De haberse cruzado en tiempo y espacio Víctor Hugo con Jorge Alberto, un cubano común y corriente de los que salen a lucharla cada día, quizá el padre de la literatura francesa lo hubiese incluido en su novela más famosa.
Es lo que pensé después de compartir una breve charla con Jorge. Llamó mi atención porque, en medio de una pequeña cola en La Habana, mientras la gente miraba celulares o conversaba haciendo tiempo, Jorge estaba apartado unos metros, sentado en la acera bajo la sombra de un árbol y absorto en la lectura de Los miserables.
Imposible no detenerse en la escena. Jorge no era un lector más. Su piel estaba curtida y sus manos, las que sostenían con delicadeza el ejemplar de hojas amarillentas de ediciones Huracán, estaban sucias y revelaban el mapa de cicatrices de a quien la vida no le ha sonreído. A sus pies, una bolsa negra llena de latas vacías eran, junto al libro, aparentemente sus únicas pertenencias.
La cola era para trámites y reclamos en la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social de La Habana. Jorge, según me contó, por problemas de salud y ser “un caso social” recibe una pensión de 1543 pesos. Por algún contratiempo que ignoraba, este mes aún no había cobrado. Estaba en la fila, a la espera de que abrieran la oficina. Mientras, leía.
Jorge se la rebusca en el día a día para subsistir. Trabaja en lo que aparezca. Sobre todo zapatea las calles recolectando latas vacías para luego venderlas como materia prima. Chapea patios, pinta casas y hasta se las ingenia con la albañilería. Eso me cuenta.
Hace unos días, buscando en una montaña de basura en una esquina de El Vedado habanero, halló el libro. “Me tiene atrapado”, dice, y añade que fue un día de suerte para él y no precisamente por haber encontrado muchas latas que vender, sino “por el libro”.
“Desde chiquito me gustó mucho leer. Me encanta la literatura. A veces encuentro libros tirados en la calle o en la basura y siempre me los llevo. Los leo y después los regalo por ahí”, confiesa con una dulce media sonrisa.
Tiene más que decir sobre los tesoros que encuentra tirados entre los latones de basura. “El otro día ‘pesqué’ uno de poetas líricos. Me interesa mucho la poesía. Había cosas de José Martí en ese librito. Me encantó. Oye, ¡ese si era tremendo loco! Tira lo que tira. Ese sí la sabía echar buena…”.
Jorge está por cumplir 59 años. A esta altura de su vida ha enfrentado embates de los que prefiere no hablar. Sólo dice que “la cosa está dura; [pero] por todo lo que yo he pasado estoy listo para la pelea”.
Publicada en 1862, Los miserables cuenta la historia de Jean Valjean, ex convicto que había sufrido largos años de encierro y todo tipo de vejámenes por haber robado un pedazo de pan para dar de comer a su familia. La novela pone el foco en las víctimas de la injusticia social. Es además un canto profundo a la tenacidad.
Víctor Hugo denomina miserables a sus personajes no con un tono despectivo sino aludiendo a la situación de carencia y necesidades. Son los pobres, oprimidos y estigmatizados de una sociedad. Así lo explica el autor en una parte de la novela:
El humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos y al infortunio para todos los que transitan por este camino (…) Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido.
Solo un rato conversé con Jorge, quien me hizo lugar a su lado, sobre el tronco en el que estaba sentado. Al despedirnos, sus ojos azules enfilaron hacia la gorra que yo traía puesta. Reparó en la estampa y me soltó:
—Es Maradona, ¿verdad? Ese era otro artista pero del deporte.
—Se la regalo —le digo mientras me quito la prenda que cubre mi cabeza.
Jorge no la acepta.
—No, no, no amigo, le agradezco, yo ya tengo una. Además, si me da la suya, ¿usted con qué se queda? Mire el sol y el calor que hay.
Si Víctor Hugo hace de Los miserables la instantánea de una época convulsa de la sociedad francesa de la primera mitad del siglo XX, Jorge, su lector cubano doscientos años después, también es una foto de su país. De la aspereza de estos tiempos. Jorge, que tiene apenas lo puesto y carga el peso de la sobrevivencia, aferrado a la posibilidad de hallar una historia.
Llega la historia, que es lo mas importante…
Amo los clásicos! Los Miserables Wow, me hicieron llorar. Jorge merece una biblioteca solo para él, y los 4 tomos q no leerá. También soy cubana y sí está dura la cosa. Jorge lee, los más ahora posan con un libro y suben su foto a Instagram.
Muy interesante crònica. Un hombre que, viviendo de la caridad, tambièn se cultiva en la lectura. Ejemplo de dura existencia, y sensible el alma.
Excelente historia, bonita e importante para tantos cubanos qué la estamos pasando peor que los personajes de Los miserables.
Un hermoso trabajo, pero también triste. Ese señor igualmente encarna a muchas de nuestras Ilusiones perdidas…