de mujeres a hombres”. El tiempo de espera le sirvió también para estudiar y superarse. “Tengo 12 grado, soy estilista y cosmetóloga. Mi profesión también ha sido mi refugio, aunque viví momentos en los que no me dejaban trabajar vestida de mujer”.
Hace cinco años el momento esperado llegó. “No tengo casi palabras para describir lo que se siente. Es un sueño del que despiertas en una realidad que anhelaste siempre. Es como volver a nacer, es como verte a ti misma como siempre quisiste ser. Es algo hermoso”. A pesar de lograr su objetivo, la adecuación genital no significó el fin de los problemas en su vida.
“En Cuba hay mucha discriminación y no solo en el ámbito sexual. Existe mucha homofobia y para mí ha sido convivir con ella como se convive con una enfermedad crónica. Hay que aprender a convivir con los problemas, no ellos contigo. Existe también mucha ignorancia en cuestiones de sexualidad. Casi nadie sabe diferenciar lo que es ser homosexual, travesti, transexual, transgénero. Es muy duro para un transexual que alguien le diga maricón o travesti. Es duro porque tú no eres eso, pero llega el momento en que te acostumbras a esas cosas”.
Para muchos el cambio de sexo es un mal innecesario ya que consideran que al realizarlo, la persona que se somete a dicha cirugía es incapaz de volver a sentir placer en la cama. Aunque bien es cierto que existen numerosos casos donde eso ha ocurrido, con Yamel no sucedió así.
“Después de la adecuación, la primera vez que tuve un orgasmo fue durmiendo. A pesar del placer me asusté, porque era mi primer orgasmo. Cuando subí a la mesa de operaciones no me importaba no sentir luego. Al verdadero transexual no le interesa no sentir. La gente me decía que me iban a mutilar y que no sentiría nada ”.
Yamel se siente realizada en casi todas las facetas de su vida. “Tengo un solo hermano. Desgraciadamente no puedo tener hijos pero tengo dos sobrinos que son mi vida y con los que quiero estar para verlos crecer. La vida es luchar por lo que se quiere y yo quiero reunirme con mi familia y poder estar con esos niños que son también mis hijos. Aunque soy una mujer muy independiente ahora lo que quiero es estar con ellos porque la felicidad es la familia. No todos tiene la dicha de lograr lo que quieren y yo lo pude lograr gracias a Dios, al CENESEX, a Mariela y a mis médicos. Ojalá que un día todas las personas entiendan que todos somos iguales y que por tanto hay que respetarse”.
Lo que falta es que digan que ‘con su pelo rubio natural’… Para alguien que ‘siempre ha sido mujer’, tiene una cara bien MASCULINA. Sorry, no es homofobia, ni discriminación. Créanme no lo soy. Es objetividad.
Esa expresión de fèmme fatale trasnochada, no tiene nada de femenina y denuncia, justamente, su masculinidad de ‘origen’. Sólo los travestis miran así. Con los perdones que ‘ella’ no se sienta ni gay, ni travestida.
Es lamentable convertir a los trans en la bandera de la causa gay, pues representan un % ínfimo de un sector que está lejos de vivir en armonía con el medio.
Gastar dinero en costosas operaciones, para ‘producir una mujer’ que biológicamente nunca lo será (por mucho que Mariela insista que son ‘resagos culturales’) y dejar a miles de cubanos homosexuales a merced ‘de la marea’ es muy contradictorio.
Ya lo dice ‘ella misma’ no puede tener hijos. Pasó por una terapia hormonal – ‘arma de doble filo’.
Lo más gracioso es ver cómo Mariela insiste que son reflejos artificiales y ‘la operada’ lo primero que hace es escoger una profesión netamente femenina, perpetuando lo que según su mentora son modelos culturales atrasados.
Bonita historia. De una valiente de mi pueblo
Darío, yo no quisiera pensar q tú eres el tal José Darío q te has acortado el nick para poder seguri medrando por aquí después de q te han callado tanto la boca por tus idioteces.
