Cuando Gregorio Fuentes, patrón del Pilar, llevaba del brazo al escritor Ernest Hemingway a la terraza de Cojímar, donde se convierte en un asiduo, ya Salvador Blanco había comprado el local y le había puesto La Terraza de Cojímar.
Aquí se enternecía mirando el mar, mientras le preparaban su barco y se tomaba sus buenos mojitos y daiquirís. Dicen que aquí se tropezó por primera vez con Anselmo Hernández, su inspiración para una de sus más célebres novelas.
Nadie puede aseverar que haya sido Anselmo quien inspiró el personaje, pero lo que sí es verdad es que cuando bajaba al mar para irse en su barco, y ya había pasado mucho tiempo, Hemingway, ya viejo también, lo veía en el cuarto donde se hicieron estas fotos.
Las cinco imágenes pude haberlas tomado en el 57 o en el 58, ya no importa el año; lo que sí importa es lo que nos dijo a Santiago Cardoza y a mí.
“No ahora aquí, donde estamos; ni antes… en la terraza donde siempre nos encontrábamos. Mas, nos veíamos, sin conocernos, cuando tomaba su yate y salía a patrullar las costas cubanas para librar a los buques mercantes de posibles ataques submarinos, los cuales enviaba Alemania. Ya habían hundidos cerca de media docena de barcos cubanos, entre ellos el vapor Manzanillo, el Mambí, el Santiago de Cuba. Contaban con un centro de espionaje que funcionaba en Teniente Rey No. 366, en la Habana Vieja, donde fue capturado su jefe y fusilado”.
“Él salía muy temprano en El Pilar hacia el mar cuando yo entraba, después de una madrugada tratando de pescar, con lo que había capturado o sin nada más que los curricanes. Por la tarde era a la inversa. Llegaba de su patrullaje, bajaba de El Pilar y, después de horas de buscar submarinos, se quedaba mirando cómo yo preparaba mis cosas casi en medio de la oscuridad. Después, un poco más tarde, cuando ya salía en mi bote a pescar, lo observaba mirarme, tratando de verme mientras se bebía su trago. No es por la filmación de la película El viejo y el mar ni las veces que me llevaron o vino él a verme que lo recuerdo; lo recuerdo por la pasión que sentía persiguiendo submarinos”.
Cinco fotos le hice a Anselmo Hernández, las únicas que podía hacerle; el presupuesto no daba para más. Me gustan las cinco.