Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro ya son historia. En los libros quedará registrado el puesto 18 para Cuba en el medallero con cinco coronas, dos metales plateados y cuatro bronces, actuación similar a la pronosticada, aunque por debajo de mis expectativas.
Preseas seguras, a mi modo de ver, de Rafael Alba, Yarisley Silva, Roniel Iglesias, Yosbany Veitía, Yowlys Bonne o Reinieris Salas finalmente no subieron a la cuenta de la Mayor de las Antillas, rescatada de nuevo por el boxeo (tres oros y tres bronces) y la lucha grecorromana (dos cetros y una plata).
Pero ese no fue todo el gasto de Cuba en Río. Decenas de atletas que compitieron bajo otras banderas también representaron a nuestro país en la urbe carioca, algunos de ellos con actuaciones sobresalientes, escalando al podio en pruebas extremadamente duras.
En las redes se ha destapado un profuso debate sobre este asunto, múltiples sitios se han aventurado a calcular cómo quedaría la Isla si contara con dichas preseas, y lo cierto es que solo escalaría un peldaño –hasta el puesto 17– con la adición de cuatro platas y dos bronces, sin incluir en la ecuación al voleibolista Osmany Juantorena, segundo con la escuadra italiana.
Mucho se ha hablado del caso de los voleibolistas cubanos diseminados por el mundo. Son decenas, de calidad suprema, que de poder competir nuevamente con las cuatro letras en su pecho conformarían una nómina del terror, capaz de superar a cualquiera de los principales equipos en el universo de la malla alta.
Juantorena es uno de ellos, sin duda, y en Río lo demostró, al ubicarse individualmente como el cuarto mejor anotador de la lid, con 103 unidades por sus remates, 7 por el bloqueo y 6 gracias a su servicio, prueba de su integralidad. Solo lo superaron el anfitrión Wallace de Souza, el estadounidense Matthew Anderson y el italiano de origen ruso Ivan Zaytzev, tres atacadores opuestos que tienen más opciones de ataque que un auxiliar, la posición del cubano.
Desafortunadamente a Juantorena no lo veremos de nuevo defendiendo la armada nacional, pues ya se ha instalado en el plantel transalpino como una de sus figuras medulares. Imprescindible con su saque, ataque, defensa y trabajo en la net, el santiaguero es un jugador universal que siempre añorarán nuestros dominios.
Las vallas, una tradición
Meses antes de los Juegos Olímpicos tenía la sensación de que Orlando Ortega podía ser campeón olímpico. No existía seguridad sobre su participación en Río, pues hasta el mismo 29 de julio (el día de su cumpleaños), solo una semana antes de comenzar los Juegos, no tenía autorización de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) ni del Comité Olímpico. Sin embargo, el potencial estaba ahí.
“La posibilidad de que no me concedan el permiso es algo en lo que ni pienso. No tiene sentido perder el tiempo preocupándome por algo que está más allá de mi capacidad de decisión”, expresó el corredor cubano poco antes de que se quebraran todas las barreras y lograra la autorización a contender bajo la bandera española en Brasil, donde salía como virtual favorito.
Apoyado a muerte por su padre y entrenador actual, Orlando, quien también fungía como preparador de atletismo en Cuba, y su madre, Cristina Echeverría, velocista que compitió por la escuadra caribeña en México 1968, el vallista corto tenía por fin ante sí una oportunidad de mostrar su valía en el más exigente escenario.
En 2015 realizó la mejor marca del planeta con 12.94 segundos en los 110 metros con vallas, a la cual nadie se había siquiera acercado en el presente curso atlético. Solo una deuda de competencias y la duda sobre cómo manejaría la presión de correr con todos los focos concentrados en su figura atentaban contra su asalto al podio olímpico.
No obstante, el artemiseño respondió a la altura de su calidad, con carreras de nivel, remontando valla tras valla, fase tras fase, hasta instalarse en la gran final. Allí quedó parado en la arrancada, le costó salir en busca de su objetivo supremo, pero otra vez salió del ostracismo y con un remate legendario conquistó la primera medalla del atletismo español desde que Joan Lino lograra el bronce en la cita de Atenas 2004.
Esta sí sería una medalla que subiría a la cuenta de Cuba en Río, pero Orlando desde 2013 abandonó la selección nacional luego del Mundial de Moscú, y buscó mejor suerte en España, nación que ubicó de nuevo en el mapa atlético, con la promesa de nuevos éxitos en el futuro al tener solo 25 años.
Después de la medalla vinieron los conflictos. Le ofrecieron la bandera cubana en la gradas y la rechazó, dijo que estaba como loco buscando la enseña española. Se habló de “ex cubano”, desde Cuba; lo criticaron por su acento (tal vez fingido); lo defendieron por su valor para dejar todo atrás y perseguir las ilusiones. En fin, una tormenta imperfecta, de la cual seguramente emergerá sin que la sangre llegue al río.
