Vitoria Gasteiz, en el país Vasco, es una ciudad de bajas temperaturas, gris, húmeda, de un frío que se mete en los huesos y cuesta sacarlo. Pero es, a la vez, una ciudad colorida, una ciudad inundada de grafitis y murales que le cambian el rostro para bien, algo que —pensando siempre en mi querida Habana— le vendría muy bien a barrios como Alamar o San Agustín.
Esta tradición muralística comenzó hace muy poco en la ciudad, concretamente en el 2007, cuando las hermanas Verónica y Christina Werckmeister se aliaron con el artista Brenan Duarte para crear un Itinerario Muralístico de Vitoria-Gasteiz (IMVG, la ciudad pintada) cuyo principal objetivo era la realización de obras que, con el concurso de artistas y vecinos, generaran una galería de arte al aire libre.
Mediante estos talleres de muralismo los vecinos de la ciudad tuvieron la oportunidad de vincularse con artistas plásticos para embellecer su entorno, algo especialmente notorio en barrios de la periferia, de edificios grises y monótonos.
Un buen ejemplo de este trabajo en equipo lo es “Ezkuz, ezku” (mano a mano, en Euskera), un mural de gran complejidad que abarca dos fachadas del centro histórico, en el que trabajaron más de 60 personas y que nos habla de la música, el arte y hace referencia a la época dorada del rock vasco.
Los murales de Vitoria son de temas muy variados. “Cubiertos de cielo y estrellas” del 2009, es una apropiación o visión actual de un fresco de Giotto del siglo XV, que representa el encuentro de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada de Jerusalén, escena narrada en los evangelios apócrifos y recurrente en el arte cristiano, que siempre ha pintado a la santa pareja dándose un abrazo o, muy raramente, un beso.
Actualmente la ciudad cuenta con más de 19 murales de grandes dimensiones, con estilos, identidades y mensajes diferentes. Sin contar los cientos de obras de menor formato que asoman por todos los rincones. Muchos están concentrados en el Centro Histórico, conocido como La Almendra, por la forma de su planta, otros decoran la periferia.
He leído en medios locales que el gobierno de la ciudad se plantea hacer del muralismo algo icónico, distintivo, y para ello quieren sumar al proyecto a artistas de prestigio internacional. Este año se espera realizar un mural en conmemoración a las víctimas del terrorismo y otro sobre el acoso escolar. Porque los murales de Vitoria-Gasteiz no solo embellecen la ciudad, sino que buscan sensibilizar y crear conciencia sobre temas vitales para la sociedad.
Buen ejemplo de ello es “La luz de la esperanza”, de 2011, es un colorido e impresionante mural en pleno centro de La Almendra, de los que busco en cada paseo que doy por esta pequeña y encantadora ciudad, trata el tema del papel de la mujer en la construcción de la paz. Nos habla también de la justicia y la esperanza. Me cautiva especialmente el rostro de una mujer mayor, que domina la escena y que al decir de sus creadores avanza hacia la hacia la consciencia y la sabiduría natural.