El año 2023 transita su primera semana, y después de la inercia de las celebraciones, la anestesia transitoria por los festejos, los días feriados y las reuniones familiares, los cubanos retoman su cotidianidad con las mismas esperanzas e incertidumbres, dificultades y desafíos con los que despidieron el pasado año.
Luego de un 2022 “muy duro” —según consideraron las propias autoridades de la isla—, de sostenida crisis económica, acentuada escasez, inflación disparada, apagones programados y también imprevistos, estampida migratoria, accidentes, explosiones y un gran huracán, muchas interrogantes gravitan en el día a día de Cuba y su gente.
¿2023 podrá ser un mejor periodo que el angustioso año que se fue? ¿Logrará la economía cubana salir del bache? ¿Despegarán las reformas implementadas o el Gobierno echará mano a nuevas medidas para intentar aliviar las carencias y contrarrestar la emigración? ¿Llegará el “cambio de mentalidad” recomendado por la Letra del Año para desarrollar “nuevas perspectivas socioeconómicas”?
Quedan, por supuesto, muchas otras preguntas y preocupaciones en el tintero. Desde el transporte urbano y las sempiternas colas, hasta el escenario epidemiológico de la isla y el proceso de validación por la OMS de las vacunas cubanas contra la COVID-19; desde las relaciones bilaterales con Estados Unidos y el alivio o reforzamiento de las sanciones de Washington, hasta el Clásico Mundial de Béisbol y los ecos que el conflicto la Guerra en Ucrania deja en la estabilidad global. Todo ello sigue alimentando cuitas y debates a lo largo de la isla. Y, al parecer, lo seguirá haciendo en los próximos meses.
De ese amplísimo arsenal, hemos seleccionado cinco interrogantes para el año que comienza, no con intención de realizar vaticinios a la usanza de augures o clarividentes, sino de llamar la atención sobre los temas que abordan y dar un vistazo al contexto en el que se formulan, en busca de claves para sus posibles respuestas. La definitiva, ya lo sabemos, solo se conocerá con el paso inapelable del tiempo.
1. ¿Hasta dónde subirán los precios?
Más que el valor del PIB u otras estadísticas macroeconómicas, a los cubanos les preocupan, y mucho, los precios que tienen que pagar día tras día por los alimentos, medicinas y otros productos y servicios. No tanto en las bodegas, farmacias y otros establecimientos estatales en pesos cubanos (CUP), sino, sobre todo, “en la calle”, en los mercados en MLC, en los agropecuarios y carretillas de oferta y demanda, en las panaderías y carnicerías particulares, en las cafeterías y restaurantes privados, en el vigoroso e inclemente mercado negro, que se mantiene al alza, se ceba en la escasez y alimenta la corrupción.
Según estimaciones oficiales, de enero a octubre de 2022 el precio promedio de la cesta de bienes y servicios creció casi un 29 % en la isla, mientras que de octubre de 2021 al de 2022 la inflación aumentó alrededor de un 40 %.
En el bolsillo y la mesa de la gente, sin embargo, esos números no alcanzan a delinear la magnitud real del drama. “En la calle” la libra de carne de cerdo superó los 400 CUP, un kilogramo de leche en polvo llegó a los 1 500 CUP y el cartón de 30 huevos los superó. Y ello, para no hablar del precio de un antibiótico o un par de zapatos.
Ante esa impactante realidad, que encoge cada vez más el salario real y abre más la brecha entre “los que pueden” y “los que no pueden” —no olvidar que el salario mínimo en Cuba es de 2 100 CUP y la pensión mínima de 1 528 CUP—, y frente al insuficiente escenario productivo del país y la falta de divisas reconocida por el gobierno, la pregunta que muchos se hacen no es si seguirán subiendo los precios, sino hasta dónde lo harán.
Que la economía pueda mostrar signos de recuperación, la agricultura se sacuda de su letargo, y el CUP no se devalúe más frente al dólar y su variante “plástica”, el MLC, ayudaría a que la escalada de los precios sea menos empinada.
2. ¿Volverán los interminables días de apagones?
En los dos últimos años, los cubanos sufrieron el azote casi constante de los apagones. Las sistemáticas roturas y paradas por mantenimiento de unidades generadoras, la obsolescencia y sobreexplotación de las plantas, la falta de financiamiento para los recambios necesarios, dificultades con el combustible y hasta incendios y accidentes, no dieron tregua al alicaído sistema eléctrico nacional.
En 2022 predominó el déficit en la capacidad de generación. Los persistentes apagones que caracterizaron el verano y más, desembocaron en cacerolazos y protestas populares, luego de exasperantes tandas de más de 10 y 15 horas sin electricidad.
