Afectadas por la pobreza o la guerra, para muchas personas en el Tercer Mundo lavarse las manos es un lujo. Varias organizaciones de ayuda humanitaria sostienen que alrededor de 3.000 millones de personas no pueden lavarse las manos en su casa y que los puntos de reunión comunales para distribuir agua son lugares donde se puede propagar el coronavirus.
A un grupo le preocupa que los fondos globales se enfoquen en posibles vacunas y tratamientos y que descuiden la prevención. En Zimbawe, el agua limpia a menudo se guarda más para tareas diarias como lavar los platos y descargar los inodoros que para lavarse las manos.
Naciones Unidas dice que solo en la región árabe, alrededor de 74 millones de personas no tienen acceso a una instalación básica de lavado de manos.
Violet Manuel, de 72 años, se sumó a decenas de personas que hacían fila para obtener su ración diaria en la ciudad densamente poblada de Chitungwiza, en Zimbawe. “¿Distancia social aquí?”, preguntó con amargura. Suspiró aliviada una vez que recibió sus 40 litros asignados (10,5 galones), pero le preocupa el riesgo de contraer el coronavirus.
“Obtuve el agua, pero es probable que yo también tenga la enfermedad”, dijo. Y, sin embargo, sus planes para el agua no incluían lavarse las manos, sino tareas “más importantes”, como lavar los platos y descargar el inodoro.
Según el grupo de beneficiencia WaterAid, unos 3.000 millones de personas —desde comunidades indígenas en Brasil hasta aldeas devastadas por la guerra en el norte de Yemen— no tienen dónde lavarse las manos con jabón y agua limpia en sus hogares. WaterAid teme que los fondos globales se enfoquen hacia la creación de vacunas y tratamientos sin “ningún compromiso real con la prevención”.
La vinculación definitiva entre la tasa de contagio de la Covid-19 y el acceso al agua no es fácil sin una investigación más profunda, dijo Gregory Bulit , quien trabaja con el equipo de agua y saneamiento de UNICEF, “pero lo que sabemos es que, sin agua, el riesgo aumenta”.
Casi una década de guerra civil ha dañado gran parte de la infraestructura hídrica de Siria, y millones deben recurrir a medidas alternativas. En el último territorio controlado por los rebeldes, Idlib, donde las operaciones militares más recientes desplazaron a casi 1 millón de personas, los recursos están muy agotados.
El residente en Idlib Yasser Aboud, padre de tres hijos, dijo que ha duplicado la cantidad de agua que compra para mantener a su familia limpia en medio del temor de contagiarse del virus. Él y su esposa perdieron sus trabajos y deben reducir el gasto en ropa y comida para pagarla.
En Manaus, Brasil, 300 familias en una comunidad indígena pobre tienen agua apenas tres días a la semana. Y de un pozo sucio.
“El agua es como el oro por aquí”, dijo Neinha Reis, de 27 años y madre de dos hijos. Para lavarse las manos, dependen de donaciones de desinfectante. Reis y la mayoría de los otros residentes se han enfermado con síntomas similares a los de la Covid-19 durante el último mes.
Associated Press/OnCuba.