Hay una especie de consenso popular en que las tardecitas/noches de los domingos es el horario, quizás, más mustio de la semana. Se puede percibir incluso sentado románticamente en un café a orillas del río Sena, en París; paseando por el Parque Central de Nueva York; o atravesando las intercepciones de Shibuya, en Tokio, por donde cruzan cada día más de un millón de personas.
Las tardes de domingo en La Habana, igual de pesadas, tienen cómo salvarse a veces con una Máquina de la Melancolía, capitaneada desde hace más de una década por Luis Alberto García, uno de los actores emblemáticos del cine cubano, y Frank Delgado, un “topo” principal de la nueva trova cubana.
“Aquí estamos, en el primer territorio libre de reggaetón. ¡Arranca La Máquina de la Melancolía!”, anuncia la pareja de melómanos empedernidos en el Centro Cultural El Sauce (Avenida 9na #12015 entre 120 y 130, Playa).
A la sazón, para calentar la pista, suena “Celebration”, el himno de Kool & the Gang, el grupo estadounidense de soul, funk y disco que provocó furor en las décadas del 70 y 80 en el mundo. En lo adelante y por cinco horas, ya la música ni los bailadores van a parar.
¿De qué se trata esta cita de cada domingo de 5:00p.m. a 10:00p.m? ¿Una fiesta? ¿Una peña? ¿Un encuentro entre amigos? ¿Un baile público? ¿Una discotemba (bares donde personas de más de cincuenta años se dan cita para bailar)? Es todo eso y más.
Partamos de los buenos anfitriones que son el actor y el bardo. Los dos te hacen sentir que estás bailando en el patio de tu casa, compartiendo con gente linda. Esa familia fue creciendo en la medida que se corrió la voz de lo bueno que se pone el ambiente y lo amplio que es el repertorio musical.
Comenzaron yendo “cuatro gatos”, como dice el dicho. Con el tiempo llegaron a animar un público de hasta 1500 personas. Ahora, en El Sauce, donde están instalados desde hace unos años luego de merodear por diferentes lugares de la capital cubana, hay que reservar en días previos porque el lugar cierra por capacidad.
La dupla se conocen de toda la vida. Se quieren un montón y se les nota en escena. En una oportunidad, compartiendo con ellos en medio de La Máquina…, entre carcajadas fui testigo de un ping pong de elogios. “Frank es mi carnal, mi cúmbila…”, confesó Luis Alberto sobre su socio. Por su parte, el aludido sonrió y ripostó eufórico: “A Luisito sencillamente lo amo!”
El otro gran protagonista de esta festividad es el público bailador. Los que copan la pista se dan el gustazo de disfrutar de canciones nacionales y foráneos que fueron hitazos como mínimo hace un par de décadas y siguen vigente en la memoria emocional de un país tan musical como Cuba.
Pero los ritmos no se quedan dando vueltas en la nostalgia. Esas melodías se amalgaman con la producción de artistas y agrupaciones recientes como Interactivo, Alexander Abreu o Cimafunk.
Frank y Luis no son meros seleccionadores de música grabada. Los dos interactúan con el público; cantan y acompañan con maracas, claves y cencerros encima del que suena; se paran de la mesa –donde tienen la consola de sonido y un par de vetustas computadoras– y hasta se animan a tirar unos pasillitos al aire.
Y con ese sentido del humor chispeante que caracteriza a ambos, hacen anuncios parroquiales tales como:
“A las cinco se rompe el carajo… el corojo.
Melancholy’s Machine, que hay inglés para todos.
Y sin cuentos chinos ni “embarajes”, que ya regresaron las de todos los octanajes: motor, regular y especial.
Hasta su petróleo bobo se consigue por ahí.
El que no venga a misa corre el riesgo de ser excomulgado”.
En fin, aunque no creo exista una investigación sociológica respecto a la pesadez del séptimo día cuando comienza a terminar. Pero, ya sabemos que en La Habana hay dos tembas con mucho swing devenidos DJs y cientos de bailadores que al parecer tienen la receta para aniquilar la modorra dominguera.
Superfotos!!! Gracias Kalo.