Todo comenzó hace alrededor de una década, cuando Yimit Ramírez no imaginaba que iba a terminar siendo director de cine. Estudiaba en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro cuando escuchó decir que el amigo de un amigo había pasado por cierta extraña experiencia: encontraron a un hombre en su casa, escondido debajo de una cama. Al acudir las autoridades, se supo que el individuo llevaba tres días allí, inadvertido.
El asombro ante tan inusual situación azaeteó a Yimit hasta este instante de su vida. Después de pasar por el Instituto Superior de Diseño y ahora por la escuela de cine de San Antonio de los Baños, de explorar la animación, la ficción y el documental, y ganar prestigio en todos, ha aparecido la ocasión para contar esa historia.
“Cuando comienzo a realizar cine, esa era una de las idea que me interesaba contar. Cuando realicé CDR, el ejercicio de tres minutos que hice en la EICTV, era esa misma la génesis. La idea me gustaba mucho pero era mucho más grande que un corto de tres minutos.” Esto lo dice ahora, cuando sabe que en la vida hay cosas que van a ocurrir y ocurren. Porque hay una cosa extraña que Lezama bautizara “el azar concurrente”.
Resulta que Yimit pasó un taller con el realizador Kiki Álvarez, titulado “El punto de vista del actor en la puesta en escena”, dedicado a aprender a usar la improvisación con los actores de manera más espontánea, teniendo en cuenta sus procesos reales. Ahí conoció a Tony Alonso y a Neisy Alpízar, quienes a su vez tenían una historia vieja de amistad y amor.
Sigue Yimit: “A partir de ahí comenzamos a llevarnos muy bien, a andar juntos fuera de la escuela también. Un día voy con Neisy a su casa y cuando la veo le digo: “esta casa está buenísima para hacer algo”, pero sin pensar en esta película. La casa de Neisy tiene mucha información, creo que es muy cinematográfica. Cualquier pared o rincón que mires, sacas datos de ahí, te imaginas historias. Eso a mí me fascina más que una casa con sus paredes blancas y que no tenga nada que contar. Entonces le cuento mi idea a Neisy de hacer esta película. Comenzamos a imaginar y empieza a crecer en las mentes de nosotros cada vez que hablábamos como una onda expansiva.”
Así echó a rodar el proyecto de una película inusual, que aborda una situación inusual, cuenta una relación inusual y, por consiguiente, busca convertirse en una obra desacostumbrada. El argumento es tan escueto y raro como consta en el proyecto: “Entro en tu casa sin que lo sepas. Escondido bajo tu cama grabo tu vida ¿Me dejarías hacer una película con esas imágenes? Neisy primero siente pánico, luego ve lo filmado por Tony, un mirón con ánimo de espía como su padre, un connotado agente de la Seguridad del Estado cubano. Ella no solo acepta, sino que se implica. Ambos convienen en seguir documentando sus vidas, su relación, la Cuba que viven, disfrutan, sufren. Quieren terminar su película.”
De ahí que la construcción del relato haya descansado mucho en la improvisación, en explotar el instante del rodaje y sus azares, optando por diversos procedimientos propios del documental, en una trama que al cabo obedece a una estrategia detonante obediente a la ficción.
Por eso el equipo usa entre sí, cuando se le interroga por su rol, el término coísta. Y como todos están comprometidos en hacer esta película, que como se verá es bien extraña, se refieren a ella con las siglas QHUP (Quiero hacer una película).
Dice Tony Alonso: “El termino coísta viene de las terminaciones ista de las labores en la realización de una película: co-protagonista, co-guionista… le ponemos el co delante a todo lo que co-hace algo. Aunque hay varios protagonistas, pero productora hay una sola y el director es también uno.”
Y agrega Neisy: “Somos coístas porque, más que una productora o un director, o un actor, todos aportamos ideas. Si esa idea se utiliza o no en la película no importa, la esencia es que todos nos involucremos y aportemos algo. Nosotros no tenemos un guion, trabajamos en base a una escaleta.”
