Una de las expresiones más populares en el ambiente cubano del sur de Florida dice que antes de que llegaran ellos, “Miami era un pueblo de campo”. Puede parecer una exageración propia de un pueblo trabajador y voluntarioso que algunos discuten quizá desplegando cierta envidia saludable pero que refleja algo de admiración.
No es lo que piensa Isaura Menéndez, una “joven” de 71 años que llegó a Miami a inicio de los años 1960 del siglo pasado con su familia dejando atrás todo lo que tenían, dispuesta a abrirse camino. “Mi padre siempre decía que no era tarde para empezar y toda la familia tuvo que comenzar de cero. Aquí antes no había nada, era una aldea”, dice, orgullosa. Siendo la menor de dos hermanas y un hermano, todavía le quedaban algunos años de estudios. Pero una vez terminada la secundaria, se fue de inmediato a trabajar en una factoría de Hialeah, que comenzaba a despuntar como nodo del éxodo cubano y se abría a la industrialización.
Fue allí, tras un par de años de arduo trabajo como costurera que alcanzó uno de los sueños de todo inmigrante, conseguir una casa propia. “Logré juntar lo suficiente para pagar el inicio de la hipoteca, pero era mi casita. Mis padres siempre vivieron alquilados”, revela Menéndez.
Esta ambición es la que parece caracterizar el grueso de la inmigración cubana a juzgar por un reciente sondeo del Pew Research Center, según el cual los cubanos se destacan entre los hispanos en Estados Unidos por ser dueños de la casa que habitan. Si el promedio de los hispanos es que 47% son propietarios, la cifra en los cubanos sube a 51%. Y eso que hay que destacar que los cubanos son el tercer mayor grupo demográfico hispano en Estados Unidos, solo superado por México y Puerto Rico y a la par de los salvadoreños.
La ambición, o tradición, de los cubanos de lograr casa propia es un sentimiento que en el inicio de los años 1970, cuando surgió una demanda enorme de nuevas habitaciones, la comunidad creó el Latin Builders Association, que juntó a los grandes y pequeños constructores, y es hoy una asociación pujante por la cual han pasado importantes empresarios cubanos como Armando Codina, Sergio Pino y Jorge Pérez, quienes se destacaran en la creación de barrios enteros y edificios de apartamentos que retan la altura del cielo.
“Para nosotros los cubanos la casita además del castillo es algo en lo cual vas a vivir toda la vida. A nosotros no nos gusta cambiar de casa como lo hacen los americanos acá, una vez que la has comprado no te separas nunca. Es lo nuestro. Es algo que tu puedes ver y decirle lo he logrado”, explica Emilio Lagarde, el dueño de una tienda de comestibles, una de las pocas viejas bodegas cubanas que todavía se pueden encontrar en la Pequeña Habana.
Lagarde es un caso interesante pero no único. Ha logrado no apenas mandar los dos hijos a la universidad como les ha comprado una casa a cada uno cuando se casaron. “Les di el dinero de la entrada, pero ellos ahora están pagando la hipoteca. Pero también ya tienen sus casitas”, agrega, sin ocultar su orgullo de padre que ha logrado encaminar a sus vástagos.
De hecho, tras más de dos décadas en Miami, es fácil constatar que el “tema” de la casa, es recurrente en conversaciones de amigos. No pocas peleas amistosas se han dado alrededor de una partida de dominó entre quienes se atribuyen haber proporcionado una mejor vivienda a los hijos. Son acaloradas y este periodista ha proporcionado algunas. Incluso, las describen con todo tipo de detalles, algunos incluso cargan fotos para mostrarlas a los amigos.
En algunos barrios como el de Sweetwater, la casa también va acompañada de un espacio para la parrilla y, si son más exitosos, para un barco de recreo.
Según el Pew, los cubanos son el 4% de los hispanos, incluyendo la segunda y tercera generación ya nacidas en Estados Unidos, y que desde el año 2000 ha crecido 84% para un total de 2,3 millones de personas. Los datos que el estudio utilizó fueron sacados de las proyecciones hechas el año 2017 por el Censo de Estados Unidos. Cada diez años en Estados Unidos hay un censo físico y el próximo se realizará el año entrante, pero todos los años el país procede a un conteo empírico amparado en proyecciones basadas en cifras aportadas por varias fuentes, como los servicios de inmigración y de seguridad social.
