El catalán bromeó:
—Eres cubano… ¿y cantas habaneras?
Estábamos en Barcelona, cerca de la Plaza de España. A Barcelona la vi por primera vez desde el mar, enfrentando sus palmas datileras al Mediterráneo. Cuando sales de Escandinavia cualquier penacho verde recuerda a Cuba. Colón también escudriña el mar frente al puerto de Barcelona: señala al Mediterráneo profundo con gesto de vigía, pero sabemos que en verdad apunta a América. En esa costa que se torna más escabrosa al norte de la ciudad de Blanes –la Costa Brava–, aún cantan habaneras, cantan incansablemente la historia del marino que se fue a Cuba y no regresó, otras veces cantan la nostalgia de quien volvió y se castigan con el recuerdo de las palmeras cuando el frío empieza a marchitar los campos de Cataluña.
—Ustedes las cantan mejor que yo –le digo a mi amigo catalán, mientras oigo mentalmente una música remotísima y me prometo ir a los pueblos de la costa.
En Cuba la habanera es una reliquia musical, cuantas veces han querido resucitarla se niega a respirar; acaso nunca estuvo muerta: sobrevivió en el danzón, el chachachá y el mambo, aún vive en ciertas cláusulas melancólicas de la canción cubana. En la Costa Brava persiste con la misma vitalidad que el legado de los indianos. Palacios de piedra y música melancólica, idas y venidas por el Atlántico, vidas divididas.
Entre tantos pueblos al alcance de la mano: Lloret de mar, Begur, Roses, Pals, San Feliú de Guíxols, me fui al más recóndito, a Cadaqués. La carretera rodea montañas, atraviesa terrazas con sembrados de olivos, surca nieblas que luego revelan su naturaleza: surca nubes.
A Dalí le gustaba Cadaqués porque aquí podía ver el sol antes que nadie en España. El pintor vivía en Portlligat, una cala a medio camino entre el pueblo y el cabo de Creus, el extremo oriental de la península ibérica. Dalí todavía exhibe su pose de dandy en la playa, frente al casino. Provocados por él, Picasso, Duchamp y Miró vinieron alguna vez para disfrutar el arte telúrico de la tierra donde empieza España: las esculturas nacen de las rocas abruptas. El gran masturbador no es una hechura surrealista, aunque lo parezca: es una de tantas piedras que decoran azarosamente el cabo surreal. Surrealista fue la mirada que advirtió aquel perfil y descubrió a Cadaqués como una de las patrias naturales del surrealismo.
A la entrada del pueblo, quizás con más fervor que en otras localidades catalanas, izaron la estelada. La bandera independentista de Cataluña se inspira en la cubana: franjas, triángulo y estrella. Estelada significa “estrellada”. Su autor, el barcelonés Vicenc Albert Ballester, quiso para su patria la misma libertad que Cuba le ganó a España durante el siglo XIX. En Cadaqués la estelada cuelga de balcones corridos que evocan la arquitectura cubana. La estelada es la alusión más recurrente a Cuba que hallé en Cataluña: la soberanía que reclaman los catalanes tiene cierto sabor decimonónico y cubano.
Recorrí la playa para sopesar cómodamente los mejores perfiles de Cadaqués. Mi anfitrión catalán me señalaba algunas casas de indianos cuyo signo más evidente parecía la ostentación. La Casa Serinyana, edificio modernista más vistoso del pueblo, fue encargada a principios del siglo XX por un cadaquense que hizo fortuna en Cuba. Los Serinyana también hicieron construir una escuela. En la Costa Brava no hay pueblo que no se haya puesto al día en materia estética o de confort gracias al regreso de los indianos. Hay una deuda con Cuba: la plantación esclavista engendró palacios en Cataluña.
El Café de La Habana –al doblar una esquina, camino de la playa–, conmemora la era de los indianos. El menú de los restaurantes de Cadaqués a menudo ofrece como primer plato un «arroz a la cubana». Pregunté de qué se trataba, y qué sorpresa, semejante plato jamás se ofertaría en ningún establecimiento de la Isla. En Cuba se prepara con prisa y como en secreto, como un pecado culinario, con cierta vergüenza. Arroz y huevo frito. Arroz a la cubana le dicen en España. A la cubana e indiana, arroz a la habanera y estelada.
Muy bonito este artículo Maikel ;). Llevo varios años viendo en Catalunya y has descrito mi misma opinión sobre los vínculos entre Catalunya y Cuba. Cadaqués es mi pueblo preferido de la costa brava 😉 Gracias por estas historias que los cubanos no conocemos ;).
Vivi en España diez años y fui a Barcelona dos o tres veces, nunca conoci los campo que usted menciona.
Me gustaria ir de nuevo a esos lugares. Estuve en Asturia casi todo esos diez años y sufri mucho el recuerdo de patria y su clima incomparable para mGi yo mayor en fin muchas cosas. Muy bonito lo que cuentas. Gracias.
Este hombre es un escritor!
Cuanta alegría leerte nuevamente Maikel , Gracias por tus historias , lenguaje y creatividad , de manera general ….eso lo llamó autenticidad ……