David Garten aterrizó en La Habana por primera vez el 20 de febrero de 1994. Ser fotógrafo, y no entender una palabra de español, hizo que los primeros mensajes que recibiera de Cuba fueran intensamente visuales. Iluminación, color, ambiente, gesticulación. “Fue muy raro, porque apenas en unos minutos, aunque no entendiera lo que hablaban, yo sentí que comprendía a esas personas, que me decían algo”, dice en su español con acento 25 años después.
Además de la fotografía, Garten tiene otra pasión: la música. Y fue esa la que lo trajo a la isla. Encontró un día una convocatoria al Caribbean Music and Dance, un programa para extranjeros que hasta el otoño de 2000 se dedicó al estudio de la música y la danza cubanas. Las charlas las darían, entre otros, nada menos que Chucho Valdés y Juan Formell. Para David Garten fue alucinante conocer sobre los flujos rítmicos y las influencias africanas en la música de Cuba y Estados Unidos, de la mano de quien fuera líder de su admirada Irakere.
La visualidad habanera, el sonido más profundo del país, y la gente que conoció en la calle, lo conectaron tanto con Cuba que regresó apenas 15 días después de terminarse el programa y no fue a alojarse en un hotel sino en un solar de La Habana Vieja, donde hizo amigos que le duran hasta hoy.
Un cuarto de siglo después, Garten asegura que Cuba le dio una cultura, un idioma y gente que no tenía. Tiene un amor cubano, se hizo Obbatalá y acumula en su archivo instantáneas de estrellas de la música que ha podido escuchar, mirar y fotografiar, y algunas de las cuales han publicado The New York Times y JazzTimes.
La música de los músicos y la música de la calle, la alegre y la melancólica, conforman la Cuba que Garten ha visitado y visita, viniendo de un país donde está prohibido hacer turismo en la isla.
Después de una coyuntura política de proximidad y distensión en las relaciones bilaterales, cuando el fotógrafo escuchó al Asesor de Seguridad Nacional de su país anunciar que restringirían los viajes a Cuba, solo pudo pensar en una ironía.
“Turismo velado”, llamó John Bolton a las visitas de estadounidenses a Cuba, quienes bajo 12 categorías han logrado poner los pies en tierra prohibida por cientos de miles. Esa docena de posibilidades ahora se ve reducida con la eliminación de los viajes people-to-people.
“Cuando escuché por primera vez la frase me pregunté ‘¿Qué quiere decir Turismo velado?”, y esa pregunta me llevó a otra: ‘¿Qué podría querer decir?’”. Así surgió la idea de su nueva serie fotográfica, que intenta responder a la segunda pregunta con un juego simbólico, “no en palabras, sino en imágenes, porque eso es lo que hace un fotógrafo”, dice.
“Viajar es una puerta de entrada al entendimiento. El turista de hoy es el diplomático de mañana. O el padre del diplomático de la próxima generación”, sentencia Garten, que reúne en una veintena de fotografías a mujeres cubanas con un velo sobre su rostro; muchas de ellas conectadas al fotógrafo por una historia humana y todas alejadas de lo que podrían considerarse puntos de atracción de un circuito turístico convencional.
En la era digital una foto en papel es ya una rareza, que Garten cultiva imprimiendo retratos y regalándolos. Así lo hizo hace años con su amigo Santiago, que vivía en la Timba. Se apareció en el barrio con la foto impresa, pero allí supo que Santiago había muerto apuñalado unas semanas antes. El amigo común que se lo contó, le preguntó si de todas maneras quería entregarla en su casa. David dijo que sí. “Yo no estaba preparado para eso, pero ya estaba en esa situación, así que fui”. Andrea, la madre de Santiago, lo recibió en la sala. David se presentó y le entregó el retrato de su hijo muerto. “Ella no conocía a ese extranjero que se acababa de aparecer en su casa, pero me abrazó y estuvo agarrada a mí unos 15 minutos”, recuerda.
Así inició entre ellos un extraño vínculo que han mantenido a lo largo de los años y que se ha nutrido de las visitas siguientes de David; la última de ellas, para hacer a Andrea parte de su serie.
No es la única. “Ella se gradúa este año del pre”, “Ella me contó que a veces se pone en la ventana y espera hasta 2 horas que pase alguien que la pueda ayudar a moverse a una silla”. “A ella la conocí del tamaño que tiene ahora su hija”. “Ahí estaban en una fiesta por el cumpleaños del que está en la mesa”… va narrando Garten sus fotos.
Visitas familiares; trabajo oficial para el gobierno de los EE.UU., gobiernos extranjeros y algunas organizaciones no gubernamentales; actividad periodística; investigación y reuniones profesionales; actividades religiosas; actuaciones públicas, clínicas, realización de talleres, participación en eventos deportivos u otro tipo de competencias o exhibiciones; apoyo al pueblo cubano; proyectos humanitarios; actividades de fundaciones privadas, de investigación o instituciones educacionales; exportaciones, importaciones o transmisión de información o materiales de información; y algunas transacciones para exportaciones autorizadas, es como técnicamente pueden venir estadounidenses a Cuba. La relación que ha establecido David Garten con los cubanos es profesional y artística, pero sobre todo se trata, ni más ni menos, de una conexión humana.