El destacado escritor cubano –villaclareño, por demás– Geovannys Manso escribió con emoción cómo escuchó cuatro formas decir “Patria” al presenciar la obra Cuatro, llevada a escena por el matancero Teatro de las Estaciones, en colaboración con el joven coreógrafo y actor Yadiel Durán.
La pieza fue presentada el pasado 28 de enero –¡vaya fecha grande!– en el teatro La Caridad de Santa Clara, como parte de la XV edición de Festival Mejunje Teatral.
Me llega el hermoso escrito cuando pensaba delante del teclado cómo hacer para no dejar pasar también mis emociones, cómo apuntar y agradecer de esta manera, la utilidad de la virtud que estas puestas traídas al importante e inclusivo evento de El Mejunje, en un momento en que en Cuba se resignifican tantos conceptos, políticas, credos. Período crítico donde se intenta superar desilusiones, idealismos trasnochados, aventuras, desmesuras, pero que al parecer es todavía la incertidumbre, la neblina lo que guía el camino de los que tienen derecho a cambiar “todo lo que tiene que ser cambiado”.
Desde los escenarios del Mejunje Teatral vi y escuché a dramaturgos, directores, y por supuesto actores, exigir ser algo más que eternos espectadores. Oí gritar, en toda la extensión y significado de la palabra, el derecho a no ser cómplice de los fracasos, demandar la oportunidad de proponer. También de aventurarse por propia decisión, superar viejos lemas y dogmas, pensar la Patria, verla, sentirla de otra manera, fuera de los manuales preestablecidos por un ente en el “más allá”.
También se gritaron “Patria” de otras maneras, siempre nuevas; sensibilidades agrupadas en Teatro del Cuartel, Teatro del Viento, Escambray, Trébol teatro, Teatral Teatro y el proyecto Me incluyo de El Mejunje. Son diversas generaciones que se dan cuenta de que no pueden esperar, que su deber es decir ahora y de una vez con claridad; proponer, adelantarse, evitar la continuidad de desvaríos, luego irreversibles en su daño. La política tiene en estos flancos teatrales agoreros comprometidos, sinceramente apasionados de la nación. Desde aquí se hacen propuestas que bien debieran ser escuchadas por los encargados de la política, tan ausentes siempre de estas oportunidades.
Oí, y descubrí, contundente verdades. Estos hacedores del arte cubano se han dedicado a auscultar sensiblemente, como debe ser, los latidos de la sociedad, sus anhelos, sus ilusiones. Pero también lo que frustra, lo que detiene, y se han creído con el derecho de trasmitirlo, exponerlo, exigir ser escuchados.
Ojalá sus gritos no se pierdan en el desierto de la petulancia, no choquen contra las paredes de los oídos sordos de aquellos creídos por cierta providencia de que solo el arte es entretenimiento, o descomedimiento que no debe ser atendido, o entendido, más allá del ruedo escénico.
Pero ojalá los cientos de jóvenes que vitorearon estas puestas, los que vi palpitar en sillas y gradas, clamar, acotar, no se vacíen al salir. Ojalá se hayan nutridos de estas verdades y las conviertan en reclamo, en deseos de convertir en realidad ese sueño de Patria que hace más de dos siglos nos desvela.