Creo q sí, q eres José Darío, pq esa es la misma forma de pensar del finado, troglodita, arcaica, primitiva, y no, q va, no eres homofóbico ni nada, y siempr etorciendo o tratando de torcer la cosa hacia la crítica política, q vamos a hacer con gente como ustedes.
Ah, y ponte a ver estadísticas, encontrarás q la mayor cantidad de operaciones de este tipo se realizan en el mundo desarrollado, occidental, elq te gusta a ti, solo q allá hay q pagarlo y aquí e sgratis, nada, la culpa es de quien tu sabes.
Besitos, como no eres homofóbico, jajajaja
Siempre he sido un cosmonauta. Mañana saldré con escafandra a dar una vuelta por el barrio. Que conste, yo no estoy loco. Solo estoy ejerciendo mi derecho a realizar un sueño de la infancia. De niño me vestían con uniforme escolar y yo me sentía raro, no me hallaba. No me lo podía explicar, pero algo me decía que yo no debía estar en mi casa, sino en una nave espacial. Ahora que surgió el CENECOS (Centro Nacional de Educación Cosmonáutica) me siento realizado, aunque me siguen discriminando, porque dicen que yo tengo aspecto de guagüero, no de cosmonauta. En fin, yo soy cosmonauta desde siempre, solo que nací en un cuerpo equivocado. La naturaleza últimamente se equivoca mucho, pero, por suerte, ya descubrimos que es la naturaleza la que se equivoca y eso nos da un salvoconducto para ser consecuente con el cosmonauta que llevamos dentro, agazapado en cuerpo de guagüero. A mi no me pregunten, ella (la naturaleza) es la culpable
pues decidi leer esta historia cuando estaba desayunando y fue una horrenda opcion.
Me pareceria hilarante, si no fuera tan vergonzoso, que un pais con una multitud de problemas tan acuciantes, como lo es Cuba, decida destinar recursos economicos a satisfacer los caprichos de este tipo de gente. Deberian cobrarles estas operaciones, y bien caras por cierto.
esa isla un desastre
Lo último que pensé que leería en los comentarios de los protestantes habituales de On Cuba, que somos muchos, entre los que me incluyo, por supuesto, son algunas opiniones tan discriminatorias. Descontando la de Vaquero RF, que indudablemente tiene un sentido del humor algo especial pero igual de inteligente, y bien narrado, aunque sea sarcástico, es triste descubrir personas que sigan exponiendo razones tan absurdas y enfermizas. Es cierto que los terrenos de las sexualidad humana son movedizos, cenagosos, desagradables por momentos, porque no hay forma de llegar a un consenso, ni falta que hace, quizás, pero de ahí a ridiculizar, no tanto el trabajo del periodista, sino de la persona a la que entrevistan, con una historia de vida tan sufrida como la de otros tanto millones, sí, porque son millones alrededor del mundo, no solo en Cuba, los que están “atrapados en el cuerpo equivocado”, por demás un lugar ya demasiado común que habría que revisar, me parece execrable. Si vamos a discutir al respecto, que es la idea, imagino, vamos a partir de la premisa del respeto por el otro, quien sea. Por lo demás le hacemos flaco favor a la comunidad LGBTIQ si insistimos en descalificar a sus miembros, no ya hombres y mujeres, animales sexuales, lo digo en el buen sentido, sino, sobre todas las cosas, seres humanos dignos, que hay que respetar. Habría que empezar por ahí. Y luego, cortar por lo sano. Que para algo están los médicos.
@’Antiguacho’ la trayectoria de José Darío la sigues bien. La mía, no la conoces. Moraleja… especula menos, califica mejor y déjate de ironías de tres por quilo, que no te salen bien, ni me pegan.
PS. Si me vas a poner un cartelito, dime ‘transfóbico’. Otra cosa, no me des besitos, que no sé a quién besa tu desbocada boca 😉
@Rolando ¿enfermizo? ¿execrable? ¡Qué adjetivación tan recargada! Que uno no sea militante, no significa que sea ‘enfermo’ y ‘degenerado’.