Puño a puño, Sotomayor
Es complicado escuchar sobre Sotomayor y no viajar directamente hasta los 2.45 metros de altura que sobrevoló el gran Javier hace casi tres décadas para imponer uno de los récords mundiales más añejos del atletismo. “El Príncipe”, uno de los mitos en las pistas de cualquier rincón del planeta, marcó para siempre el linaje del apellido.
Sin embargo, ahora hablamos de Lorenzo, un Sotomayor diferente, aunque diversas fuentes han confirmado que proviene de la misma familia. “Es primo de su padre, y una inspiración”, recoge la Agencia Francesa de Prensa en un ligero perfil sobre el boxeador habanero, ahora instalado en la exótica Azerbaiyán, nación que lo puso en Río de Janeiro como una de sus cartas de triunfo sobre el cuadrilátero.
“Él (Javier) no sabe mucho de boxeo, es saltador. Solo me dijo que me mantuviera enfocado en mi estilo y mirara siempre hacía adelante”, expresó Lorenzo en el propio reporte, que refleja como el púgil cubano se fue Azerbaiyán casado y enamorado de una mujer rusa residente allí.
Por los giros del destino, Lorenzo enfrentó en Río de Janeiro a un compatriota, el camagüeyano Yasnier Toledo, al que derrotó con pasmosa tranquilidad para continuar el viaje olímpico hasta una improbable presea de plata, una de las siete que conquistó la delegación azerí en Brasil.
Tuvo el oro a tiro, pues en la pelea decisiva ganó el primer round al uzbeco Fazliddin Gaibnazarov, aunque luego cedió en los dos conclusivos, lo que igualmente representa un resultado fenomenal para un hombre que hace tres años se encontraba en La Habana vendiendo ropa y zapatos para ganarse la vida y alimentar a sus dos hijos, según otro perfil de la BBC.
Cuando bajó del podio, tampoco buscó la bandera cubana, solo dedicó el triunfo a su madre. “Creo que estará llorando. Soy el hijo menor y estoy haciendo sus sueños realidad. Ella debe estar llorando mucho”.
Más allá, sus palabras sí que muestran agradecimiento a Cuba, lugar al que siempre pertenecerá. “Mi vida ha cambiado 100 por ciento, pero debo todo lo que soy a Cuba. Ahí es donde aprendí todo, es mi país de origen”, dijo antes de perderse hasta un próximo reto.
Más medallas en la cuenta
La cuenta de medallas cubanas no termina con las mediáticas historias de Orlando Ortega y Lorenzo Sotomayor. Otros, sin acaparar la atención, también alcanzaron la gloria olímpica, para beneplácito individual y de muchos compatriotas que celebran los triunfos cubanos sin importar de dónde sean.
En las pistas, Yasmani Copello devoró los 400 metros con vallas cubierto por la bandera de Turquía, que ganó un bronce gracias a su apuesta por el corredor habanero, una de las ocho medallas que se llevan como botín de la urbe carioca.
A los 29 años llegó el premio más grande para un atleta que deambuló por la selección nacional cubana sin resultados de alcurnia, figurando como una promesa que hace cuatro veranos decidió probar suerte en el Viejo Continente. Primero en España y luego en el club Fenerbahçe de Estambul, entrenó y entrenó hasta explotar al máximo su capacidad.
En el más alto nivel, y gracias a la oportunidad competitiva de la organización que lo contrató, Copello desembarcó en Sudamérica decidido a probar que los turcos no se equivocaron al verlo como una persona fuerte y de mucho potencial. Finalmente lo consiguió y ya puede presumir de una medalla bajo los cinco aros, privilegio al alcance de no muchos mortales.
La historia de Frank Chamizo dista un poco, pues el luchador mantiene vínculos activos con Cuba, donde se prepara con frecuencia en prolongadas bases de entrenamiento. Casado con una italiana, el joven de 24 años, uno de los exponentes más prometedores de los colchones en nuestro país, se instaló en el país transalpino, y ahora les colgó una presea de bronce.
Tercer lugar del orbe representando a Cuba en 2010, Chamizo se nacionalizó italiano, pero de ese país no ha adquirido muchas armas de la lucha, pues se mantiene entrenando con su mismo entrenador cubano, el cual lo ha conducido hasta la cima mundial en Las Vegas 2015 y el subtítulo europeo, también el pasado año.
En Río partía como uno de las grandes apuestas doradas de Italia, pero un fracaso por estrecho margen ante el azerí Toghrul Aagarov lo envió a la discusión del bronce, el cual logró tras arrollar al norteño Frank Aniello Molinaro en la división de 65 kilogramos.
En la propia categoría se dio hecho muy singular, pues además de Chamizo, de Matanzas, compitieron Alejandro “Calabaza” Valdes (por nuestro país) y Haislan Veranes, natural de Guanabacoa, representando a Canadá; es decir, tres cubanos en el mismo peso.
