Estitxu pinta, tiene un estudio donde pinta y luego toma fotografías de sus obras. Porque su trabajo es totalmente efímero. Ella dibuja sueños e ilusiones sobre la piel, y sabe que en la próxima ducha los trazos y los colores desaparecerán. Pero no los sueños, ni las ilusiones, por eso las fotos, para que quede por siempre el recuerdo.
Porque ella además trabaja sobre una piel que pronto perderá su forma actual y volverá, más o menos, a su estado original, muy diferente al que ha servido como lienzo. Estitxu pinta mayormente sobre vientres de embarazadas, a veces algunas muy próximas al parto, con los bebés dando volteretas, quién sabe si porque el pincel les hace cosquillas.
Graduada de Bellas Artes y especializada en pintura, Estitxu Aguiriano Barroso, a quien todos llaman sencillamente Esti, aprendió luego fotografía analógica de la mano de su abuelo fotógrafo, de los de la vieja escuela. Siempre le gustó el tema maquillaje, así que el paso al body paint fue algo natural y fluido.
“Cuando me quedé embarazada me pintaron la tripita y me encantó. Así que empecé a pintar tripillas hace 6 años ya”, me cuenta en su estudio mientras dibuja una familia con el bebé por nacer y un perro incluido, en la panza de Stella. Hasta el día de hoy lleva más de 300 y pico de barrigas pintadas, todas bajo su marca personal BellypaintingTitxu. “Son muchas”, me dice risueña.
Hasta el estudio de Esti vienen embarazadas de todo el país Vasco, casi todas se enteran por amigas o familiares a las que también ha pintado. “Este trabajo está muy en auge, desde unos 10 años o más en España. “Aquí ha cogido fuerza en los últimos dos años y se ha creado ya una moda”, explica.
Lo típico en este tipo de dibujos es que aparezca siempre el bebé que está por nacer. Los padres suelen dar las pautas a la artista y ella elabora un boceto hasta que llegan a un acuerdo y un diseño final. Siempre que las hay, las mascotas van incluidas en el dibujo y, lo más caótico, en la sesión de fotos. Pero Estitxu es una mujer paciente, tierna, que sabe adaptarse y congeniar muy bien con sus modelos, incluidos los de cuatro patas.
Me cuenta que adora su trabajo, pero le gustaría poder dar rienda suelta a su creatividad, elaborar proyectos más personales, más artísticos. Muchas veces lo logra, pero otras le toca dibujar estrictamente lo que quiere el cliente, que a veces es lo que ya vio en otra panza. No entiende por qué le piden tantos dibujos de Disney, especialmente del Rey León que parece estar muy de moda. En las sesiones que retraté no hubo Simbas, pero sí un tractor por un abuelo campesino y un avión por otro que practica aeromodelismo. Nada, que estos dibujos cabe la ilusión de toda una familia.
Esti también trabaja en un proyecto más personal, en el que asocia plantas o flores a las personas por su forma de ser, por alguna característica o algo que los defina, le llama “retratos de un jardín” y trabaja en él muy esporádicamente, porque me dice: “tengo mucho trabajo con las embarazadas y no me da la vida”.
Supe de Estitxu y de su trabajo al llegar a Vitoria-Gasteiz. Siempre ando a la caza de cosas curiosas, interesantes, diferentes y así di con ella. Me gustó lo que hacía. La contacté y tuve la suerte de verla trabajar en varias ocasiones e incluso de acudir con mi amiga Ana, a quien le agradaba la idea de unas fotos con el cuerpo pintado y que salió del estudio muy contenta con un pavo real “potente y colorido” pintado en su espalda y con las fotos que le tomamos Esti y yo.
Esa tarde la pasamos bien, bromeamos y reímos mucho. Quedó un tema en el aire y fue el de un posible dibujo en mi panza (de buen cervezochocolatero) que no sé si llegue a concretarse, que para colmo tengo muchas cosquillas. Pero de hacerlo y dado a las bromas tontas como soy, creo que me dibujaría un alien saliendo de mi panza, al estilo de ese clásico de la ciencia ficción que es Alien: el octavo pasajero.
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