Aquí no se plantea debate alguno: se expone un hecho y nosotros lo comentamos. Algunos con ‘humor sarcástico’, otros con un discurso más directo. Pero llegamos al mismo punto… ¿Por qué entonces uno es ‘inteligente’ y el otro ‘execrable’?
La persona que aparece aquí NO TIENE CARA DE MUJER y NO REPRESENTA a la comunidad HOMOSEXUAL de Cuba.
Sólo a uno de sus segmentos que se ha cogido como bandera, porque es más fácil operar a media docena de trans que, por ejemplo, ‘resolverle la vida’ (comillas) a los cientos de miles de gays de Cuba que, sin ir al extremo de sentirse ‘otro’, aun no pueden vivir con plenitud (y no tiene que ver con política, aunque sí tiene que ver, porque hay muchas decisiones que no son ‘herencia de la cultura patriarcal’ y se padecen).
La gran mayoría de los que ‘siempre han sido…’ ni siquiera acusa algún tipo de androginia, y sin embargo… los vemos clamando por su ‘derecho a devenir mujer’.
Sucede que eso nunca se consigue, porque su fisiología, grosso modo, sigue siendo masculina, porque nunca van a procrear, porque ni siquiera siempre terminan pareciendo ‘mujeres 100%’.
Ese individuo 1) afianza la cultura patriarcal, al abrazar una feminidad que muchas mujeres ya no aceptan; 2) se deslinda – como un mérito – de gays y travestidos, porque se dice ‘mujer’ (lo cual sencillamente NO ES UN HECHO). ¿Y eso hay que aceptarlo?
En mi diccionario de sentido común no. Yo soy un ser pensante y por muy afín que sea a la causa, no me puedo embutir con verborrea.
Todas las militancias llevan un toque de irracionalidad. La irracionalidad nubla los sentidos y hace ver fantasmas donde no los hay.
PS. 2. LGBTIQ… cada vez la siga más larga.
Darío. Comparto tus argumentos en muchos sentidos pero también entiendo que en Cuba, tras la mascarada de la lucha por la equidad, la igualdad y la justicia social, también se ha postergado el cambio de ciertas políticas públicas de inclusión, que partan al menos del respeto elemental por todos los ciudadanos cubanos, en especial por aquellos, que en teoría, no se adaptan o adecuan a una determinada apariencia o imagen estandarizada o que asumen un comportamiento “desviado” según ciertas normas de convivencia cuando menos cuestionables en su planteamiento legal. Es una cuestión de enfoques. Mi perspectiva del asunto es en extremo elemental. Cada cual tiene derecho a ser y manifestarse, públicamente, como le plazca, siempre y cuando eso no contravenga el bienestar colectivo. Lo que habría que definir mejor cuáles son los límites, si acaso es preciso establecer alguna frontera a la conducta personal. No estoy hablando de un aquelarre permisivo a tiempo completo, festinado, sino de la necesidad de entender la diversidad y pluralidad de la sociedad humana. Y tienes razón, quizás esa persona en específico de la que habla el artículo no tenga cara de mujer ni represente un sector numéricamente mayoritario de la comunidad alfabética cubana (LGBTIQ), pero es parte de ella, y defiende sus derechos como cualquier otro individuo. Si nos ponemos exigentes, te pregunto: ¿Qué es tener cara de mujer? ¿Acaso no replicas sin darte cuenta el arquetipo o estereotipo de lo que implica ser mujer en la sociedad contemporánea? Es un debate interesante a la luz de los acontecimientos y la historia. En cuanto a mi adjetivación no es algo que pueda controlar. Forma parte de mi estilo retórico. Deformación profesional. Por otro lado no demando que nadie milite en ninguna causa, de la naturaleza que sea, sino que nos detengamos a pensar con cabeza fría, para tratar de entender al menos la lógica del asunto, mucho más complejo y difícil de aprehender de lo que aparenta. Disfrutamos de la posibilidad de odiar al prójimo, pero siempre a puertas cerradas, en casa. En otro contexto, con un marco jurídico diferente, declararse transfóbico, que no es que me parezca mal porque en tú caso lo empleas para reafirmar una posición de principios, por lo menos desde el discurso, sería incluso punible desde la ley, lo que establece otro punto en el análisis. La total indefensión desde el articulado del código penal, de ciertos grupos sociales minoritarios. Por ejemplo, aquí en España, el debate, tras las 54 mujeres asesinadas el año pasado por sus parejas, debido a la violencia machista, pasa, entre otros temas, por incluir en la lista a las prostitutas, transexuales y transgéneros asesinados, mercadearan con su cuerpo o no. En resumen. Es un tema complejo que debe ser analizado con calma. Mis saludos respetuosos desde Tarragona.
