Zaragoza aún está cubierta de nieve. Algo insólito, según cuentan sus habitantes. Y es que en la capital de Aragón ha nevado más de 24 horas por causa de la borrasca Filomena y la cosa debe empeorar, pues esta tormenta con nombre de abuela es la antesala de una ola de frío que durará hasta el próximo jueves y que hará descender los termómetros hasta los -10ºC, según la Agencia Estatal de Meteorología.
Esta no es tierra de nevadas, aquí como promedio nieva un día al año y la cosa no suele ser para tanto. Hace frío, eso sí, pero un frío seco, matizado con viento asesino llamado Cierzo.
Filomena, a la que ya los medios se refieren como el “la nevada del siglo”, tiene España sumida en el caos, prácticamente paralizada. Alertas rojas por todos lados, aeropuertos cerrados, trenes que no circulan, carreteras clausuradas, carros y motos sepultados por la nieve, cientos de camiones (con sus choferes y carga) varados en paradores provisionales.
Aquí en Zaragoza la nevada dejó este sábado un manto de 15 centímetros de espesor. La ciudad ha estado en alerta roja, los quitanieves despejan las vías principales, en las calles se han esparcido cientos de toneladas de sal y los parques permanecen cerrados por el riesgo de caída de ramas y árboles con el paso de la nieve.
Leyendo el Heraldo de Aragón —el histórico diario regional— me di con esta frase del meteorólogo Francho Beltrán, que reproduzco textualmente: “está psicológicamente estudiado cómo la nieve produce efectos muy positivos en la psicología colectiva”. No tengo idea de quién será este señor, pero de que tiene razón, la tiene.
Este fin de semana la gente a pesar de la pandemia, el frío, la alerta roja, los resbalones y caídas, salió a la calle a disfrutar de la helada.
La Plaza del Pilar, en pleno centro de Zaragoza estaba llena de personas que corrían o patinaban por el suelo helado, se lanzaban bolas de nieve, niños que jugaban con trineos o hacían muñecos de nieve. Cada quien, a su modo, disfrutaba de esta nevada y esta escena se repetía por toda la ciudad, en cada parque, en cada calle.
Los zaragozanos estaban eufóricos con su nevada, para muchos era la primera vez que veían nieve en su ciudad y todos, cámara o móvil en mano, tomaban fotos a diestra y siniestra e inundaban las redes sociales. Nadie en Zaragoza quería quedarse sin el recuerdo del día que Filomena pintó de blanco la capital de Aragón.