Aun en medio de la más profunda crisis, muchos se resisten a no celebrar la Navidad y el fin de año. Incluso en Cuba. Incluso después de un período tan duro como ha sido el 2024.
Aunque los problemas y carencias apagan los ánimos y hacen más difícil los festejos, nunca faltan los que intentan ponerle al mal tiempo buena cara. Los que se esfuerzan por asumir con espíritu positivo una temporada de por sí especial.
No es que sea fácil. Para celebrar no vasta con la voluntad, aunque esta sea siempre necesaria. Como lo es también para hacer frente a las muchas dificultades y tratar de seguir adelante.
Para celebrar, al menos decorosamente, igualmente hacen falta unas mínimas condiciones; unos mínimos recursos a los que no todos pueden acceder hoy en Cuba. Pero, aun así, la gente lo intenta porque, entre tantas penurias, siente que lo necesita y lo merece.
Esta temporada navideña, como todo el año, no ha sido ciertamente para tirar voladores. Apagones, escasez, precios por las nubes, separaciones familiares y otras angustias han golpeado y siguen golpeado a los cubanos a solo unos días para recibir el 2025.
Así ha sido y es tanto en La Habana como en el resto del país, mientras las autoridades no consiguen revertir la crisis y responsabilizan una y otra vez a las sanciones estadounidenses del crítico panorama que muestra Cuba.
Pero, a la par y aun con tantas oscuridades reales y metafóricas, la isla, su gente, han vuelto a desempolvar sus arbolitos de Navidad y a poner en casas y negocios sus Santa Claus inflables. A colocar luces que no sabe cuándo encenderán, junto a falsos muñecos de nieve y otros adornos.
A las puertas del año nuevo, OnCuba recorrió las calles de La Habana y le propone el testimonio fotográfico de otra difícil pero perseverante Navidad.