El anuncio realizado simultáneamente a las 12 del mediodía del 17 de diciembre del 2014 por los Presidentes de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro y Barack Obama, en el sentido de que sus gobiernos, después de 18 meses de negociaciones secretas, habían acordado comenzar el largo proceso de normalizar sus relaciones, constituye un hecho a la vez necesario y difícil de comentar. No cabe duda que el entendimiento alcanzado fue inesperado para la mayor parte de los analistas internacionales y se inscribe en la historia contemporánea como un hecho trascendente y de amplias repercusiones.1
Para aquilatar justamente lo que antecede, debe comenzarse por analizar las dificultades y obstáculos que ambos Presidentes enfrentaban para alcanzar los objetivos que se habían propuesto y la maestría que han demostrado sus equipos negociadores y ellos personalmente para encontrar soluciones creativas y meditadas a los múltiples desafíos que debían superarse para modificar radicalmente las relaciones entre ambos países. Entre otros, había que dejar atrás la desconfianza mutua acumulada por años de conflicto.
En el caso de Raúl Castro y su gobierno es mucho más sencillo deducir la lógica de su comportamiento. La política exterior cubana no ha ocultado jamás que uno de sus objetivos primordiales es hallar una modificación de las relaciones con Estados Unidos sobre la base de los principios reconocidos del derecho internacional. Los gobernantes cubanos, Fidel Castro en primer lugar, han manifestado en reiteradas ocasiones su disposición de negociar sobre la base de igualdad y respeto mutuo.
No obstante, por razones de vecindad, asimetría y experiencia histórica, en Cuba siempre ha habido reticencia a hacer cualquier gesto que pudiera ser interpretado por Washington como una concesión resultante de debilidad. Adicionalmente, importantes sectores de la ciudadanía cubana han sido escépticos ante el concepto mismo de una normalización de las relaciones con Estados Unidos, pues consideran que la misma es imposible, dada la tendencia histórica de las élites de ese país a considerar a Cuba como una pieza clave en su política hegemónica global. Finalmente debían considerarse las repercusiones que un acuerdo tendría para los principales aliados de Cuba en América Latina y Caribe, sometidos también a la hostilidad norteamericana.
Antes del 17 de diciembre las prioridades cubanas con respecto a Estados Unidos eran la liberación de los 5 agentes anti-terroristas retenidos en cárceles norteamericanas, los Cinco Héroes; el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero; el cese de la actividad subversiva contra nuestro país; y el restablecimiento de relaciones diplomáticas. De estas prioridades, la última era vista como la consecuencia lógica de un proceso que la mayor parte de los analistas consideraban sería prolongado y a la cual no se podría llegar sin resolver las tres primeras.
En cuanto a Estados Unidos, era una presunción asumida por todos los especialistas que cualquier mandatario que quisiera modificar una política fracasada debía demostrar decisión firme y estar dispuesto a enfrentar el costo de dar pasos positivos, pues esta era una posición incrustada en la cultura política norteamericana por numerosos factores inclusive psicológicos. Era una política de estado, refrendada por dos leyes del Congreso, la Torricelli y la Helms-Burton. Se dudaba incluso si ello valdría la pena en un caso de un país tan pequeño como Cuba.
A la luz de lo anunciado el 17 de diciembre, se hace evidente que los pronunciamientos y promesas del Presidente Obama respecto a Cuba desde el 2004 revelaban su verdadera posición con respecto a la política de bloqueo y su voluntad de levantarlo. En esa fecha, siendo Senador manifestó que se oponía al mismo. Durante la campaña electoral del 2008 reiteró en más de una ocasión su disposición a negociar directamente con los enemigos de Estados Unidos, en específico el Presidente Raúl Castro. En la Cumbre de las Américas del 2009 en Trinidad Tobago dijo estar dispuesto a conducir las relaciones hacia un nuevo comienzo. A fines del 2013 en Miami prometió actualizar la política hacia Cuba de una manera creativa y pensada, calificándola de fracasada.
En estos planteamientos, Obama reflejaba una opinión prevaleciente no sólo en amplios sectores de la opinión pública sino también en significativas esferas de la clase dominante y de la elite del poder en el sentido de que la política había sido un fracaso y debía modificarse. Sin embargo, estas opiniones se dividían entre los que abogaban por el cambio en los métodos pero sin renunciar a su objetivo, que no era otro que “el cambio de régimen” en Cuba; mientras que otros consideraban que se debía revertir todo el enfoque, incluyendo el objetivo. Esta posición de partida de Obama ha sido compartida por importantes personalidades del liderazgo del Partido Demócrata, entre ellos Hillary Clinton y John Kerry, pero también por algunos dirigentes del Partido Republicano, y han sido reflejadas en una serie de editoriales recientes del influyente The New York Times. Durante el 2014 se vio fortalecida por la revelación, mediante encuestas, de las transformaciones que han tenido lugar en el plano de la política doméstica.
