Como muchos cubanos tengo anécdotas memorables en el Malecón de La Habana. Es más, muchas de mis historias fotográficas tienen como escenario este sitio de encuentros, uno de los más populares de Cuba.
Lo curioso es que aun sintiendo una familiaridad cotidiana, lo que acontece a lo largo de ese hilo de concreto de ocho kilómetros, no deja de sorprenderme.
Como algo que advertí hace poco por allí cuando caminaba, salpicado por las olas y en busca de algún tema para esta columna.
Y es que hay un detalle que por frecuente quizás pasa desapercibido: los pescadores en el Malecón no pescan en cualquier zona de ese “…muro donde acaban todos,/ donde empieza el mar”, como canta Carlos Varela.
Si recorremos desde el Castillo de San Salvador de La Punta al de la Chorrera, los dos extremos del Malecón habanero, vamos a cruzarnos con pescadores desde la misma Punta.
Luego, el sitio más concurrido, donde dicen se cogen buenos pargos, cojinúas, bonitos y hasta agujas, es próximo a la calle Gervasio, en Centro Habana.
El próximo punto es ya en El Vedado, frente a la Avenida G. De ahí saltamos entre e Hotel Riviera y la fuente de La juventud para luego terminar cerca de La Chorrera.
Es lógico que se asienten en estas áreas donde es mayor la profundidad del mar y en días de poco oleaje merodean por allí muchos peces grandes.
Las diferentes depresiones en distintos puntos del Malecón tiene que ver un poco con la construcción de la propia obra (comenzó en 1901 y luego de tres etapas concluyó en 1958). La misma fue levantada directamente sobre los arrecifes, tras la acelerada expansión de la ciudad y las frecuentes inundaciones de la costa norte. De este modo, incluso, en varios tramos de la cimentación se le ganaron varios metros cuadrados al mar rellenados con escombro.
Así que a cualquier hora del día o la noche puedes ver a los pescadores en el muy fotografiado y cronicado “Sofá de La Habana”.
No por ser ellos parte del paisaje habitual dejan de ser atrayentes: con sus varas, carretes e ingenios tales como hacer de un preservativo un arte de pesca (los inflan, atan al hilo de pescar y lo usan como velas para que el viento se lleve lejos y a las profundidades el anzuelo con la carnada).