Otro caso relevante de medallistas en Río de Janeiro es el del gimnasta Danell Leyva, quien nació en Cuba en 1991, pero a los dos años ya vivía en Miami, donde su madre María González y su padrastro, Yin Alvarez, se establecieron, tras dejar atrás el deporte de alto rendimiento en nuestro país, donde formaban parte de la selecciones nacionales de gimnasia.
El joven acróbata despuntó desde pequeño y a los 17 años ya formaba parte del equipo senior de Estados Unidos, con el cual compitió en el Mundial de Tokio 2011, ganando el título en las paralelas, su aparato favorito, y el bronce por colectivos. Su línea ascendente quedó plasmada en la lid olímpica de Londres, donde se llevó el tercer escaño entre los máximos acumuladores. Tenía solo 20 abriles.
Cuatro años más tarde su progresión no se ha detenido. Es uno de los gimnastas insignias de la nave norteamericana, gracias a los altos niveles de dificultad en la mayoría de los aparatos, sobre todo en las mencionadas paralelas y la barra fija, en los cuales se colgó sendos metales de plata en Río de Janeiro.
Los otros cubanos en Río
Como podemos ver, la lista de cubanos representantes de otros países es muy larga: ocho naciones contaron con miembros cubanos, una fuente inagotable de talento, que en muchas ocasiones no son apreciados por el movimiento atlético nacional, y el otros, simplemente deciden probar suerte lejos de casa, donde los puso el destino. Aquí va una lista con todos los concursantes en esta Olimpiada:
-Bredni Roque (Natural de Pinar del Río – Compite por México – Levantamiento de pesas): cuarta posición en los 69 kilogramos con biatlón de 326 kg (145 en arranque y 187 en envión).
-Yadira Silva (Natural de Matanzas – Compite por México – Tenis de mesa): Derrotó en preliminares a Heba Allejji, de Siria. Cayó después en primera ronda ante la eslovaca Barbora Balazova.
-Ramón Pileta (Natural de Holguín – Compite por Honduras – Judo): Eliminado en su primer combate ante el brasileño Rafael Silva en la división de más de 100 kilogramos. Con 39 años fue el judoca más longevo de los que participaron en Río 2016.
-Rafael Da Costa Capote (Natural de La Habana – Compite por Qatar – Balonmano): Después de ganar la plata en el Mundial del pasado año con Qatar, ahora su selección resultó eliminada en cuartos de final contra Alemania, a la postre bronce en Río. Capote anotó 40 goles en seis partidos.
-Julio César Acosta (Compite por Chile – Levantamiento de pesas): Terminó en el puesto 11, con 266 kilogramos de biatlón (120 de arranque y 146 en envión). Quedó a solo un kilogramo de romper el récord chileno en la categoría de 62 kg.
-Yordanis Durañona (Natural de Matanzas – Compite por Dominica – Triple salto): En la ronda de clasificación no logró marca y quedó fuera de la final.
-Yusneysi Santiusti (Compite por Italia – 800 metros): Culminó segunda en su heat eliminatorio (crono de 2:00.45), pero después fue séptima en semifinales (2:00.80).
-Libania Grenot (Natural de Santiago de Cuba – Compite por Italia-400 metros planos): Fue segunda en la primera ronda (51.17 segundos), tercera en su heat semifinal (50.60), y en la discusión de las medallas concluyó en el octavo escaño (51.25).
-Yadisleidy Pedroso (Natural de La Habana – Compite por Italia – 400 metros con vallas): Mejoró dos veces sus marcas de la temporada, primero en la clasificación (55.91 segundos) y luego en semifinales (55.78), pero no logró avanzar a la final.
-Frank Casañas (Natural de La Habana – Compite por España-Lanzamiento del disco): Resultó eliminado en la clasificación con disparo de 59.96 metros.
-Lois Maikel Martínez (Natural de La Habana – Compite por España – Lanzamiento del disco): Resultó eliminado en la clasificación con disparo de 59.42 metros.
-Yidiel Contreras (Natural de Cienfuegos – Compite por España – 110 metros con vallas): Terminó quinto en la clasificación (13.62 segundos) y sexto en semifinales (13.54), por lo que no pudo avanzar a la discusión de medallas.
Me parece no haber visto en la lista al cubanocanadiense Haislan Veranes Garcia, que vive desde el 2004 en Canadá, y quien por cierto le ganó a un cubano de la isla.
Sr. Arzola, cuando el béisbol en Toronto ganó bronce lo critiqué por un artículo q hizo algo complaciente ante el fracaso, pero hoy lo tengo que felicitar por tan buen trabajo que ha hecho, muy imparcial y lleno de profesionalismo. Sería bueno que Randy lo leyera y por favor hágaselo llegar, para que aprenda mucho de usted, y lo que es hacer periodismo del de verdad. Gracias Isidro.
Hola. muy bueno el artículo. Sólo faltaría la opinión o el punto de vista de algún directivo del deporte en nuestro país. Gracias, Marcos.