En el contexto actual, marcado por las expectativas abiertas por un acercamiento político entre ambos países, la Academia de Ciencias cubana concede la condición de miembro Correspondiente al estadounidense Mark Rasenick, profesor de Fisiología, Biofísica y Psiquiatría de la Universidad de Illinois. Esta membrecía es otorgada por la institución a “personalidades no residentes en el territorio nacional por su sobresaliente contribución al desarrollo científico”.
La propuesta para incluir a Rasenick, aprobada por la totalidad de miembros cubanos según la Agencia de Información Nacional, fue formulada por el vicedirector y científico insignia del Centro de Neurociencias Cubano, Pedro Valdés Sosa. Este alegó la importancia de los estudios del norteamericano, que se han centrado en la señalización de la proteína G y su influencia en fenómenos como la depresión.
Mark Rasenick ya tenía una historia con la Isla. En 2011, participó de una reunión en La Habana entre 40 científicos e representantes de instituciones de ambos países, donde se pretendían trazar estrategias para el trabajo en común. Para ese entonces, el científico reconoció el potencial que tendría la colaboración Cuba-EE.UU. en campos como la neurociencia, admitiendo que los obstáculos legales impuestos por Estados Unidos la dificultaban considerablemente.
“De todas formas la ciencia es un buen campo para establecer puentes, porque los científicos no reconocen límites, los únicos límites que reconocen son los de construir nuevos conocimientos, y trascendiendo esos límites lograremos establecer las bases para poder decir: Venceremos”, expresó en el contexto de aquella reunión.
Hoy, Rasenick integra un grupo de 28 Académicos Correspondientes de la Academia de Ciencias Cubana, formado por especialistas de 17 países a los que ahora se suma Estados Unidos.
Según su perfil en LinkedIn, Rasenik también se ha desempeñado en roles relacionados con la política científica de su país. De 1999 a 2000 fue miembro del Comité del Senado para Salud, Educación, Trabajo y Pensiones en Massachusetts. Además de Cuba, ha impulsado proyectos de cooperación en las investigaciones neurocientíficas en Vietnam y algunos países de Latinoamérica.
La revista norteamericana Science and Diplomacy reseña que la colaboración entre instituciones científicas de Cuba y Estados Unidos tiene sus raíces a mitad del siglo XIX, época en la que el Instituto Smithsonian de Washington dialogaba con científicos de la Sociedad Económica Amigos del País y de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, ambas en La Habana.
Sin ir tan lejos, un artículo reciente de OnCuba ofrece antecedentes y perspectivas actuales de la cooperación científica entre ambos países, sin olvidar las circunstancias legales que hasta ahora han permitido –o no- a especialistas hacer los viajes necesarios para el intercambio de ideas en la búsqueda de una construcción conjunta del conocimiento, demanda a la altura de los tiempos que corren.