Febrero abre sus puertas con la consulta popular sobre el Código de las Familias. Se prevé que cerca de 7 millones de cubanos y cubanas, en cada territorio de la Isla, en cada sector social, provenientes de los más diversos credos y posturas políticas, puedan verter su sentir y su pensar respecto a la referida ley. La lectura de este documento, al menos general, es condición para una participación informada sobre la propuesta, sus contenidos, alcances y desafíos.
En esta serie de trabajos hemos procurado mostrar diversas aristas que permitan, de alguna manera, ordenar temas, contenidos y posiciones, no solo sobre el Código, sino sobre las condiciones que lo circundan.
No es extraño encontrar posturas opuestas a su aprobación, tanto como documento general, como por algunos de los postulados que prevé. Distintas agrupaciones religiosas han sido activas en la manifestación pública de posicionamiento contrario al Código, entrelazando en sus argumentos elementos socioculturales, de tradición y hábito, así como preceptos de fe.
Desde esta última perspectiva, converso con Adiel González Maimó, teólogo y activista, quien aporta perspectivas desde la visión de la fe que, en esa condición, proyecta su apoyo a los postulados generales que la ley, puesta ahora a consulta popular, ampara.
Si bien nuestra Constitución declara el carácter laico del Estado, lo que significa que este funciona de manera independiente de cualquier organización o confesión religiosa, y en el cual las creencias religiosas no influyen sobre la política nacional, algunos preceptos de fe develan contradicciones con puntos importantes del nuevo Código de las Familias. ¿Qué aspectos bíblicos-teológicos debemos tener en cuenta en relación a la inclusión, la diversidad, los derechos y la dignidad que el Código prevé?
En primer lugar, la Biblia (en la cual los cristianos encontramos la Palabra de Dios) pone de relieve al amor como norma suprema a cumplir. En el amar se resume toda la ley divina, todos los mandamientos, porque el amor “no hace nada indebido”, nada que dañe al prójimo o a uno mismo. El amor es la base de todo, porque Dios mismo es Amor. Y es un amor que no puede contenerse, no puede limitarse, no puede encasillarse, porque a Dios no se le puede contener, limitar o encasillar. Este es un primer elemento a tener en cuenta a la hora de valorar este Código, el cual pone a los afectos en el centro de las relaciones familiares.
En segundo lugar, la Biblia enaltece la dignidad del ser humano como criatura de Dios. El ser humano tiene dignidad propia porque, según creemos, somos creados “a imagen y semejanza” divinas. Este es un elemento igualmente clave. Todas las personas nacemos con una dignidad inherente a nuestra humanidad, la cual debe ser reconocida, respetada y enaltecida por las leyes, ante la sociedad toda. Esta dignidad no puede verse afectada por cuestiones como la discriminación. Ninguna persona, por razón de su color de piel, orientación sexual, género, identidad de género, discapacidad, creencia religiosa, etc., es menos digna que otra, o menos merecedora de tener los mismos derechos en todos los ámbitos de la vida. Cuando miramos al Código vemos en él un documento que busca precisamente enaltecer la dignidad plena de todas las personas y tipos de familia, lo cual es muy coherente con el mensaje bíblico.
Al poner el amor y la dignidad como centro de la relación humana ¿existe algún límite, en la comprensión bíblica, de las formas en las que pueden el amor y la dignidad manifestarse?
En la Biblia (que es un libro muy amplio y en el cual confluyen diversas maneras de ver la sociedad y la vida toda) la diversidad está dada por los diferentes contextos en los cuales se fueron escribiendo los libros que la componen. Siempre he defendido que su mensaje central se encuentra en los Evangelios, porque son los que dan testimonio del mensaje y ministerio de Jesús, para los cristianos Dios mismo encarnado. Por lo que Jesús enseña se debe sopesar el resto de las Escrituras. Jesús debe ser el centro de todo nuestro mensaje bíblico, ya que por seguirlo a él es que nos llamamos precisamente “cristianos”.
Pues bien, Jesús dice claramente que su objetivo fue venir a dar “vida en abundancia”, vida plena para toda persona. Y a la plenitud de la vida no puede ponerse límites ni patrones ni esquemas cerrados, porque si así se hiciera no habría tal plenitud, no habría abundancia. Todo lo que dé VIDA, todo lo que libere de la opresión, de la represión, de la angustia, todo lo que dignifique es de Dios. ¡TODO lo que sea coherente con esto es de Dios!
Así mismo, cuando en la Biblia se declara que “TODA persona que ama es nacida de Dios”, no se delimita qué tipo de persona es esa, por ninguna condición humana. El único límite se da en la capacidad de amar que esa persona tenga. Así que mientras más se incentive en la sociedad el amor (a través de leyes como el Código de las Familias, a través de la educación en las escuelas, etc.) creo yo que más estaremos incentivando la presencia divina en nuestro pueblo cubano.
¿Para usted, como persona de fe, en que asuntos considera que le beneficia el referido Código?
Este Código en primer lugar beneficia a toda la sociedad cubana, y a mí, cristiano, como parte de ella. Yo también soy miembro de una familia, la cual está construida sobre la base del amor mutuo, y esta, mi familia, también se ve protegida con los derechos que propone este documento.
Al mismo tiempo, como cristiano y ciudadano cubano, defiendo la aprobación de este Código porque deseo que todas las familias y todas las personas alcancemos los mismos derechos, así como tenemos los mismos deberes. Doy el “sí” por este Código incluso en cumplimiento de la regla que Jesús ordenó: “amar al prójimo como a uno mismo”. Yo me beneficio con este Código, mi familia se beneficia, y deseo que así sea igualmente con el resto de las familias cubanas.