Caturra en el Cordón

Memoria personal del año 1968 en Cuba.

El Cordón de La Habana. Foto: Archivo.

Los primeros meses del año 1968 fueron una suerte de apogeo de la herejía cubana. Del 4 al 11 de enero se celebró el Congreso Cultural de La Habana, en el que se reunieron más de 500 intelectuales de casi todo el mundo, atraídos por la experiencia de un socialismo diferente al de Europa del Este y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El evento abordó como tema central “el colonialismo y el neocolonialismo en el desarrollo cultural de los pueblos”.

La capital cubana vio aparecer en ese contexto a personalidades como David Alfaro Siqueiros, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, André Gunder Frank, Jorge Semprún, Susan Sontag y Víctor Vasarely, entre muchos otros.

En el discurso de clausura del evento, Fidel Castro dijo: “Porque no puede haber nada más antimarxista que el dogma, no puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas.  Y hay ideas que incluso se esgrimen en nombre del marxismo que parecen verdaderos fósiles”.  Y después: “Esperamos, desde luego, que por afirmar estas cosas no se nos aplique el procedimiento de la ‘Excomunión’ [RISAS] y, desde luego, tampoco el de la ‘Santa Inquisición’; pero ciertamente debemos meditar, debemos actuar con un sentido más dialéctico”.

Mario Vargas Llosa (a la izquierda). Foto: Archivo.

Pocas semanas más tarde, el 13 de marzo, en un discurso en la Universidad de La Habana, Fidel Castro lanzaba la Ofensiva Revolucionaria, un golpe demoledor a todos los negocios privados: “¿vamos a hacer socialismo o vamos a hacer timbiriches”?  Seguidamente, dijo: “Hay que decir con toda claridad […] que no tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada ni nada”.

La Historia y los desafíos de hoy

El proceso fue bastante rápido. De acuerdo con fuentes oficiales, se intervinieron 55.636 pequeños negocios, entre ellos 11.878 bodegas, 3.130 carnicerías, 3.198 bares, 8.101 establecimientos de comida (restaurantes, puestos de fritangas, cafeterías, etc.), 6.653 lavanderías, 3.643 barberías, 1.188 reparadoras de calzado, 4.544 talleres de mecánica automotriz, 1.598 artesanías y 3.345 carpinterías. Fue, en definitiva, otra vuelta de tuerca al proceso de centralización de la economía y un apuntalamiento de la idea de que el Estado podría cubrir con eficiencia servicios básicos hasta entonces en manos privadas, de la frita y la minuta al zapatero remendón.

Ese año se estrenaba en el cine Radio Centro, hoy Yara, el filme Peppermint Frappé, del director Carlos Saura, protagonizado por Geraldine Chaplin y José Luis López Vázquez, un nuevo tanto a favor del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y de su director, Alfredo Guevara. El hecho no hacía sino expresar la voluntad de poner a disposición del público cubano el cine occidental y universal, no solo el de los países socialistas, después de una polémica con viejos cuadros del Partido Socialista Popular (PSP), los mismos a los que había aludido, sin mencionarlos por sus nombres, el Che Guevara en “El socialismo y el hombre en Cuba” (1965) al pronunciarse contra el llamado realismo socialista.

Geraldine Chaplin y José Luis López Vázquez en una escena del filme Peppermint Frappé, del director Carlos Saura. Foto: Revista Cero en Conducta.

La película causó furor entre los jóvenes, no solo por su aire de modernidad europea en una cultura en el fondo bastante provinciana, sino también por su música, una tonada homónima del grupo español de rock-pop Los Canarios, formado en Las Palmas y con la inconfundible voz de su cantante, Teddy Bautista. A diferencia de los grupos peninsulares promocionados por la radiodifusión nacional, con excepción de “Black is Black” de Los Bravos, Los Canarios no cantaban rock en español sino en inglés, la lengua del enemigo. Otra creación suya, “Get on Your Knees”, entraría en las fiestas de aquellos jóvenes de la secundaria Rubén Martínez Villena, que en ese mismo 1968 marcharon de nuevo a la Escuela al Campo, pero esta vez no a Ciego de Ávila, sino a El Chico, en el Wajay, cerca del Aereopuerto, para trabajar en un proyecto llamado el Cordón de La Habana.

