Entre el poblado pesquero de La Coloma y la ciudad de Pinar del Río hay apenas unos 25 kilómetros. Transitarlos por estos días, a casi tres semanas del paso funesto del huracán Ian, permite descubrir aún de primera mano las terribles heridas dejadas allí por el más poderoso ciclón que se recuerde en la zona en muchos años.
Ian tocó tierra en Cuba precisamente por La Coloma. Lo hizo como un potente huracán categoría 3, con vientos por encima de los 200 kilómetros por hora. La combinación de estos con la lluvia y las fuertes inundaciones por la entrada del mar, incluso en sitios altos, no dejó solo una madrugada terrorífica —la del pasado 27 de septiembre— en la memoria de sus habitantes, sino también una enorme devastación.
Aunque muchos se evacuaron, en escuelas y casas de allegados principalmente, otros vivieron el ciclón en sus propias viviendas y fueron testigos minuto a minuto de la colosal destrucción. No solo en la comunidad pesquera, donde viven unas 7 mil personas, sino también en otros poblados cercanos, en asentamientos situados en la zona y camino a la cabecera provincial, muchos aseguran haberlo perdido “todo” o “casi todo” por Ian.
No es difícil comprobar la veracidad de sus palabras. Casas sin techo, sin paredes, pedazos de tejas y escombros por doquier, colchones húmedos y sábanas al aire, equipos domésticos y muebles que se secan al sol, postes eléctricos y restos de árboles por los suelos, son parte aún del paisaje cotidiano del lugar.
No es, ciertamente, un paisaje exclusivo de La Coloma, donde también se dañaron instalaciones estatales como el Combinado Pesquero Industrial, que se encarga de la captura y procesamiento de valiosas especies como la langosta, el pargo y el bonito. El huracán Ian golpeó con saña a gran parte Pinar del Río, incluida su ciudad cabecera, los municipios tabacaleros de San Luis y San Juan y Martínez, y la zona turística de Viñales.
Las autoridades pinareñas calculan en alrededor de 100 mil las viviendas afectadas, así como cuantiosas pérdidas en la agricultura —con el tabaco como uno de los cultivos más golpeados— y demás sectores. Hasta este sábado, solo alrededor del 50 % del servicio eléctrico estaba recuperado en la provincia, con los territorios más dañados por debajo de esa cifra, y sitios como La Coloma alimentados solo una parte del día por grupos electrógenos.
En medio de la severa crisis económica que atraviesa la Isla, el gobierno cubano ha concentrado sus esfuerzos y recursos en Pinar del Río. Hacia allí ha enviado numerosas brigadas de trabajadores eléctricos de todo el país, luego de haber ido resolviendo las afectaciones del resto de las provincias golpeadas, como La Habana y Artemisa, mientras que fuerzas de otros sectores estatales, grupos voluntarios y emprendedores privados se han vinculado también a otras labores recuperativas y la entrega de donaciones, junto a los propios pinareños.
Pero con tanta destrucción acumulada queda mucho todavía por hacer, muchos dolores y preocupaciones por curar. Unos veinte días después del paso de Ian, y aun con lo ya hecho, parece evidente que la recuperación será lenta, y más si se tienen en cuenta los problemas y deudas anteriores al huracán. Ello hace que algunos se muestren insatisfechos y escépticos con la respuesta del Estado y las promesas gubernamentales, mientras otros se declaran conscientes de que “como están las cosas, no queda otro remedio que trabajar con lo que hay”.
Por eso en La Coloma y sus alrededores hay trabajo en marcha, de brigadas estatales, pero también de los vecinos que se empeñan en limpiar y arreglar lo suyo, en salir adelante lo mejor posible, en seguir con la vida a pesar de la tragedia que cambió su existencia de golpe en aquella fatal madrugada. Las huellas nefastas de Ian seguirán ahí por mucho tiempo, pero, a pesar del trauma imborrable, de la ayuda prometida y la solidaridad de tantos, levantarse es para los hombres y mujeres de esa tierra una necesidad imperiosa, un impulso vital.