En una esquina del histórico barrio de San Telmo, en Buenos Aires, una chica veinteañera estalla en llanto. Su compañero la abraza y la cobija de tanto dolor en su regazo.
A tan solo un par de metros de la pareja, flores, dibujos y carteles con mensajes manuscritos recubren un banco donde las estatuas de un símbolo popular argentino y mundial como lo es la pequeña Mafalda y sus amiguitos Susanita y Manolito, ríen desafiando y rompiendo la rigidez que de por sí representa cualquier monumento.
Esta esquina, intersección de las calles Defensa y Chile de la capital argentina, debe ser el único lugar en la faz de la tierra donde llorar y sonreír no son acciones antagónicas, sino expresiones indisolubles.
A Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido como Quino, es a quien lloran en esa mítica esquina y a quien homenajean en ese banco y en buena parte del mundo.
Murió el pasado miércoles 30 de septiembre, a la edad de 88 años, uno de los más grandes humoristas gráficos e historietista del mundo, padre de la niña que está sentada en el banco, la más irreverente que jamás haya existido. Con preguntas y respuestas, junto a sus secuaces, ha ayudado desde hace más de medio siglo un poco a vivir, a entender nuestras realidades y a no conformarnos con ellas.
Esta popular esquina porteña es el epicentro de todos los homenajes que se le han ofrendado en muchas latitudes al maestro. Justo a unos pocos pasos, por la calle Chile, en uno de los pequeños apartamentos del edificio número 371, un 29 de septiembre de 1964 Quino creó a Mafalda.
Ironías del destino: un día antes de la muerte del padre, la hija pródiga celebró su cumpleaños 56.
Mientras sucedían las escenas de este fotorreportaje, en la esquina del barrio de Mafalda, el Gobierno Nacional de la República Argentina declaró duelo nacional en honor a Quino y, en consecuencia, todas las banderas del país se izaron a media asta.
También, como si se hubiesen puesto de acuerdo todos, absolutamente todos los diarios argentinos y varios en el mundo, de derecha o de izquierda, dedicados al deporte o a la farándula, publicaron en sus portadas un último adiós a Quino.
Como dato de color y otra muestra de la trascendencia del legado de este artista, más allá de que sus libros se han publicado en cientos de países y su obra ha sido traducida a una treintena de idiomas, en Argentina, actualmente 7360 personas llevan por nombre Mafalda.
Allende los mares también hubo sentidos homenajes. Desde los cinco continentes, artistas, intelectuales, políticos, deportistas, celebridades y, sobre todo, cientos de miles de lectores despidieron a Quino.
Donde más se sintieron las honras al autor de libros como A mí no me grite, Yo que usted…, Bien, gracias, ¿y usted?, Hombres de bolsillo, A la buena mesa, Ni arte ni parte y Todo Mafalda, entre muchos más, fue en las redes sociales. Los pasillos de la virtualidad ardieron con millones de likes y decenas de miles de publicaciones alegóricas a Quino y a su obra.
Uno de los mensajes más sentidos lo publicó en su cuenta de instagram el humorista gráfico Juan Matías Loiseau, más conocido como Tute:
“(…) Mirá que cambiaste el mundo con tus dibujitos,¡eh! Lo mejoraste bastante. No, no alcanzó. Nunca alcanza. ¡No hay témpera blanca que lo corrija! Pero no es poco. Hace mil años que dejaste de dibujar y la Mafalda sigue hablando, dele que te dele. ¡Y tus páginas! Filosofía y poesía. Crítica feroz y ternura. Un pibe de ocho años y un viejo sabio en los mismos zapatos”.
Ha muerto físicamente el creador, pero sus personajes lo sobreviven, leí por ahí. Totalmente de acuerdo y más si Mafalda nos sigue alertando que, en todo este tiempo, nuestro planeta y nosotros, sus habitantes, seguimos chocando con las mismas piedras y que, para mal, están vigentes las mismas problemáticas que denuncian ella y su pandilla desde hace más de medio siglo.
En la ya célebre esquina porteña de Chile y Defensa, a Quino, de seguro, no le faltarán las flores en lo adelante. Creo que así sucederá en muchas partes del mundo… Así como la sonrisa de la eterna nena de pelo azabache que odia la sopa y las absurdas convenciones de los adultos y ama a los Beatles y los derechos humanos.