En los cementerios, esos templos del silencio y el llanto, uno puede encontrárselos adornando enormes nichos, en sencillos enterramientos, o simplemente rememorando a una persona que solo un ángel pudiera evocar. En el camposanto de Santa Ifigenia, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, los ángeles son verdaderas obras de arte.
Delicados, gráciles, tan leves que parece que vuelan, encerrados en estas pequeñas o grandes esculturas son testigos diarios del dolor. Aquí no sonríen ni son pícaros, llevan plantados tras la dura coraza del mármol o el concreto, expresiones de angustia y desesperación, como si sintieran cada una de las pérdidas.
Falta el más bello… el ángel de la justicia de la tumba de los hombres del cuerpo de bomberos de La Habana