Ser ‘transfóbico’ no implica ejercer la transfobia Rolando. Además, fue un recurso – retórico – para responder a un comentario impertinente.
De hechos punibles no me hables, porque yo tengo formación jurídica. Y, al menos en esta isla, todavía no se ha contemplato esa posibilidad. Si lo más elemental está por legislarse ¿qué esperar de algo ‘tan específico’?
La peligrosidad social – que encierra todo delito – va más allá de un comentario objetivo – desde la perspectiva que se mire, la trans y sus afectos nunca dirá que tengo la razón, aunque yo podría dársela a ‘ella’.
Es cierto que la subjetividad nos come todos algún pedazo del discurso, pero los rostros ‘de mujer’ están descritos por la ciencia.
Hasta los animales hembras tienen facciones ‘femeninas’. Pregúntamelo a mí, que hace tiempo vi una puerquita y enseguida dije: ¡es hembra! ¿Y sabes por qué? ¡Por las cejas!
Por muy naif que sea la anécdota, es algo que se cae de la mata. Y no tiene sentido discutirlo, porque en el mar de la ‘pasión subjetivada’ hay siempre un roto para un descosido.
Saludos cordiales desde La Habana
Darío. Entendí perfectamente lo de transfóbico como un recurso retórico. Me encanta la esgrima verbal. Deformación profesional. Insisto. Soy Historiador del Arte y mi tesis de doctorado es sobre el discurso de la crítica de cine en Cuba y la construcción de sentidos. No te acusaba de ser un homófobo. Por mi parte me declaro hemofílico y la gente sigue sin entender el chiste de asumir que tengo muchos amigos homosexuales y me resulta completamente diferente lo que piensen al respecto. Los aprecio, los beso en público a los que son íntimos. Los apoyo en lo que pueda. Por eso mi insistencia en debatir y tratar de mover ideas desde un espacio de discusión visible en los dos lados del estrecho de La Florida. El problema es que la jurisprudencia y la justicia también pasan por el tamiz subjetivo de la interpretación y la semántica, desgraciadamente. Hablaba precisamente de la vulnerabilidad legal de esos grupos que aun cuando han ganado en visibilidad, incluso en respetabilidad, que no tiene nada que ver conque marchen travestidos para defender sus derechos, siguen siendo discriminados de muchas maneras diferentes, algunas de ellas no necesariamente sutiles. Te lo explico desde mi ciencia. Los dos personajes más recurrentes del cine cubano, documental, o de ficción, sin distinciones al respecto, son los homosexuales ya las prostitutas, indicio inexcusable de que ciertas problemáticas siguen latentes y aún sin resolver. Ponte a pensar en el último largometraje de Carlos Lechuga. Por ejemplo, del cual salió una entrevista al realizador en On Cuba. Por aquí investigo Fresa y chocolate, que ya tiene 23 años de estrenada y es como si el tiempo no hubiese pasado, y todo parte del no reconocimiento de las soberanas metidas de pata cometidas en contra de la comunicad cubana LGBTIQ. Tengo un muy buen amigo abogado, Marcos, allá de donde soy, de Santiago de Cuba, que es el asesor legal del CENESEX en Santiago de Cuba y el me lo decía de muchas maneras diferentes, lo del enorme vacío legal al respecto. Lo mismo me decían mis colegas y amigos profesores de derecho de la Universidad de Oriente. Alguien dijo en otro artículo que más que discutir de la aprobación de la Ley de Cine es preciso aprobar otras incluso más urgentes. Sería bueno, quizás, una suerte de Ley de la Memoria Histórica, para rescatar del olvido a los siquitrillados por el delito de ser homosexuales. Es lo que propongo. Nada más. Saludos de nuevo respetuosos.