Esa cualidad improvisatoria hace que, por ejemplo, antes de comenzar la producción, Tony se colara inadvertido en casa de Neisy, se ocultara debajo de la cama y permaneciera allí unas dos horas, cámara en mano, grabando la vida del lugar. Algo como un experimento, que probara si era posible. Después le contaron a la madre de Neisy, quien no tuvo reparos en participar de la experiencia.
Sigue Tony: “La historia que quería contar Yimit me atrajo, porque yo tenía la necesidad de captar imágenes, de también dirigir algo. Por eso aquí el actor dirige su documental y casi que arma la historia junto con Neisy, que está viviendo su vida y armando su vida sabiendo que está siendo filmada… o no.”
Yimit coincide en ese trabajar con la contingencia. “La cosa es usar la fuerza de la verdad de lo que hay en cada uno de nosotros y la empatía que tenemos. Arriba de eso, montarles ciertas ficciones que nos organizan un poco lo que queremos contar en un nivel superior, porque luego hay como varias capas. Como los tres tenemos libertad de creación, a veces yo no estaba dentro de la escena, ni siquiera había un sonidista, eran ellos solos ahí. Pero como estaba escuchando a través de un micrófono de balita, usaba mensajes sms al móvil de Neisy para sugerir acciones. Cuando a Tony algo le parecía bueno, lo filmaba sin decirme nada.”
En esta atmósfera de juego y espontaneidad, los sujetos llamados a establecer un marco de orden y estructura son dos: Marta María Ramírez, community manager y agente de prensa, y Camelia Farfán, productora. Falta en este diálogo la colombiana Mariale Briganti, editora, quien tendrá que padecer el montaje final de esta aventura.
Dice Marta: “Esta gente comienza a hacer su película, tienen un 40 por ciento filmado. Se preguntan, ¿cómo vamos a continuar? Es a partir de ahí que surge la necesidad de que aparezca una figura cómo la mía, para ver cómo vamos a gestionar todo eso. Cómo redactamos y vendemos, cómo convencer a una productora para que saliera de los moldes. Este trabajo para mi ha sido un reto terrible.”
Camelia tiene su propio dilema. Porque con QHUP se dedica a la producción de un largometraje y a hacer una colecta en la plataforma de crowdfunding Verkami. De ahí saldrían los recursos necesarios para finalizar la película. Refiere: “Yo me decidí a lanzarme al proyecto no tanto pensando en que soy la productora, sino como una parte del equipo. En este caso ocupo un rol de producción, aun cuando estemos completamente alejados de los mecanismos formales de producir. Es decir, por la forma en la que se ha ido elaborando el proyecto, por lo que se ha filmado, no podemos aplicar a mecanismos de financiación habituales. Llegué un poco tarde al proceso, más que a la película, y cuando leía lo que tenía escrito Yimit me preguntaba cómo organizar la carpeta, y por eso es que comienzo a ayudarlo. Había la intención de que estas imágenes parecieran como un archivo encontrado o found footage y creo que poco a poco eso ha ido quedando en el camino. La película se ha ido convirtiendo más en el proceso y en cómo este se ha ido viviendo.”
Marta María agrega lo suyo: “A mí me parece que la película ha dejado de ser todo eso que ellos están diciendo para convertirse en una creación totalmente colectiva. O sea, aquí estamos jugando. La campaña de la película, no solo del crowdfunding, descansa en un juego. En un juego donde los espectadores también son todo esto que somos nosotros. Para mí eso es lo más interesante en lo que ha devenido este proceso, que viene siendo la idea inicial crecida de Yimit, Neysi y Tony; hasta que comience la posproducción, en la que ya tenga que llegar el final del juego. No tengo todos los referentes cinematográficos del mundo, pero yo no he visto nada construido de esta manera.”
La campaña de crowdfunding comenzó el pasado 10 de octubre. Ha sido esa una manera más de hacer una declaración de independencia: independencia financiera, creativa, de diseño de producción, de régimen narrativo, de ideología acerca de cómo establecer lazos humanos. Un juego demasiado serio para tomarlo a la ligera.