Sus ojos lucen cansados, sus pómulos están en carne viva debido a las máscaras protectoras y no sonríen.
Los médicos y enfermeros al frente de la pandemia del coronavirus en Italia son casi irreconocibles tras sus mascarillas, uniformes, guantes y redes para el cabello: la endeble armadura que se colocan al inicio de cada turno como única barrera contra el contagio.
Los fotógrafos de Associated Press de dispersaron el viernes para fotografiarlos durante sus escasos descansos de las Unidades de Cuidado Intensivo en las ciudades de Bérgamo y Brescia, en la región de Lombardía, y en Roma.
En cada caso, médicos, enfermeros y paramédicos posaron frente a cortinas quirúrgicas verde musgo, el insulso fondo de sus pabellones estériles.
El viernes fue un mal día: Italia registró la mayor cantidad de muertes desde que el brote del coronavirus explotó en el país hace cinco semanas, lo que suma 969 víctimas para aumentar la mayor cifra de COVID-19 a 9.134. Lombardía representó 541 de ellas.
Italia también superó a China en el total de casos confirmado y sólo está atrás de Estados Unidos. Sin embargo, los Institutos Nacionales de Salud también dijeron que había una disminución de infecciones en días recientes, lo que indica que la cuarentena nacional comenzaba a mostrar resultados tras dos semanas y media.
Para los empleados médicos, cualquier alivio del abrumador caos de la fase inicial de la propagación del virus es bien recibido. Pero ahora saben que no están para nada cerca del final de la emergencia.
“Lo que estamos viviendo es como un tatuaje”, dijo Daniela Turno, enfermera en cuidados intensivos en el hospital Humanitas Gavazzeni en Bérgamo. “Se quedará para siempre”.
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