Cuando habla de su experiencia con Cuba, el galerista chino Cheng Xin Dong rebusca en la infinita imaginería de su cultura ancestral y suelta la frase: “el arte cubano me ha dado la oportunidad de comer cangrejo”.
La metáfora, que en China implica ser el primero en algo, o actuar con carácter pionero, adelantándose al resto, le viene como anillo al dedo: a principios de 2009 desembarcó en La Habana donde, sin apenas conocer a nadie, se trabó en un prolongado y fructífero diálogo con la dirección del Museo Nacional de Bellas Artes. ¿Resultado? Tres meses más tarde Cheng inauguraba la primera gran muestra de arte contemporáneo chino en la Isla, la mayor en toda América Latina hasta hoy.
Transcurrido un año, Cheng repitió la experiencia. Pero en 2010 jugó a la inversa. Sedujo al público chino en las tres galerías que posee en Pekín, desplegando la exposición “Cuban Avant Garde”, que recogió parte de la labor de ocho reconocidos artistas cubanos.
Bastaron dos años más para que Cheng volviera a la carga. De nuevo en sus galerías de Pekín; de nuevo con arte cubano. En la ocasión propuso una muestra amplia y unipersonal de René Francisco.
En 2014 estuvo entre los entusiastas curadores de su país que abrieron puertas en la legendaria Shanghai – en el Museo de Planificación Urbana– a más de un centenar de artistas plásticos cubanos de diversas generaciones y tendencias, como parte de la exposición “Rodando se encuentran”.
En febrero de este año promovió en la capital china a la prometedora pintora Osy Milián, de la que quedó cautivado tras una visita sorpresa al estudio de la muchacha en el Vedado, a donde llegó sin avisar, escoltado por una docena de otros cazatalentos chinos. Este abril Cheng Xindong estará en la Bienal de La Habana, auscultando almas creadoras y tomando el pulso a nuestras artes visuales.
¿De dónde le nace esa atracción por lo cubano a este galerista, al que algunos en Pekín califican de gurú del arte, otros le otorgan facultades de Rey Midas y algunos más tildan de sibilino mediador entre sociedad civil y gobierno, equilibrista eterno entre lo permitido y lo prohibido?
En los pasados más de 20 años –explica Cheng Xingdong– me he dedicado a promover la cultura china por el mundo. Así lo he hecho en Europa y América del Norte. Pero en 2009 me interesé por el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba (MNBA). Allí conversé con su director, a quien presenté mi plan, que consistía en curar una exposición china, para lo cual resultaba imprescindible el visto bueno del Ministerio de Cultura de China.
Mi objetivo era conseguir un espacio donde organizar una muestra de arte contemporáneo chino, que sería la más abarcadora en América Latina, y para lograrlo debía calibrar bien el sentido de la oportunidad. Esa oportunidad, me decía mi olfato, estaba en el MNBA de Cuba. Lo decidí confiando en mi experiencia de haber organizado más de un centenar de muestras artísticas en los pasados 39 años, tanto de arte chino en el extranjero como viceversa, incluidas las muestras que he presentado en mi galería privada de Pekín.
¿Cuáles fueron las mayores dificultades de 2009 para conseguir aquel empeño?
Múltiples. Además de tener que sortear obstáculos de orden administrativo con las autoridades culturales chinas, para sacar las obras del país, debía encarar el desafío financiero, pues me tocaba pagar de mi bolsillo por todos los gastos asociados al proyecto. Esto, dicho sea de paso, es lo común en casi todas las muestras artísticas. En mi galería de Pekín acostumbro a exponer sin mayores problemas de censura.
Sin embargo, al intentar llevar obras chinas a Cuba, nuestro Ministerio de Cultura vetó, por considerarlas improcedentes, siete obras expuestas en (el espacio artístico de Pekín) 798, sitio reconocido internacionalmente como ventana abierta al arte chino contemporáneo, donde no tenemos restricciones. En ese sentido, debo admitir que en Cuba suelen ser más tolerantes que aquí.
Las obras desplegadas con carácter permanente en las galerías de Cheng Xindong en Pekín constituyen una irónica evocación al tránsito, con frecuencia traumático, de una sociedad hiper-ideologizada en cierto momento, a un Estado pragmático signado por la economía de mercado.
¿Qué enseñanzas le dejó el proyecto de 2009 al asumir “Cuban Avant Garde” en Pekín al año siguiente?
Por todo lo señalado, en 2010 decidí actuar a la inversa y traer una muestra cubana a China, para lo cual acomodé mi propia galería, como espacio ideal para acogerla. Además, en mi sitio la muestra tendría mayor repercusión, pues como he dicho, 798 (el equivalente de la Fábrica de Arte en Cuba) sirve de ventana mundial al arte chino contemporáneo.
En 2010 vinieron ocho artistas contemporáneos cubanos, en lo que constituyó el primero de lo que han sido ya varios intercambios bilaterales. Fue todo un acontecimiento histórico, que espero que siga repitiéndose. Por si no bastara por sí misma, la muestra vio crecer su trascendencia, al coincidir con varias celebraciones por los 50 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Cuba.