LOS CANARIOS - Get On Your Knees (Sonido original)

Concebido en 1967, el Cordón fue otro de los experimentos de aquella primera década, y alcanzaría su clímax durante 1968-1969, este último bautizado “Año del Esfuerzo Decisivo”. Se trataba de un cinturón agrícola alrededor de la capital, convocado a abastecerla en alrededor de 5 años de productos como leche, queso, mantequilla, carne, frutas, cítricos… Y con cortinas rompevientos para que los ciclones no interrumpieran el flujo productivo.

El Cordón tenía una superficie cultivable de alrededor de 30.000 hectáreas. Unas 19.000 irían sembradas de frutales y gandules con café intercalado. Su fuerza de trabajo fundamental la integraba un ejército urbano compuesto por trabajadores de los servicios, burócratas, profesionales, secretarias, estibadores, estudiantes… “Estamos en el Cordón” —podía leerse a menudo a la entrada de oficinas y centros de trabajo habaneros.

Tributaban a una expresión nueva en el vocabulario criollo: “De Cara al Campo”, lo cual implicaba, en esa lectura, que de ahí para atrás al campo se le había dado la espalda. Esa cara incluía la capacitación de mujeres para operar 1.300 tractores Gordon GM-4, comprados a Italia, y más conocidos entre los cubanos y cubanas de entonces como “Piccolinos”. “La agricultura es para el revolucionario lo que la montaña para el guerrillero”, rezaba una valla filmada por uno de los noticieros de Santiago Álvarez.

Pero lo de los muchachos de aquella Secundaria era llenar de tierra unas bolsitas negras de polietileno para sembrar café caturra, según entendidos “una planta de la variedad Borbón, la cual tiene una mutación de un solo gen que causa que la planta crezca más pequeña (enanismo)”. Es originaria de Brasil, bastante extendida en Centroamérica, de altos rendimientos, con una densidad de 5.000 plantas por hectárea, pero sensible a enfermedades como la roya del cafeto.

Muchachos de la S. B. Carlos J.  Finlay. Foto: Facebook.

El campamento de El Chico no tenía las clásicas barracas, sino pequeñas casas de campaña de lona multicolores en las que cabían pocas literas, lo cual sirvió, de rebote, para reforzar las afinidades electivas entre los movilizados. Las autoridades lo definían como “mixto”, pero varones y hembras estaban, desde luego, separados. A esas alturas todavía primaba la idea de la virginidad antes del matrimonio. Por eso se iba al cine a “apretar”, palabra que designaba al sexo sin coronación, lo mismo en Radio Centro viendo el estreno de Lucía, del joven director Humberto Solás, que al fondo del primer balcón en el cine Astral con Humo de Londres, película dirigida y actuada por el cómico italiano Alberto Sordi. De ahí los muchachos salían, inevitablemente, con dolores testiculares.

La actriz Adela Legrá en el tercer cuento de Lucía, del director Humberto Solás. Foto: Archivo.

Tal vez por eso no se reportaron en aquel campamento incidentes de sexualidad, más allá de algunos encuentros furtivos que, por lo mismo, no llegaron a ligas mayores.

Las noches eran de música, pero ya no solo la que salía de la radio portátil. En los bancos del campamento empezaron a aparecer muchachos con una o varias guitarras interpretando melodías de la Dobliu, del programa “Nocturno” y de Radio Cordón de La Habana, en especial de Los Brincos y Fórmula V.

También las de un joven que en 1967 había debutado en “Música y Estrellas” y componía cosas raras. En un Noticiero ICAIC Latinoamericano de 1968 aparecía trovando una canción sobre la guitarra (un homenaje a Sindo Garay) y tenía un programa de televisión llamado como una de sus canciones: “Mientras tanto”.

Una de las que tocaban en El Chico se llamaba “Hay un grupo que dice”, y emprendía la defensa de lo diferente ante la incomprensión e incluso la risa de otros. El clásico problema generacional: iba del pelo largo y los pantalones tubo a las maneras alternativas de ver la vida respecto al poder.

La canción de la Trova - Silvio Rodríguez

 

No mucho después de regresar del campo, dos de los muchachos fueron al apartamento de Jorge Gavilondo Cowley (Chicago, 1949-La Habana, 2021) a escuchar un álbum doble con cubierta blanca en el que la voz gangosa de un Beatle afirmaba sin tapujos que la felicidad era un arma tibia.

John Lennon. Foto: John Lennon Wallpapers.

El café caturra, como el Cordón, fracasó. Según los expertos, las plantas que sembraron en aquellas bolsitas de nylon no echaron alas porque los gandules y otros árboles, destinados a darles sombra, se tragaban todo el oxígeno del suelo.

 

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