Los visitantes llegan, se toman fotos y preguntan por el lugar. Impresionados con lo que ven, deciden comprar un souvenir para llevar consigo el recuerdo de una ciudad con trazados como plato roto. En la Plaza del Carmen de Camagüey encuentran una paz diferente que los devuelve a la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, la cuarta fundada por los españoles en Cuba.
Cuando la Unesco declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad al centro urbano de Camagüey, el 7 de julio de 2008, este sitio se convirtió en uno de los símbolos principales de la urbe. El legado del mestizaje que se asentó allí en el siglo XIX, junto a la gracia de quicios y adoquines, hicieron del lugar uno de los más pintorescos y representativos de la ciudad.
También ayudó la historia de los feligreses de tránsito hacia la iglesia, única con estructura de dos torres en la villa y que da nombre a la plaza. La simétrica fachada del edificio muestra a la vez elementos barrocos conjugados con la sobriedad del estilo neoclásico.
Pero lo que más llama la atención al transeúnte es el conjunto escultórico a tamaño natural que ambienta el entorno desde 2005. Está integrado por 7 piezas moldeadas en barro, aunque el bronce revistió las obras de estilo costumbrista. Su creadora, Martha Jiménez, quiso mostrarnos así su Camagüey.
A principios de siglo, el escritor Roberto Méndez le sugirió la idea de las esculturas a la prestigiosa artista. Con el auspicio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, cuya sede radica precisamente al lado del antiguo edificio eclesiástico, el proyecto se hizo realidad.
Una de las piezas que más llama la atención de los visitantes es El Lector. La escultura retrata a Norberto Subirats Betancourt, vecino la plaza, periódico en mano. No pocas veces el propio Norberto posa junto a su doble frente a las cámaras. Con la vista en las páginas de bronce, El Lector desafía el tiempo.
También lo hacen el Carretillero, los Novios y las Chismosas, otras gustadas obras del conjunto que lleva ese toque de vida.
Con las Chismosas, pero en pequeño formato, Martha Jiménez alcanzó un premio de la Unesco en la Feria Internacional de Artesanía, Fiart.
“La idea original era hacer la muestra de unos 3 metros. La obra lanzó mi carrera a la popularidad especialmente en el extranjero. Hoy frecuentan el lugar decenas de personas mensualmente y me preguntan con asombro. Recientemente hice una exposición en Turquía de mayores dimensiones, pero el éxito de las de la Plaza del Carmen no tienen comparación”, dijo en una entrevista la creadora.
El deseo del público por conocer el conjunto a base de marmolina molida, sirvió como pretexto para que en 2008 la artista abriera su Taller. En él muestra con su sello distintivo el trabajo con la cerámica, el grabado y la serigrafía, además de las esculturas en cerámica terracota.
“Integramos proyectos especialmente enfocados en los niños para que descubran la magia de la creación y sepan de la importancia del arte en la propia sensibilidad humana. Cuando las personas llegan asombradas siento un orgullo enorme. Hoy la Plaza del Carmen logra un marcado impacto social”, ha dicho Martha.
Más allá del arte
Académicos e historiadores aseguran que hacia mediados del siglo XIX la fuente de agua potable más importante de Puerto Príncipe estaba en la Plaza del Carmen. Este era el destino final de cientos de devotos que marchaban hacia el Pozo de Gracia.
Hoy no son precisamente andares religiosos los que promueven la prosperidad de la zona. La apertura del sector privado en Cuba motivó a Lisbell Tena Ballagas a iniciar uno de los negocios gastronómicos más concurridos de la ciudad. El restaurante El Paso abrió sus puertas hace tres años y hoy sus niveles de aceptación figuran en la agenda de importantes touroperadores.
“La Plaza del Carmen nos pareció el sitio ideal. Pensamos en sus potencialidades culturales. Aquí mostramos las tradiciones culinarias de la región con platos típicos”, cuenta Tena.
Dotado de importantes valores arquitectónicos, el local que ocupa El Paso experimentó una restauración fiel al estilo del inmueble, que data del siglo XIX. El carácter patrimonial destacan entre sus principales atractivos.
“Para nosotros es esencial preservar la arquitectura del inmueble más allá de la oferta gastronómica. El interés histórico siempre está latente. La Oficina del Historiador tiene en cuenta una serie de regulaciones que debemos respetar”, dice la emprendedora camagüeyana.
La Plaza del Carmen conjuga pasado y presente, disfrute y reposo. El viajero podría incluso descansar en un hostal si así lo deseara. Todo allí luce al más puro estilo principeño de la comarca de pastores y sombreros, como definió a la ciudad Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba.
Con más de cinco siglos de vida y diseñada para despistar a los enemigos que la asediaban, Camagüey guarda en su corazón a la Plaza del Carmen. Historia y cultura hacen del sitio uno de los conjunto coloniales mejor conservados de la Isla.
Una delicia de artículo. Es como estar allí, en medio de aquella plaza adoquinada, caminando entre tan fastuosas esculturas que hacen, de la Plaza del Carmen, un lugar único. Se agradecen más reportajes como éste. Felicitaciones
Muchas felicidades mi niña. Un artículo muy detallado que da la sensación de estar ahí. Y que podemos decir de la fotografía?, simplemente espectacular.