Además de gestionarles actividades en la capital, llevé a los artistas cubanos de recorrido por Shanghai y Hangzhou – cubriéndoles todos los gastos -, para que contemplaran de primera mano la belleza de los paisajes del Sur, la impronta de 5,000 años de historia de China –desde la arquitectura a la gastronomía–, y el resultado de 40 años de Reforma y Apertura.
Al marcharse, los cubanos coincidieron en que la habían pasado mejor de lo que habían imaginado. Una vez de regreso a Cuba han devenido promotores de la cultura china y de la amistad e intercambios entre nuestros dos países. Estamos atestiguando el principio de un marco de alto nivel para el mayor conocimiento mutuo en el futuro.
Dadas las trabas que en ocasiones se generan en espacios oficiales, ¿qué papel toca a galeristas como Cheng Xindong? ¿Acaso ser mediadores?
Entiendo que en la promoción y distribución del arte debe participar la sociedad en pleno, de lo cual da fe la activa presencia del público y los especialistas en mis exitosas muestras, aunque aclaro que mis viajes hacia y desde Cuba sólo obedecen a mi gestión personal.
Por otro lado, considero que una muestra de tan alto nivel como lo fue “Cuban Avant Garde” debió contar con el apoyo del Gobierno chino, que en gran medida se mantuvo distante de la organización, tal vez por desconocer la repercusión del arte contemporáneo cubano. ¿Conclusión? En ciertas coyunturas históricas la gestión del individuo toma la delantera a las acciones gubernamentales. Ahí se demuestra la importancia de la sociedad civil”.
Estos más de 30 años en el giro me han permitido acumular una buena carga lo que yo llamo “recursos sociales”. En ese empeño he conocido a muchas personalidades, entre ellas mandatarios, como el presidente francés Nicolás Sarkozy. También constituyó una positiva señal la presencia en la muestra de 2010 del ministro de Cultura de Cuba, (Abel Prieto), lo que denota su respeto e interés hacia la cultura china. Súmese que, asistan o no, acostumbro a invitar a nuestras exposiciones a personalidades de los ministerios de Cultura y del Exterior. Siempre agradeceré cualquier apoyo oficial a mis muestras.
La pasada década se vio marcada por las consecuencias de la crisis financiera mundial. ¿Hasta qué punto se vio afectado el mercado del arte chino, y en particular su gestión como galerista y promotor?
Si bien es cierto que las crisis financieras afectan el mercado del arte, pues tantos los artistas como las galerías precisan de una base económica para subsistir, creo que el arte siempre debe tener su raíz en la utopía.
Fue con esa carga idealista que me lancé a montar la muestra de arte chino en La Habana, que como parte de América Latina no constituye un mercado consolidado para nuestros artistas. Pero fuimos de todos modos. Por otra parte, cuando traje el arte cubano a China lo hice a conciencia de que acá hay un mercado para el mismo.
Soy el primer coleccionista en Asia en apostar por el arte cubano, porque creo que hay un público presto a degustarlo, además que en lo personal lo disfruto sobremanera, y estoy seguro de ser el coleccionista que más obras plásticas cubanas acumula en Asia. La muestra de 2010 la compré completa, pensando en el futuro, invirtiendo en él, arriesgándome.
No podemos detenernos a pensar si hay crisis financiera o no. Ahí tienes las subastas artísticas en Sotheby’s, que siguen gozando de buena salud a pesar de esta crisis. La pregunta en todo caso sería “quién sobrevivirá en este mercado”. Pues serán los buenos artistas, las buenas obras, cuyas cotizaciones se irán elevando con el tiempo.
Hoy el mercado del arte chino vive un momento de expansión, posibilidad que se vio abortada un siglo atrás por las guerras y la pobreza. Sin embargo, en los pasados 40 años de Reforma y Apertura chinas, este mercado ha surgido con fuerza inusitada, en particular en los pasados 25 años, a la par que se desarrollaba la economía de nuestro país. Hoy el arte no es sólo un alimento espiritual, sino una inversión segura.
En octubre de 2012, Cheng Xindong ocupó su galería de Pekín con la muestra personal del artista visual cubano René Francisco “Work in Progress”. En la ocasión Cheng otorgó mayor espacio expositivo a su huésped y amplió el diapasón artístico de la Isla, trayendo a un músico muy popular, Kelvis Ochoa. Aquí se muestran varias de las obras de René Francisco en la ocasión, a Cheng presentando al músico, y a este último (centro) junto a (de izq. a der.), el autor de la entrevista, el artista Francisco, el cineasta cubano Yasef Ananda y el pintor español Cristóbal Ortega, en la galería de Cheng Xindong en Pekín.
Espacio 798: la Fábrica de Arte chino
El distrito o Espacio Artístico 798 de Pekín, Fábrica de Arte en China, contiene antiguas plantas productoras que quedaron obsoletas y fueron aprovechadas por los artistas al despuntar el siglo XXI, para instalar estudios y galerías. Hoy es la ventana hacia el mundo del arte contemporáneo del país asiático.