Darío por Dios q autosuficiente, jajajaja, deja q el niño te salga con ese problemita a ver dónde te vas a meter. Jum, y cuando te lleve al primer novio a casa, ay papá.
Qué bajo estamos cayendo Burundanga… se nota en qué tema estamos.
La indefensión jurídica es evidente, estimado Rolando. Pero es parte de un mal mayor. Es general, no sólo del contingente ‘homo’. Hablar del asunto, es llevar la discusión a un nivel aún más peliagudo.
En cuanto al cine, no sabría decir si es la necesidad de expresión o los limitados rangos de la misma.
No, porque haya ‘tema tabú’ o ‘atragantados’, sino porque los ‘creadores’ cubanos andan poco creativos.
¿Te has dado cuenta que prensa y cine – la TV no existe, aunque el Canal Habana habló de dos mujeres criando un hijo – siempre ponen historias trágicas de vida?
No hay un solo gay ‘normal’, sin dramas desgarradores. Siempre se tienen que agarrar la cortina. Obvio, que esos temas son más ‘ricos’.
Donde no hay contradicción, la emoción se apaga… ¿pero no existen historias de gays no extremos, que viven vidas meridianas, sin patadas, ni desprecios?
Hombres, mujeres ‘neutrales’, sin afeminamiento o masculinización, que viven… sin plenitud, quizás, pero viven. ¿Sólo tiene que haber víctimas?
Mientras eso siga así, el gay no será asumido como uno más, sino como un paria, excreado por la ‘anormalidad’ de sus deseos…
Ya es hora de ir dibujando una imagen menos tremendista, sin tapar el sol con un dedo, ni decir que Cuba es el paraíso homosexual (porque no es… hay muchas trabas, absolutamente oficiales, que no pinta que se vayan a quitar).
Está bien, Yamel es una Mujer. Eso está dicho y expresado por ella y hasta por su nombre Unisex. Lo entiendo parcialmente. Ahora su pareja ¿qué es? Un hombre que le gusta otro hombre que quería ser mujer? Yo creo que ni me interesa pero se me complican las cosas. Darío dice cosas ciertas. “No hay un solo gay ‘normal’, sin dramas desgarradores. Siempre se tienen que agarrar la cortina. Obvio, que esos temas son más ‘ricos’. ¿pero no existen historias de gays no extremos, que viven vidas meridianas, sin patadas, ni desprecios? Hombres, mujeres ‘neutrales’, sin afeminamiento o masculinización, que viven… sin plenitud, quizás, pero viven. ¿Sólo tiene que haber víctimas?”.
Yo tengo las mismas ‘dudas’ que Melvis. En Brasil, antes de ‘volverse hombre’ (con pelo en pecho, pero ¡sin pene!) Tammy Miranda tenía una novia (muy bonita, por cierto). Tammy fue un ‘mujerón’, que llegó a posar desnuda, hasta que se le ‘despertó’, algo que ella misma afirma haber tenido siempre: UN HOMBRE en el interior. Eso la llevó a la polarización masculina de muchas lesbianas y a tener parejas que iban al otro extremo: una feminidad escandalosa que dejaba en duda lo que anima a un mujer homosexual. Esa joven, que sigue siendo pareja del ‘chico’ Tammy ¿qué es? porque antes era lesbiana… ¿y ahora? ¿si su mujer se volvió hombre? Para mí, siempre fue ‘hetero’, porque Tammy era mujer ‘nominalmente’. Ahora lejos de la ironía, en la concreta eso es un inquietud legítima. Y nada homofóbica, sino un acertijo para los psicólogos.