Omara Durand enamoró a Río de Janeiro durante los últimos Juegos Paralímpicos. La santiaguera cumplió un papel fundamental en la extraordinaria actuación que rubricaron los discapacitados cubanos. La Isla se ubicó en el lugar 18 en la tabla final gracias a ocho preseas de oro, una de plata y seis de bronce. Tres de esos títulos fueron a las vitrinas de la deportista paralímpica más veloz de la historia.
La cita de los cinco aros en Brasil demostró que el talento de Durand, a sus 24 años, no parece tener fin. Ella aumentó su leyenda en cada salida a la pista porque cada despegue del bloque de arrancada significó destrozar actuaciones precedentes, sin que importara la distancia.
Las estadísticas cuentan que “rompió” los cronómetros en agosto de 2015 durante los Juegos Parapanamericanos de Toronto, que solo unos días después –en octubre– arrasó en el mundial de Doha y que su estancia en la “Ciudad Maravillosa” en este 2016 fue bañada por la gloria.
Junto a su guía, Yunior Kindelán, Omara se adueñó de la capital catarí, cuando implantó tres récords mundiales para la categoría T-12 (débiles visuales profundos). Reinó en 100 (11.48), 200 (23.03) y 400 (53.05) metros planos con marcas que, incluso, llevaron a los federativos del atletismo nacional a meditar la posibilidad de hacerla debutar en el panorama de los convencionales. Algo semejante a la histórica presencia del “malvado” Oscar Pistorius en Londres 2012.
Sin embargo, los dirigentes y su entrenadora, Miriam Ferrer, prefirieron preservar a la indómita para la lid paralímpica y todo salió a la perfección. En el estadio Joao Havelange, Durand devoró el hectómetro en 11.40 segundos, ocho centésimas menos de su anterior primacía, se quedó bien cerca de la cota del orbe en los 200, con 23.05, y destrozó la vuelta al óvalo con 51.77.
Su actual nivel competitivo hace que no solo destaquemos sus medallas de oro. No. Las marcas alcanzadas durante los últimos meses nos exigen abandonar el ámbito de los voluntariosos deportistas discapacitados para ahondar en detalles verdaderamente sorprendentes. Y propongo desarrollar este asunto.
Detallo. Los 11.40 segundos logrados en el Gigante Sudamericano la ubican segunda en el ranking nacional de esta temporada. Solo es antecedida por la jovencita Arialis Gandulla, quien ostenta los 11.30 establecidos en el estadio Panamericano de La Habana –instalación no siempre confiable.
El tiempo, además, la sitúa como la decimocuarta mujer cubana de la historia en esa distancia, una seña de su increíble calidad en un país de velocistas medallistas olímpicas como Silvia Chivás, y de varias premiadas a nivel panamericano y centroamericano.
La anteceden Liliana Allen (11.10, 1992) –nacionalizada mexicana después-, Virgen Benavides (11.14, 1999), su adiestradora, Ferrer (11.15, 1992), la referida Chivás (11.16, 1977), Idalmis Bonne (11.27, 1991), Gandulla (11.30, 2016), Roxana Díaz (11.31, 2002), Nelkys Casabona (11.31, 2011), Tayamí Martínez (11.34, 1988), Idalia Hechavarría (11.34, 1998), Isabel Taylor (11.35, 1978), Luisa Ferrer (11.35, 1983) y Misleydis Lazo (11.38, 2007).
Otra pincelada positiva es su continuo desarrollo. Desde los Parapanamericanos de Toronto, cuando ganó con 11.65, Durand ha rebajado en 25 centésimas su récord universal. En ello ha tenido vital importancia su acompañante en la pista, Kindelán, otrora corredor de los 400 metros y quien le exige al máximo en cada heat.
Empero, los 23.05 cronometrados en Río para la corona en los 200 llaman más la atención. Aunque se quedó a dos centésimas de su marca personal (23.03, Doha), la sprinter pasó a liderar el listado nacional de la distancia, al destrozar los 23.22 de la Gandulla, también en la capital cubana.
Además, el resultado la reafirma como la novena mujer de nuestro país más rápida de todos los tiempos. La lista del doble hectómetro la encabezan Roxana Díaz (22.68, 2007), Liliana Allen (22.72, 1994), Silvia Chivás (22.85, 1977), Virgen Benavides (22.93, 2000), Nancy McLeón (22.95, 1995), Nelkys T. Casabona (22,97, 2011), Aymée Martínez (22.99, 2005) y EIdalmis Bonne (23.01, 1997).
Detrás está la jovencita Durand, un paso por delante de esa grande que responde al nombre de Ana Fidelia Quirot (23.07, 1988). Claro, la “Tormenta del Caribe” era especialista de 400 y 800 metros, pero su versatilidad la llevó a incursionar en otras distancias, oficiales o no.
Los 51.77 de los 400 metros la dejan como la primera cubana en el 2016 –únicamente superada por la nacionalizada italiana Libania Grenot (50.43). Aventaja a las olímpicas Lisneidy Veitía (52.06), Roxana Gómez (52.24) y Gilda Casanova (52.30). Además, el crono la ubicaría en el escaño 61 entre las convencionales. Otra seña: le hubiese bastado para ser semifinalista en la lid olímpica entre las convencionales.
En este punto, cabe indicar que para correr junto a las convencionales estaría obligada a hacerlo sin guía, lo cual mermaría sus posibilidades. Pero todos estos datos reflejan el descomunal nivel que tiene la multicampeona paralímpica.
Omara, por demás, posee una técnica muy depurada: excelente aceleración y longitud de pasos en la curva, capacidad para la prolongación de su máxima velocidad, manejo perfecto de la entrada a la recta, ángulos correctos en manos y piernas, con correcta utilización del tren superior (brazos y tronco) y el inferior. Tal vez, se le podría exigir levantar más las rodillas (sobre todo en los 100m), elemento que requiere una gran fuerza. Este detalle lo logra perfectamente la estadunidense Carmelita Jeter, quien muestra un elevado tono muscular.
También debemos resaltar de la múltiple titular paralímpica su extraordinaria disciplina, su carácter y voluntad, su profesionalismo y su profundo corazón. Al cerrar los 200 metros en Brasil no dudó en dedicar la presea dorada a su compañera Yunidis Castillo, quien tristemente se había lesionado.
Los Juegos fueron clausurados el domingo 18 de septiembre. La música regresó al mítico Maracaná y el samba no estuvo ausente. Cuba destacó cerca del Cristo Redentor con quince medallas en total y una delegación de tan solo 22 competidores. Once de los integrantes de la comitiva alcanzaron premio, es decir, el 50 por ciento no regresó con las manos vacías. Pero la guinda del pastel fue Omara Durand, la cubana que perpetuó su nombre en las arenas de Copacabana.
Me parece excelente artículo el de este periodista quien abunda en detalles muy ijteresantes que ilustran al lector; no adorna ni sobrevalora a la atleta sino pone en su justa medida lo que hizo y con las condiciones que cuenta para lograrlo. En cuanto a las dotes técnica de la atleta a las que hace referencia, felicitaciones a su preparadora Miriam Ferrer por trabajar con tanto acierto sobre los elementos técnicos que complementan las facultades innatas del individuo para conseguir rendimientos de calidad. Ojalá y todos los entrenadores trabajen esas líneas en función de la mejora de los resultados. Miriam demuestra ser una exatleta de calidad devenida entrenadora de calidad. Para Omara que más decir, que debe ser referente para las atletas cubanas de la especialidad, y que mantenga ese ritmo de trabajo y calidad personal que de seguro nuevos horizontes victoriosos le esperan.