Este domingo cierra sus puertas la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana. La cita literaria concluye, como es tradicional, luego de 10 días de presentaciones, sesiones teóricas, homenajes, entrega de premios y ventas de libros y otros artículos, como parte de un amplio programa.
Nuevamente el parque Morro-Cabaña, al este de la capital cubana, fue la sede principal del evento, en tanto varias instituciones se sumaron con sus propias actividades. Sin embargo, aun cuando tuvo su curso y sus dedicatorias tradicionales —Sudáfrica como país y Francisca López Civeira y Virgilio López Lemus como escritores— la feria no llegó a ser la misma de ediciones anteriores.
“Ya no vale la pena venir a la feria”, se quejó a OnCuba una mujer mientras desandaba La Cabaña con su nieta. “Se pasa mucho trabajo para llegar y ya aquí no es igual que antes: hay menos libros nuevos y los precios están por las nubes, sobre todo los artículos para los niños y también la comida. Aunque al menos no hay apagones”, explicó.
“Nosotros seguimos viniendo porque es una oportunidad de cambiar de ambiente en familia”, apuntó, por su parte, un hombre que descansaba en un banco con su esposa y sus hijos. “Pero —añadió—, es verdad que es complicado y que no se puede comprar como en años anteriores: cualquier cosa te cuesta 500 o mil pesos, y también más. Ya ni siquiera viene tanta gente…”
Las críticas de muchos no son infundadas. Las propias autoridades han reconocido que realizar el evento ha sido “complejo” y que no es realista esperar una feria “con las dimensiones y variedad de años anteriores”. También que la cantidad de libros y de expositores es menor y que el contraste entre los precios de las ofertas estatales y las privadas y extranjeras es significativo.
Aun así, resaltan la propia celebración de la feria como un éxito, al igual que el poner a la venta más de dos millones de ejemplares impresos y contar con novedades como la conocida Biblioteca del Pueblo. Para Iyaimi Palomares, directora de la Cámara Cubana del Libro, el mayor logro ha sido, a pesar de las dificultades, “hacer la feria y que el público se sienta bien, que asista”.
Aunque con menor afluencia que en ediciones previas —al menos por lo que pudo comprobar OnCuba en La Cabaña—, y con los nada despreciables handicaps de los precios y el transporte, la feria de 2025 volvió a ser un espacio para el esparcimiento de familias y jóvenes. Muchos ni siquiera compraron libros, o apenas lo hicieron, y fueron principalmente a “desconectar”.
El evento, que no se detuvo cuando el Gobierno decretó la suspensión de las actividades “no imprescindibles”, seguirá ahora fuera de La Habana, en un escenario de profunda crisis económica y energética en la isla. De lo que fue —o logró ser— en la capital, les dejamos entonces como testimonio las imágenes captadas en La Cabaña por nuestro corresponsal Otmaro Rodríguez.