Fundada en 1886, Ybor City pronto se convertiría en un boomtown, un pueblo súbitamente expansivo económica y demográficamente, pero determinado esta vez no por la minería, sino por la industria tabacalera y con plenas oportunidades de empleo para torcedores, despalilladores y otras labores relacionadas con esa actividad económica. Ello redundó, esencialmente, en la dependencia a mano de obra inmigrante, sobre todo de cubanos, pero también de españoles e italianos, en especial de Sicilia, a los que con el tiempo fueron añadiéndose otras nacionalidades.
La investigación histórica ha evidenciado que en Ybor City los cubanos eran, en efecto, la fuerza productiva fundamental, procedentes no solo de las factorías de Key West sino también de La Habana y de poblados como San Antonio de Los Baños, Bejucal y Santiago de Las Vegas, donde abundaban los oficios vinculados al tabaco.
De acuerdo con el Censo de 1892, el mismo año de la fundación de West Tampa, concebida por el abogado de origen escocés Hugh Mcfarlane (1851-1935) para competir con Ybor City en la producción de tabacos, en Tampa vivían 2 424 cubanos en una población total de 5 532 habitantes: casi el 44%.
Procedente de la capital cubana, después de finalizada la Guerra Hispano-Cubano-Americana en ese flujo se montó la familia Zarate con su hijo menor, Jorge, más tarde conocido como George “Saturday” Zarate en el mundo del hampa.
Deben haber llegado a bordo del Mascotte o el Olivette, dos vapores de la compañía Plant, el desarrollador del área, que a partir de 1888 efectuaban dos viajes semanales Tampa-Key West-Habana trayendo consigo al regreso no solo fuerza de trabajo fresca y mercancías, sino también hojas de Vueltabajo para las fábricas locales.
Se sabe poco de la infancia y la temprana adolescencia de “Saturday”, pero debe haber transcurrido entre factorías, mataperreos, bodegas, picnics, juegos de pelota, centros de esparcimiento y sociedades de ayuda mutua que se erigieron en Ybor City, una de ellas el Círculo Cubano, en la 10ma. Avenida y la calle 14, reconstruido en 1917 después de que un gran incendio arrasara con el edificio original.
Sus primeras incursiones en el mundo del hampa se documentan en 1928 como lugarteniente de Ralph Reina, uno de los magnates de la bolita, introducida en Ybor desde el principio de los tiempos por su coterráneo Manuel Suárez, también nombrado “El Gallego”.
De acuerdo con estimados, por ese entonces operaban en la localidad alrededor de trescientos bancos de bolita, una de las fuentes de corrupción de las autoridades –de la policía a alcaldes y jueces– con profundos impactos sobre la vida social toda del territorio.
A sus 30 años, nuestro hombre tuvo su primer encontronazo con la ley al cabo de una redada en Ybor por venta/posesión de narcóticos, actividad a la que se dedicó desde temprano junto a James “Jo-Jo” Cacciatore (1900-1967), hermano de Maria Giuseppa Cacciatore (1888-1971), esposa de Santo Trafficante Sr. (1886-1954) y madre de sus cinco hijos: Frank, Santo, Sam, Fano y Henry.
Fue entonces condenado a pagar una multa de 4 000 dólares y a diez años de prisión, pero cumplió solo 33 meses al recibir el perdón del presidente Herbert Hoover, sin que hasta hoy se hayan podido establecer con claridad las razones de su liberación anticipada.
Al salir de la cárcel, comenzó a trabajar en “El Dorado”, un casino de alto nivel con mesas de dados, ruleta y burdel encima. Su propietario mayoritario era Charlie Wall (1880-1955), apodado “La Sombra Blanca” o “el Decano del Bajo Mundo” por su involucramiento en la bolita, las prostitutas y el tráfico de estupefacientes.
Entre 1930 y 1940 en Tampa tuvo lugar el choque de dos grupos mafiosos por el control de los negocios, un período que los historiadores del crimen organizado han bautizado como “La Era de Sangre”, pletórica en hechos violentos a la manera del cine negro norteamericano.
El primero, el del italiano Ignacio Antonori (1885-1940), creador en los años 20 de la primera ganga de connacionales y uno de los principales traficantes de heroína en los Estados Unidos de entonces. El segundo, el del mencionado Charlie Wall, un anglo nacido en sábanas de seda, suerte de Yarini local, pero no tan bien parecido, devenido delincuente durante la Prohibición y jefe de pandillas multiculturales integradas por estadounidenses y cubanos.
