Para algunos, la pandemia es agua pasada; otros la retan constantemente, rehuyendo de la nueva normalidad. Una gran parte incluso la ignora. A otros les resulta imposible mirarla de soslayo, pues todavía no despiertan de las pesadillas causadas por la expansión del virus. Es el caso de las personas que no acaban de llegar a casa.
Todavía hay cubanos que permanecen en la Mayor de las Antillas, de esos que fueron de visita por unos días y llevan meses a la espera de poder usar un boleto aéreo de regreso. Para aquellos que son residentes en Ecuador, cada día de permanencia en la Isla desprende un pedazo de la vida que han armado en tierras andinas.
En junio, OnCuba publicó un reportaje sobre el tema, que mostró los baches que estos cubanos y los ecuatorianos que estaban en Cuba cuando se cerraron las fronteras encontraron para regresar al país donde viven. Luego de tres vuelos con la etiqueta de “humanitarios” (dos con Cubana de Aviación y uno con Copa Airlines), aún permanecen varadas en Cuba más de 200 personas, entre cubanos y ecuatorianos.
El descenso de contagios por la COVID-19 a inicios de junio en ambos países hizo que muchos de los afectados sintieran el regreso a la normalidad a la “vuelta de esquina”. Pero la pandemia no tiene esquinas para divisar soluciones definitivas; mas bien presenta una curva que sube y baja al mismo ritmo que la incertidumbre en la mayoría del mundo, sobre todo entre quienes continúan varados.
Tal es el caso de la ecuatoriana María Elisa Recalde: “No pensé que esta circunstancia fuera a alargarse tanto. Mi situación económica es muy precaria. Estoy estudiando en Cuba, me quedé un poco más para aprovechar el tiempo con mi tutora en La Habana, pero no pensé que esto sucediera. Cuando parecía que ya todo iba a volver a la normalidad, se ha vuelto más difícil, pues ni siquiera se programan ya los vuelos humanitarios y las fronteras siguen cerradas”.
De tales circunstancias brotan incontables historias, llenas de desesperación; historias de rabia disparada, de sueños rotos, de planes truncados, de presión alta, de mal dormir, de impotencia y decepción, de bolsillos cada vez más vacíos; historias que esperan casi por un milagro. Entre muchas, este texto cuenta tres.
Seis años pueden acabarse en cuatro meses
Yipsi Domínguez viajó el 2 de marzo a Cuba con fecha de regreso el 28 del propio mes. Reside en Ecuador desde 2014. En la nación andina vive en la parroquia de San José de Minas. Allí emprendió un proyecto de turismo ecológico que le ha brindado muchos frutos. “No ha sido fácil. La historia del migrante es siempre difícil, pero logré materializar mi sueño. Tengo un proyecto de producción y comercialización de varias hectáreas de aguacate, también un emprendimiento de dulces caseros y espacio de alojamiento para turistas nacionales e internacionales. Incluso, mi finca está vinculada con la carrera de Turismo de la Universidad Central del Ecuador”.
Cuando a mediados de marzo cerraron las fronteras de Ecuador y el pasaje de retorno por la aerolínea Copa tuvo que postergarse hasta nuevo, lejano y aún indescifrable aviso, todo el pedestal en donde estaban los logros de Yipsi comenzó a desmembrarse. “Al no poder regresar, se destruyeron mis sueños. Mis animalitos han muerto, los cultivos están devastados, mis esfuerzos de seis años se están esfumando. Incluso, el Ministerio de la Agricultura en Ecuador estaba evaluando un proyecto de dulce de limón que yo estaba presentando. La ingeniera encargada de esos asuntos en Quito quedó asombrada de lo que estaba logrando con producciones locales. Todo eso se fue por el caño. Mi taller de escultura… también por el caño”.
Le pregunto si no tiene quien le atienda el proyecto. Yipsi está casada con un ecuatoriano, sin embargo… “Como mujer, soy víctima de mi esposo. Esto es una pesadilla. La pandemia está sacando lo peor de las personas, la maldad está haciendo más estragos que el propio virus. Mi esposo me ha negado toda ayuda, dice que ese es mi problema. Agarró esa producción de aguacates y la vendió para su beneficio, lo mismo hizo con mi yegua medio española. Para colmo, aprovechando esta situación, me dice que no regrese, que me quede aquí.
“Es verdad que teníamos nuestros problemas. De hecho, cuando regresara de Cuba, nos íbamos a divorciar. Pero quedamos en respetarnos hasta que salieran los papeles para el divorcio y lo que hizo fue sacarme de la manera más sucia. Ni siquiera sé si al regresar me quede en la calle. No es justo. Esta situación me tiene sin dormir y sin comer”.
Yipsi no fue a Cuba de vacaciones, tenía una razón muy apremiante para el viaje: “Vine porque mi mamá se iba a operar de cataratas. De allá le traje los lentes intraoculares. Esa operación tampoco pudo concretarse por el tema de la pandemia. Ahora me dicen que no se sabe para cuándo podrá ser, pues hay falta de insumos. En fin, esto es terrible por todos lados”.
La situación económica de esta cubana es bastante complicada. A ella se le ha hecho difícil pagar un boleto adicional en un vuelo humanitario y, por tanto, espera la posibilidad de usar el pasaje que ya tenía comprado por Copa. Sin embargo, denuncia la falta de respuesta de la aerolínea. “A Copa no le interesamos. Es una falta de respeto con sus clientes. Dijeron que iban a priorizar los vuelos programados desde marzo y nada. Pagar un valor por encima es muy difícil para mí. De todas maneras, ya estoy vendiendo mi tablet, cámara fotográfica y memoria de un terabyte. Necesito regresar a Ecuador”.
