Más allá de la agenda literaria, para muchas personas la Feria de La Habana volvió a ser un espacio para romper la rutina y cambiar de aires, con los libros en la mano o, incluso, sin ellos.
La 32 Feria Internacional del Libro de La Habana cierra sus cortinas este domingo. Lo hace después de 10 días de actividades en la fortaleza San Carlos de La Cabaña y otras subsedes repartidas por toda la ciudad.
Con Brasil como país invitado de honor y bajo la máxima de que “Leer es construir identidad”, el principal evento literario y cultural de la isla rindió homenaje esta vez a los escritores Isabel Monal y Francisco López Sacha y recibió a creadores y entidades de más de 40 países.
Paneles, presentaciones de textos, entrega de premios y encuentros profesionales formaron parte de su extenso programa, en el que tampoco faltaron conciertos, muestras de cine, un foro de negocios y actividades infantiles.
Sin embargo, más allá de la lógica agenda literaria, la Feria volvió a ser un espacio para comprar nuevas obras y también otros productos, y para compartir con amigos y familiares. Para romper la rutina diaria y cambiar de aires, con los libros en la mano o, incluso, sin ellos.
Aun con la crisis económica que atraviesa la isla, los altos precios y las dificultades con el transporte, muchas personas volvieron a La Cabaña y vivieron su propia Feria.
Volvieron a hacer colas, colmaron los quioscos y pabellones de la antigua fortaleza, se tomaron fotos y descansaron sobre el césped o junto los añejos cañones.
Hasta allá también fue nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez, quien nos propone un testimonio gráfico de lo vivido por la gente en la Feria.
Imágenes como estas ya no volverán a La Habana hasta el próximo año, aunque ahora, como es costumbre, cambiarán de locación, y se extenderán por toda la isla hasta el próximo 24 de marzo, en el habitual recorrido de la cita literaria más allá de los predios habaneros.