Pero, sobre todo, habría que añadir los cambios económicos introducidos por Raúl Castro y el cada vez más relevante papel de Cuba y en las relaciones interamericanas. Lo ocurrido en la Cumbre de Cartagena en el 2012 era una muestra de que sin solucionar el problema de las relaciones con Cuba, resultaba imposible alcanzar otros objetivos en la región y se ponía en peligro el éxito de Cumbre de Panamá, fijada para abril del 2015. Llama la atención que la mayor parte de los análisis apuntan hacia la primavera del 2012 el momento en que el Mandatario ordenó a sus colaboradores elaborar un proyecto para cambiar la política.
Sin embargo, había un obstáculo político de fuerte contenido simbólico. El gobierno norteamericano, por sus propias decisiones, se había puesto en una situación difícil en el caso de Alan Gross, el ciudadano norteamericano arrestado y condenado en Cuba por cometer actos ilegales en el territorio nacional. Al reclamar inicialmente que se trataba de un ciudadano privado y no de un contratista de la USAID, se tenía que aferrar a la ilógica exigencia de que fuera liberado unilateralmente por Cuba, lo cual era una demanda inaceptable para el gobierno de la Habana pues, para mayor gravedad, había ingresado al país con fondos destinados a la desestabilización del sistema político y económico. No obstante, muchos observadores diplomáticos que estimaban que el gobierno de Estados Unidos tendría que tomar iniciativas con respecto a Cuba para rectificar su fracaso, insistían en que Cuba debía tener un gesto y soltar a Gross para facilitarle el camino a Obama. Pero eso era imposible sin que se obtuviera la liberación de los Cinco Héroes.
Ambos equipos negociadores, dirigidos por sus jefes de estado, hallaron las soluciones adecuadas que permitieron llevar a feliz término la negociación que tiene varias particularidades que vale la pena subrayar. Primero, la solución dada a los casos de Gerardo Hernández, Ramón Lavañino y Antonio Guerrero de un lado y Alan Gross del otro demostró la creatividad de ambos gobiernos y su disposición a tomar una decisión humanitaria que tendría, además, la virtud de allanar el camino al acuerdo más significativo sobre la normalización de relaciones. Debe subrayarse el realismo de la parte cubana al aceptar el intercambio de sus tres agentes por un ciudadano cubano que había servido a la CIA como espía de alto valor, en un acto de evidente traición a su patria. Normalmente, este tipo de crimen es castigado duramente y casi nunca forman parte de ningún intercambio. Véase el ejemplo de Jonathan Pollard, un norteamericano que trabajó para los servicios de inteligencia israelíes y fue condenado a cadena perpetúa en 1987. A pesar de los ingentes esfuerzos del Gobierno de Israel, un cercano aliado de Estados Unidos, Washington se ha negado a perdonarlo y liberarlo.
A este pragmatismo y a esta muestra de confianza mutua de ambas partes en viabilizar la solución de lo que eran elementos clave para los dos gobiernos, habría que añadir la audacia en tomar decisión de restablecer relaciones diplomáticas e iniciar el camino hacia el levantamiento del bloqueo, prometido por el Presidente Obama en su alocución y aceptado por el Presidente Raúl Castro. No cabe duda que éste es un éxito de la política exterior cubana, si bien debe tenerse en cuenta que en el logro del mismo también la Habana actuó con realismo, aceptando dar este paso sin que se hayan obtenido dos resultados importantes, el levantamiento del bloqueo y el cese de la actividad subversiva contra el gobierno cubano, cuestiones imprescindibles para que haya una verdadera normalización de las relaciones bilaterales. El establecimiento de relaciones diplomáticas y los anuncios del Presidente Obama sobre las medidas que tomará en el plano económico favorecen que eventualmente esos objetivos sean cumplidos.
En resumen, ambas partes le dieron un viraje radical a sus vínculos bilaterales mostrando realismo, audacia y confianza mutua, lo cual augura perspectivas alentadoras. Los resultados más importantes son el intercambio de prisioneros que parecía ser muy difícil si no imposible; el restablecimiento de relaciones diplomáticas; el anuncio de ambos presidentes de que asistirán a la Cumbre de las Américas de abril del 2015; el comienzo del fin del bloqueo norteamericano contra Cuba; y la voluntad de ambos presidentes de iniciar el largo camino hacia la normalización de relaciones. Estos resultados tienen consecuencias históricas no sólo para los nexos entre las dos naciones, sino para cada una de ellas en lo doméstico y para el sistema de relaciones internacionales en su conjunto, pero particularmente en el Hemisferio Occidental. Estas serán analizadas en una segunda entrega de este trabajo.
Notas:
[1] Véanse mis anteriores trabajos sobre el tema que se pueden encontrar en mi página de www.academia.edu, particularmente el publicado el pasado 21 de noviembre en este sitio: https://oncubanews.com/sociedad/la-politica-de-ee-uu-hacia-cuba-un-incipiente-deshielo/ y otro titulado “Cuba en Obama, Obama en Cuba”, publicado en enero del 2009 en Bloggers Cuba.
Ustedes no se enteran de nada. Obama ha hecho un movimiento genial que va mas alla de lo que ustedes ven