La familia dividida. La vida más compleja
Klever García, desde Quito, cuenta que su esposa cubana (de 50 años de edad) y su hijo ecuatoriano (de 21) viajaron a Cuba en marzo. “Ella fue a despedirse de dos tíos que estaban muy mal de salud, de hecho, ya fallecieron”. Klever presenta también un amplio panorama de los inconvenientes derivados de tanto tiempo de familia separada. La vida se le ha complejizado sobremanera.
“Imagínate, nosotros tenemos un restaurante y un punto de venta de hortalizas; mi esposa es quien lo atiende. Con la ausencia de ella, tuve que cerrar el negocio, pues yo tengo mi trabajo y no puedo perderlo. He intentado abrir el punto de venta, pero también tenemos un niño pequeño que está aquí conmigo. Cumplir con las obligaciones de mi empleo, atender el negocio, el niño pequeño… Ha sido muy duro.
“Por otro lado, mi hijo mayor, el que está en Cuba, estudia Arquitectura aquí en Ecuador, en la universidad. Ha perdido muchas clases, no ha podido casi conectarse a internet para recibir las materias. Él ha seguido batallando para no perder el semestre, yo también le ayudo enviando las tareas. Por suerte, en la universidad han sido bastante comprensivos, pero hay muchas cosas con las que él no ha podido cumplir, como los exámenes online.
“Ojalá pueda resolverse toda esta situación. Mi familia no vino en los vuelos humanitarios porque preferimos esperar un poco, pues imagínate, aquí tenían que estar unos 14 días en Aislamiento Preventivo Obligatorio (APO) en un hotel”. Los costos de dicha estadía pueden superar los mil dólares, y a ello se le suman los precios de los pasajes en casi 500 dólares cada uno. Otra vez la situación económica deviene golpe noqueador en el mentón.
Entre la confianza en que la situación mejoraría, la disminución de los ingresos y el aumento de los egresos en la economía familiar, el tiempo pasa factura con una separación postergada y sin fecha segura de caducidad.
“En Cuba la vida está mucho más cara”
Así me dice Alain López, que también permanece en la Isla desde marzo. Al joven lo despidieron de su trabajo en Ibarra, Ecuador. Ya le pagaron su liquidación (compensación por la terminación de un contrato laboral). Pero igual, “no alcanza para nada. Yo vivo solo, tengo todas mis cosas allí en la casa, por eso debo seguir pagando la renta, vaya, como si fuera un almacén. A eso súmale que me quedé sin empleo y que la vida aquí en Cuba está cada vez más cara, incluso más que en Ecuador.
“La comida en Cuba es costosa. Faltan los productos de primera necesidad o los consigues a sobreprecio. Por ejemplo, un tubo de pasta dental que en Ecuador me sale en un dólar, aquí me cuesta cinco. Hay colas para todo, desde la madrugada, en fin… Eso sin contar todo lo que gasto en conexión a internet, pero tengo que conectarme todos los días para preguntar a mi vecina cómo está todo con la casa. Ella me dice que bien, pero ya sabes, es muy difícil, tengo las cosas botadas allá, las que con tanto sacrificio pude obtener”.
En el clímax de la conversación, salta la frase común para todos, la que parecería que vocean a coro: “¡Necesito irme ya a Ecuador!”. Alain envió varias veces sus datos para que lo incluyeran en uno de los vuelos humanitarios realizados entre mayo e inicios de junio, pero su nombre no estuvo nunca en la lista de pasajeros. Entonces, quedó a la espera de que abrieran las fronteras para, al menos, utilizar el pasaje que ya tenía comprado por Copa.
Tampoco ha corrido con esa “suerte”. Ante el aplazamiento una y otra vez de la apertura del aeropuerto de Ciudad Panamá (previsto por ahora para el 4 de septiembre), la aerolínea ha operado varios vuelos humanitarios. Con la conexión Cuba-Ecuador solo ha efectuado uno. “Verdaderos vuelos humanitarios sería que llevaran a todos los cubanos que tenemos boletos con ellos y nos hemos quedado varados aquí por cuatro meses. Somos bastantes. La situación es desesperante”, sentencia Alain.
El Consulado de Cuba en Ecuador le ha insistido a través de mensajes en que han realizado gestiones para que los cubanos varados en la Isla puedan regresar. Ante ello, Copa les ha manifestado que sus aviones están en mantenimiento. De acuerdo con un comunicado emitido por dicha sección consular el pasado 30 de julio, se realizará un vuelo humanitario el 11 de agosto, operado por la línea aérea VivaAerobús, radicada en México. En esta ocasión, tampoco se agotará la lista de espera de personas varadas.
“Ya no me importa pagar, tengo que irme ya. Ahora será continuar con la batalla para que Copa devuelva el dinero. A mí del Consulado me dijeron que debíamos reclamarle a Copa, pues si no van a realizar el vuelo, deben reintegrarnos el dinero”.
En realidad, Copa ha comunicado a las personas a quienes se les canceló su pasaje que pueden utilizarlo hasta finales de 2020, sin ofrecer una opción directa de reembolso. Hasta ahora, el joven ha llamado varias veces a la aerolínea y siempre le atiende la contestadora, que obviamente no le brinda información alguna sobre vuelos humanitarios ni reembolso del pasaje.
Así, la pandemia deja al descubierto también que la atención al cliente y la ayuda humanitaria deben ser más que un eslogan. Cada amanecer de una persona varada en cualquier lugar del mundo abona a la desesperación. Desde Cuba lo pueden testificar María Elisa, Yipsi, Alain, la familia de Klever y muchos otros, atrapados en la pesadilla de sobrevivir por varios meses lejos de su casa.
Todavia??
Exhaustivo tratamiento de un tema que es todo actualidad. Muy bien elaborado y concebido., Felicidades a su autor.