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Han pasado dos meses desde que Heidy Sánchez asistiera a una cita de emigración que convertiría su vida y la de su familia en una pesadilla que se extiende hasta hoy y que aún no muestra una clara señal de estar cerca de terminar.
Por segunda vez, Heidy recibe al equipo de OnCuba y narra cómo transcurren las gestiones para conseguir la reunificación de esta familia marcada por la durísima política antiinmigrante de la Administración Trump.
Más de sesenta largos días han pasado desde que su hija de año y medio, literalmente, le fuera arrebatada de sus brazos. Heidy fue sometida a un proceso expedito de deportación que la trajo de regreso a su país natal en 48 horas, después de seis años viviendo en Estados Unidos.
Deportada y sin su hijita: la desesperación de Heidy Sánchez
“En este tiempo ha sucedido de todo, pero nada en concreto para el caso”, nos dice Heidy.
La joven luce más delgada, aparentemente más calmada, pero las lágrimas aparecen en cuanto comienza a hablar de su pequeña y sus respuestas son más escuetas. El agotamiento emocional hace lo suyo y es evidente.
“Lo único que me mantiene viva, respirando, es la esperanza de poder estar con mi niña. Tengo que aferrarme a esa fe”, nos dice, a la vez que reitera una y otra vez la frase de “esperando estamos”, acompañando sus palabras de suspiros.

Actualmente, su abogada y esposo llevan adelante en Estados Unidos dos procesos que son de momento sus únicas esperanzas de volver a estar juntos; uno de ellos tuvo un paso de avance a inicios de este mes.
“El día 6 de junio mi esposo tuvo, por fin, una cita en emigración donde le aprobaron el caso de petición familiar. Estamos esperando la fecha para mi entrevista aquí en la embajada en Cuba que lleva pedir dos perdones. Depende de mí convencer al cónsul de que me perdonen por entrar a los Estados Unidos ilegalmente y a ver si me aceptan”, explica.
“Lo otro es una visa humanitaria. Mi abogada quería llevar los dos procesos de la mano, a ver cuál de los dos podía ser más rápido. Ahora mismo los dos están ahí, pero también están lejos. Creo que la petición familiar sería la más segura, pero la más demorada. La visa humanitaria podría ser un poquito más rápido por la niña, por las condiciones de la niña, pero depende de ellos”, resume Heidy.

Las incansables gestiones que realizan en medio de un contexto poco propicio en el que, como previeron desde el inicio, están enfocadas en tratar de aliviar la situación de la más afectada: su pequeña.
“La niña ahora mismo tiene mucha alteración. Mi esposo y la abuela no saben ya cómo calmarla. No quiere comer, ya no quiere dormir, ni al mediodía, ni en las noches. Antes yo le cantaba y lograba dormirla, pero ya son las dos y las tres de la mañana y la niña aún está despierta. Grita todo el tiempo, llora todo el tiempo. La leche ya no se la quiere tomar en pomo. Ellos ahora mismo están pasando por unos días difíciles y con miedo de que ella se altere y le repitan las convulsiones”, dice Heidy.

“No quiere que la peinen, porque su mamá era quien la peinaba, su mamá era quien le escogía las cositas para el pelo. Ella está haciendo ahora mismo como un rechazo total a todo. Ella no sabe, no entiende por qué su mamá no está. Solamente me dice ‘mamá’, y ella misma se responde: ‘trabajando’”, aludiendo a la excusa con la que infructuosamente han intentado mantener tranquila a la niña que ya recibe atención psicológica por los efectos que en su salud está dejando la ausencia materna.

En Cuba, Heidy también ha decidido mantenerse en tratamiento psicológico porque “ya viendo las cosas de la niña, pues más me altero yo”, nos dice.
“Por mi mente ha pasado de todo. Ayer mismo le estaba diciendo a la familia de mi esposo que si pudiera ir corriendo, si pudiera atravesar ese mar corriendo ahora mismo lo hiciera, no me importará nada, porque la niña estaba llorando, no se callaba, no quería comer, no tenía consuelo. Y yo aquí con las manos atadas, sin poder hacer nada. El choque para mí es fuerte, pero para ella lo está haciendo mucho más. No se adapta, me extraña y no sabe cómo expresarlo”, cuenta, y es evidente que habla la desesperación.

“El tiempo no pasa, el tiempo es eterno. Es contando los minutos, para hablar, para ver si almorzó, si se tomó la leche, si ya se logró peinar, si la bañaron, todo el tiempo pendiente de las cosas de la niña. En las tardes estoy haciendo un poco de ejercicio en la casa, para cansarme, para intentar desestresarme, que es imposible, pero bueno…”, así resume sus días, que ahora transcurren en las afueras de La Habana.

“Ahora estoy en San José. Me fui de La Habana y voy a estar por acá un tiempo. En La Habana todo el mundo estaba ahí pendiente y no tenía mucho espacio. Y además la casa tampoco era de nosotros”, explica su decisión, que a su vez le ha permitido acceder a una mejor conexión a internet y hacer más fácil su comunicación con su esposo e hija.
Su historia no es, lamentablemente, única. Varios padres latinoamericanos han sido separados de sus hijos a través de la implacable política de deportaciones que desarrolla el gobierno de Donald Trump, que está causando un verdadero terror en la comunidad latina en los Estados Unidos.
Las noticias de otros cubanos y cubanas, que han corrido o temen correr la misma suerte que Heidy, también ha estado en titulares en las últimas semanas.

“He visto que siguen deteniendo, que siguen las redadas y siguen separando familias. Casualmente, una muchacha le escribió a mi esposo. Ella tiene una niña de dos meses, y le pasó parecido a mí, le cambiaron la cita y ella está bien nerviosa por lo que pueda suceder”, dice cuando le preguntamos qué tan al tanto está de todo lo que está ocurriendo al respecto.
“Eso se me rompe el corazón. Yo lo viví en carne propia y es bien difícil. Es bien difícil separarse así de lo que más uno quiere en la vida, eso no debería ser así. Casualmente vi la entrevista y ella dijo que le estaban quitando hasta el derecho de ser madre. Yo que estuve tantos años tratando de salir embarazada y me separaron de mi niña. Me pongo en el lugar de todas esas madres y yo que lo estoy viviendo aquí sé que es bien duro. Eso no debería ser así”.
A todo lo vivido Heidy y su familia han tenido que sumarle el lidiar con lo que genera el alcance mediático de su caso, el cual ha despertado una serie de reacciones, opiniones y posturas de todo tipo.

¿Qué les dices a las personas que han tenido una palabra de aliento para ustedes?
“Gracias a todas esas personas, gracias por el aliento, por la fuerza que nos dan, tanto a mi esposo como a mí. Lo leemos todo, y solo podemos decirles gracias por el apoyo, porque de verdad que ha sido bastante y lo hemos sentido”.
¿A los que no?
“A los que no, igual les damos gracias. No sé por qué son así, por qué prefieren criticar, por qué prefieren ofender, pero ese es su pensamiento, y quién soy yo para juzgarlos o decirles nada. Es su opinión y punto. No importa.
“Como comunidad deberíamos tener un poquito más de empatía. Eso se los dejo de tarea. No me corresponde a mí tratar con ellos”.