En términos educacionales, los cubanos también constituyen una especie de vanguardia ya que, amén el hecho de que el analfabetismo es prácticamente nulo en su país de origen, cuando llegan a Estados Unidos se integran más en los planteles de estudio. Las universidades son reacias en divulgar un desglose de sus alumnos por etnia, informalmente sus portavoces dicen que nunca hacen esa pregunta a nadie ni llevan siquiera un conteo empírico.
Pero en los pasillos universitarios es fácil encontrar estudiantes de origen cubano por su cantidad. Ahora son de segunda y tercera generación, pero si miramos la historia de los dirigentes de los Latin Builders de los años 70 y 80 del siglo pasado es fácil ver como en sus currículos aparecen indicaciones de que pasaron por los pasillos de las grandes universidades estadounidenses. Muchos de ellos hoy día son miembros de consejos directivos universitarios y han aportado grandes subsidios monetarios a los planteles.
Es así como entre los cubanos mayores de 25 años las licenciaturas universitarias se elevan al 38%, contando los que nacieron en Estados Unidos, mientras que entre los hispanos baja a 16%.
A consecuencia los cubanos son el grupo hispano que percibe un índice de salarios más elevado. El promedio anual entre los cubanos es un salario de 28,000 dólares anuales, mientras que los demás hispanos alcanzan como promedio 25,000. Si son empleados a tiempo completo, la cifra se eleva a 35,000.
Esto no significa que no haya cubanos que no viven bajo los índices de pobreza, que en Estados Unidos está determinado por un salario anual de 16,000 dólares o menos. Pero, una vez más, son menos que los hispanos. Los cubanos promedian apenas un 16% mientras que los demás hispanos suben a 19%.
“Los cubanos logran estas cifras, que algunos consideran modestas, pero que en términos absolutos son impresionantes porque demuestra buena preparación e integración laboral”, explica a OnCuba el sociólogo cubano-americano Julio Martínez. La mayoría de los cubanos , el 66%, se han asentado en Florida; en California suman el 5% y en el Nueva Jersey son el 4%.
En términos de edad, el promedio entre los cubanos asentados en Estados Unidos los ubica como los “más viejos” entre los hispanos. Mientras estos que promedian los 29 años, la población estadounidense en general los 38, los cubanos “tienen” 40 años como media.
Teniendo en cuenta las restricciones migratorias que la administración de Donald Trump ha introducido en los últimos años y que afectan también a los cubanos pese a que se mantienen los privilegios que aporta una legislación como la Ley de Ajuste Cubano que facilita su asentamiento, es posible que estas cifras no tengan gran alteración.
“La política de Trump lo que hace es congelar la inmigración hispana. En eso no creo que este sondeo se altera mucho próximamente. La inmigración que no se ha visto afectada es la europea, de los países industrializados. Pero esa hace décadas que tiene una expresión mínima”, explica Martínez.
Los cubanos en Estados Unidos, y en Miami en particular viven orgullosos de sus raíces pero también de lo que han logrado en una tierra que no es la suya. Quizá uno de sus mayores rasgos es que nunca se han olvidado de su país, lo transmiten a los hijos y nietos. El español muchas veces es de obligatorio cumplimiento en el hogar. Los abuelos imponen el idioma, no solo por tradición, sino por recordar lo que han dejado atrás pero, también, porque la mayoría nunca ha logrado aprender el inglés.
“Abuela nos obliga. Mi mamá a veces no lo quiere porque ella habla conmigo en inglés, pero abuela es inflexible. Dice siempre que somos cubanos y seremos cubanos”, explica Mary Espinoza, estudiante de la Universidad Internacional de Florida. Pese a que fue creado en la década de los 70, todavía en la televisión local siguen mostrando capítulos de la popular serie sitcom, “¿Qué pasa USA?”, que gira alrededor de una familia cubana, abuelos, padres e hijos, vecina chismosa y perrita sata incluida, que viven en la misma casa en la Pequeña Habana, y se comunican entre ellos en tres idiomas, el inglés, el español y el spanglish. La serie es básica para entender el Miami cubano. No se pone vieja nunca.
Su principal tema musical reza: “Somos parte de los nuevos Estados Unidos”. Si, porque antes de que llegaran, Miami era un pueblo de campo. Que conste, y no se comente.
Que lástima que no hayan podido alcanzar esa prosperidad en su propio país.