El 5 de noviembre de 1936, en la esquina de “El Dorado”, en la 8va. Avenida y la calle 14, George “Saturday” Zarate fue objeto de un atentado mientras leía el periódico dentro de su automóvil, pero logró escapar con solo una herida de bala en el hombro. Dos años después, un peninsular emigrado de Cuba a Tampa, Evaristo “Tito” Rubio (1902-1938), secuaz de Wall, dueño parcial de “El Dorado”, del Lincoln Club y contacto por excelencia del hampa anglo con los latinos, fue asesinado saliendo del casino aludido. Nunca se supo quién o quiénes lo ejecutaron.
Al año siguiente, en junio de 1939, el propio Wall sufrió un atentado del que escapó milagrosamente con un balazo en el hombro, indicador adicional de que en Ybor la lucha por controlar la cosa nostra iba en serio.
Este conflicto se extendería hasta 1940 con la muerte de Antonori: dos plomazos por detrás de la cabeza mientras hablaba con una mujer en un café. Charlie Wall saldría victorioso, pero derrotado. Consumido por la guerra, y con buena parte de sus huestes en el otro mundo, sería desplazado por Santo Trafficante Sr., otro de esos inmigrantes sicilianos establecidos en Tampa a principios del siglo XX. El fundador de la familia había optado por una estrategia distinta: mantener bajo perfil en esas matanzas para poder ganar más territorio y mayor poder. Y al final lo logró.
En 1941 efectivos antinarcóticos irrumpieron de nuevo en “El Dorado” y arrestaron a “Saturday” con unos 5 000 dólares en los bolsillos. Logró salir absuelto, probablemente por corrupción de las autoridades locales, pero decidió abandonar Ybor City y establecerse en New York.
Allí abrió un restaurante, “La Fiesta” (West 46th Street, Manhattan), de apariencia respetable y cercano al mundo del teatro, donde según los estudiosos logró organizar un grupo de narcotraficantes cubanos y vincularse con Charles “Lucky” Luciano. Pero las huestes de Edgar Hoover lo tenían en la mirilla.
En 1948 un ejército de feds irrumpió de manera intempestiva en el restaurante, lo detuvieron y le decomisaron 700 000 dólares. Tampoco se conocen los pormenores del caso, solo que pagó una fianza y voló de inmediato para Cuba.
La historiografía tradicional sostiene que estaba medio retirado en Cuba, pero no parece ser el caso. Durante sus años de aprendizaje aquí en Ybor City, conoció demasiado bien el papel de la isla donde había nacido en el tráfico de estupefacientes; que en sus viajes a La Habana, durante la Ley Seca, el viejo Trafficante Sr. no solo se dedicaba al contrabando de licores; y que Antinori había establecido una línea de heroína vinculada a narcotraficantes franco-corsos.
Esa droga, en efecto, venía de Marsella, pasaba por la capital cubana, entraba por el puerto de Tampa y de ahí era distribuida por los mafiosos Thomas Buffa, de St. Louis. Missouri, y por Nicola Impastato, James DeSimone y Joseph Deluca, de Kansas City.
Por si lo anterior no fuera suficiente, al menos desde sus días newyorkinos “Saturday” había creado o intervenido en una cadena de cocaína peruana que utilizaba a Cuba como trampolín antes de llegar al puerto de New York.
Sus actividades estaban muy bien documentadas por el Buró, el cual entre 1948 y 1949 condujo una investigación conjunta con los servicios de aduanas y la policía de la Gran Manzana. Eso explica la irrupción de los federales en aquel restaurante.
En La Habana estaba trabajando para Santo Trafficante Jr. Un informe del FBI de fines de 1953 sugiere los nexos de colaboración existentes entre esa institución y las autoridades cubanas:
Durante el período en que ZARATE estuvo en La Habana, y específicamente el 8 de octubre de 1953, la policía cubana lo observó en compañía de Santo TRAFFICANTE Jr. en el Hotel Presidente. En ese momento, se nos informó que ZARATE todavía estaba involucrado en el tráfico de narcóticos, actuando como intermediario entre las fuentes peruanas de suministro de cocaína ilícita y clientes de gángsters estadounidenses como Santo TRAFFICANTE Jr.
Murió dos años más tarde, el 22 de agosto de 1955, a los 57 años, debido a un paro cardíaco por uso y abuso de morfina y cocaína. Dicen que lo enterraron en el Cementerio de Colón. Acaso sin saberlo, George “Saturday” Zarate fue uno de los pioneros de una estirpe, pero se llevó a la tumba una parte importante de la historia del crimen organizado y el tráfico de drogas entre Cuba y los Estados Unidos.
Buena investigacion!!! Quisiera por favor entrar en contacto con el autor. Vivo en Tampa desde hace mucho tiempo y tengo mucha informacion sobre el tema de los cubanos en la mafia de aqui. Gracias!