En Pigalle las fronteras sociales y morales se derrumbaron ante el jolgorio de la cultura popular. Allí, donde desde hace más de un siglo giran las inmensas aspas de “Moulin Rouge” —el cabaret más famoso del mundo, vecino de la Basílica del “Sagrado Corazón” de Montmartre— el arte, el erotismo y la libertad sexual revolucionaron París.
Entre estas calles y edificios de finales del siglo XIX y principios del XX, entre emblemáticos cafés y cabarets, coexistieron y se inspiraron célebres artistas.
Vincent van Gogh gustaba pasear del lado del río Sena de Pigalle, un poco alejado de la aristocracia del Louvre y de los jardines de “Las Tullerías”. De esos periplos, el pintor holandés se inspiró para crear varios de sus óleos. “El boulevard de Clichy” es uno de ellos. Se trata de la recreación cotidiana de una de las principales arterias del barrio. Influenciado por el impresionismo y por su amistad con Paul Victor Signac, importante pintor neoimpresionista, Vicent experimentó en esta pieza contrastes cromáticos y aplicó los colores con sutiles toques de pincel.
El artista conocía muy bien por donde transitaba. Era habitué del Tambourin, un café instalado en el propio boulevard de Clichy, donde mantuvo una relación amorosa con su propietaria, la italiana Agostina Segatori.
Prueba de ese amor es el cuadro “Agostina Segatori sentada en el café du Tambourin”, pintado en 1887 y exhibido, junto a sus famosos bodegones de flores, en una de las dos exposiciones que el holandés realizó en el mencionado café.
Pigalle, que debe su nombre al escultor Jean-Baptiste Pigalle, alcanza su pico de agitación y popularidad en 1889, con la inauguración del “Moulin Rouge”. El cabaret, construido por Josep Oller y Charles Zidler, alzó entonces sus cortinas para brindar espectáculos de variedades artísticas.
Aquella fue la época en la que nació el “cancán francés”, que encontró en el escenario del “Moulin Rouge” su sitio. Con pinceladas eróticas, decoraciones extravagantes y la invitación segura al divertimento, el nuevo local se llega a poner de moda y comienza a ser frecuentado; incluso por la alta sociedad francesa.
La “Ciudad Luz” entonces vivía su tiempo dorado, conocido en la historia como la Belle Époque, marcada, a su vez, por la segunda Revolución Industrial. Una coincidencia histórica: También en 1889 tiene lugar la “Exposición Universal de París”, donde se inauguró, como principal atractivo, la Torre Eiffel.
Un asiduo al “Moulin Rouge” era Henri Toulouse-Lautrec, el pintor y cartelista francés que —como pocos— recreó en sus obras la vida nocturna de finales del siglo XIX. Muchos de los carteles del famoso cabaret llevaban su firma.
Cuenta la leyenda que Toulouse-Lautrec pasaba gran parte de su tiempo en el cabaret, atento a los ensayos y funciones. Mientras degustaba un coñac, hacía bocetos inspirados en las escenas de las que era testigo, y que luego pintaría en su atelier, instalado a unas cuadras de allí. De ahí sus cuadros, casi fotográficos, de bailarinas, besos desenfrenados o señores de sombreros y fracs negros en medio de un bacanal.
En uno de los carteles menos conocidos de Toulouse-Lautrec, que anuncian una de las temporadas en el “Moulin Rouge”, se puede descubrir entre el público al escritor y dramaturgo Oscar Wilde. No es de extrañar, pues el genio irlandés de las letras era otro de los que merodeaba por ahí.
El autor de “El retrato de Dorian Gray” se estableció en París tras ser acusado “de sodomía y de grave indecencia” y cumplir una condena de dos años años de cárcel con trabajos forzados en Londres, por su condición sexual.
Toulouse-Lautrec estuvo presente en el juicio y dibujó un retrato de Wilde, que tituló “El poeta indecente”.
El 11 de febrero de 1897, mientras Oscar aún cumplía su condena en la cárcel de Reading, Inglaterra, en el Theatre de L’Oeuvre, en París, se estrenaba su obra “Salomé”. Henry Toulouse-Lautrec había diseñado el programa.
Tras la pesadilla carcelaria —de la que nunca se repuso— ¿qué mejor ambiente para un ser humano sensible, cultivador del hedonismo y la belleza, homosexual y revolucionario como Oscar Wilde, que “La ciudad del amor” para exiliarse? Sus últimos años de vida los pasó recorriendo la capital francesa con el seudónimo de Sebastian Melmoth. Arruinado, enfermo y alcohólico, muchas veces terminaba recalando en los antros del barrio de Pigalle.
El siglo XX estalla y varios cabarets, bares y clubs nocturnos inundan Pigalle en aquella época. Afloran los prostíbulos y la zona comienza a conocerse como el “barrio rojo de París”.
En La Place Pigalle, kilómetro cero del barrio, no se duerme. Es un hervidero donde se dan cita diversos personajes bohemios. Una de esas artistas cautiva con su voz. Es Edith Piaf, quien se convertiría en una leyenda francesa de la canción.
“Elle fréquentait la rue Pigalle” (Ella frecuentaba la calle Pigalle), es un tema interpretado por la Piaf, compuesto por su amante Raymond Asso en 1939, que cuenta la historia de amor entre una prostituta y un hombre de alcurnia. También, en su primera estrofa, retrata de cierta manera aquella etapa:
Solía ir a la calle Pigalle/ Olía vicio barato/ Ella era toda negra de pecados/ con una cara pobre y pálida/ Sin embargo, había en la parte posterior de sus ojos/ algo milagroso que parecía poner/ un pequeño cielo azul en Pigalle está sucio.
De rojo a Pigalle hoy le queda muy poco. De barrio aparentemente prohibido, truculento y libertino pasó a ser uno de los más turísticos del país. Sobre todo después del 2001, tras la mega producción hollywoodense “Moulin Rouge”, película musical dirigida por Baz Luhrmann y con Nicole Kidman y Ewan McGregor en los protagónicos.
No obstante, todavía quedan algunos carteles de neón, locales sex-shop, cine de categoría “X”, pintores y cantantes callejeros, personajes surrealistas y, sobre todo, el cabaret “Moulin Rouge”, como caudal simbólico de aquella leyenda bohemia.
Muy buen articulo. Sigo sus reportajes fotograficos y tengo que reconocer que son bien interesantes. Nacimos en la misma tierra, ambos somos holguineros. He estado en Paris en tres ocasiones y solo en la primera mi esposa y yo visitamos el Moulin Rouge. Fue una experiencia inolvidable saber que estabamos sentados observando el espectaculo como lo hiciera el celebre pintor frances Toulouse-Lautrec, salvando las distancias en el tiempo, claro esta. Fuimos al primer show de esa noche y nos impacto sobremanera la presencia de ninos pequenos entre los espectadores. Los ninos observaban a las bailarinas topless y algunos otros corrian por entre las mesas. Es asombrosa la percepcion de la sexualidad que tienen los franceses, la naturalidad es increible. La primera vez estaba en bano de hombres de un salon del aeropuerto Charles de Gaulle y de momento siento a una senora entrar en el bano de hombres a limpiarlo. De mas esta decir que me cohibi. En otra ocasion estando en uno de los urinarios publicos que ponen en los Champs Elisee para las Navidades pasaron por detras de mi varias mujeres que iban a los toilets. Son Unisex, la usan al mismo tiempo hombres y mujeres. Increible! Gracias por sus articulos.