Más de cinco millones de pequeños pedazos de cerámica, engarzados como piezas de un enorme rompecabezas, conforman el Mosaico del Palacio de Hisham, uno de los mayores y más antiguos que se conservan actualmente en el mundo.
Construido durante el Califato de los Omeyas, allá por el muy lejano siglo VIII, el mosaico es solo una parte —la mejor conservada por cierto—, del Palacio de Hisham, un enorme castillo islámico mandado a edificar por el califa Hisham Ibn Abd Al-Malik, regente de esta zona del actual Jericó, en Palestina, entre los años 742 a 744.
El esplendor del Palacio de Hisham duró poco tiempo. Un terremoto en el año 747 destruyó la sala de audiencias y el área de baños. El complejo siguió funcionando a media máquina, o a medio palacio y fue abandonado del todo en el siglo X.
Esta maravilla del diseño y la arquitectura estuvo olvidada durante siglos. Fue redescubierta a fines del XIX y no fue hasta la década de 1930 que comenzaron las excavaciones para sacar a la luz el enorme complejo que constaba del propio palacio, una mezquita, una casa de baños y varios edificios más. Lamentablemente lo descubierto no fue adecuadamente preservado y quedó un poco “a la buena de Dios”, expuesto a los elementos y a la desidia de los hombres.
Hace apenas cinco años comenzaron los trabajos entre el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Palestina y la Agencia de Cooperación Internacional de Japón para, de una buena vez, restaurar y proteger el complejo y, sobre todo, el precioso y preciado mosaico. En total se invirtieron unos 12 millones de dólares en restaurar los 836 metros cuadrados que ocupa el mosaico y el entorno que lo rodea.
Hoy una enorme cúpula de metal cubre y protege todo el recinto, abierto al público hace apenas dos meses. Se construyeron pasarelas aéreas de metal que permiten a los visitantes recorrer y admirar el mosaico desde la distancia, se camina sobre él, pero sin pisarlo. Desde la altura se pueden ver las decenas de paneles que forman distintos diseños geométricos, algunos incluso con un manejo tan diestro de la perspectiva y el color, que llegan a parecer imágenes en 3D.
Pero sin duda “la joya de la corona”, la imagen más impresionante de este inmenso lienzo hecho con piedras de Palestina es “El árbol de la vida”, en el que un león ataca una gacela mientras al otro lado del árbol otras dos comen apaciblemente. La eterna dicotomía entre la guerra y la paz, entre el bien y el mal, representadas con piedras de colores que, vistas desde la distancia, confieren un impresionante realismo a la escena.
En el mes que llevo viviendo por este lado del mundo he visitado dos veces este precioso mosaico y sé que volveré otras más. Trataré de mostrar esta milenaria maravilla del ingenio y la paciencia a cada amigo, de los tantos que han amenazado con su visita, que pase por nuestra casa.