Con esos oscuros recuerdos todavía a flor de piel, y a pesar de los planes y las optimistas declaraciones de las autoridades, es lógico que muchos en la isla se pregunten si la mejoría experimentada en las últimas semanas —en las que la Unión Eléctrica (UNE) no pronosticó déficit de generación o apenas uno mínimo en el horario pico— no será en verdad un espejismo, abrigado por la disminución del consumo en los menos calurosos días invernales. Un castillo de naipes que podría venirse abajo en cuanto comience a arreciar el calor y se mantengan las averías en las mayores termoeléctricas.
De momento, ya el ministro cubano de Energía y Minas, Vicente de la O, alertó recién sobre posibles apagones debido a “mantenimientos grandes” en plantas generadoras en los primeros cuatro meses del año, como parte de una estrategia de cara al próximo verano, que incluye también la entrada de nuevas capacidades de generación.
Aunque De la O aseguró que las afectaciones no serán “nada comparado” con las de meses atrás, muchos cruzan los dedos para que, mientras se realizan esos mantenimientos, no se rompa ninguna otra planta —sobre todo una grande, como la Antonio Guiteras— y las previsiones oficiales no se vayan por el caño. Y para que, ciertamente, Cuba pueda tener un año más iluminado.
3. ¿Podrá despegar el turismo en Cuba en 2023?
En 2019, antes de que se declarara la pandemia del coronavirus, Cuba recibió poco menos de 4,3 millones de turistas. En los dos años previos, la cifra rondó los 4,7 millones (2018) y 4,6 millones (2017). Sin embargo, el SARS-CoV-2 puso al mundo de cabeza y causó una notable contracción en el sector turístico, que cerró casi por completo el grifo a una de las más importantes fuentes de divisas de la isla. En 2021 apenas llegaron unos 356 mil visitantes internacionales y se recaudaron 416 millones de dólares por ingresos asociados, muy lejos de los más de 2600 millones de 2019.
El pasado año, con la mejoría de la situación sanitaria en el país y la navaja en el cuello por la crisis económica, las autoridades cubanas apostaron por una reactivación de la actividad turística que sirviera para aliviar las menguadas arcas estatales.
Pero a diferencia de lo ocurrido en otros destinos de la región, como México y República Dominicana, los arribos quedaron por debajo de lo esperado y ya en octubre el gobierno rebajó la previsión inicial de turistas de 2,5 millones hasta los 1,7 millones, en tanto aún no ha sido informada la cifra definitiva de visitantes e ingresos recaudados.
En Cuba, los ingresos por el turismo siguen siendo vitales tanto para la economía estatal como para el emergente sector privado. En los años de mayor boom turístico, en los alrededores del “deshielo” con EE.UU. durante el gobierno de Barack Obama, se multiplicaron las casas de renta, los restaurantes particulares y otros negocios y figuras asociadas a esta actividad; actividades que no han podido recuperarse aún.
En plena crisis el gobierno insistió en una política de inversión en capacidad hotelera que mantiene a muchos desconcertados y le ha ganado críticas de la poblacion, pues las cifras de visitantes post COVID-19 crecen muy lentamente. Las autoridades proyectan 3,5 millones de turistas en Cuba en 2023, mientras no pocos cubanos hacen votos para que la realidad pueda al menos acercarse a esa audaz previsión.
4. ¿Más frenos o más libertades para el sector privado?
Aunque la legislación cubana los ampara y el discurso de funcionarios lo presenta como parte irreversible del modelo económico cubano, el sector privado sigue siendo objeto de estigmas y ojerizas, de trabas y señales contradictorias. Desde el renacimiento del “cuentapropismo” en 2010 hasta la demorada aprobación de las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) y otros actores no estatales, este sector ha transitado por una montaña rusa de aperturas y frenos, de impulsos y restricciones, que han atentado contra su mayor aporte y progreso.
Lo más reciente ha sido la eliminación de incentivos fiscales para las nuevas mipymes a partir de 2023, lo que, en opinión de expertos, “constituye una barrera para la creación de nuevas empresas de este tipo” y “genera incertidumbre para las que están creadas y funcionando”.
La medida, de acuerdo con el Dr. Juan Triana, columnista de OnCuba sobre temas de economía, impactará negativamente en la dinámica del empleo y en los futuros nuevos ingresos fiscales, al tiempo que es incoherente con la necesidad de incrementar la oferta en el país, y “daña el ambiente de negocios y la confianza de los nuevos actores”.
La pregunta que muchos se hacen es si esta dinámica contradictoria tendrá otros sombríos ecos este año, y cortará la inspiración a quienes apuestan por fomentar sus propios negocios y aportar con ellos a la economía familiar y del país, o si, por el contrario, se abrirán nuevas puertas y oportunidades al sector privado, no solo para fomentar su productividad y “encadenamientos” con otros actores de la isla, sino también para facilitar más sus importaciones, exportaciones y posibilidades de asociación con capital extranjero.
5. ¿Se detendrá el tsunami migratorio?
Más que una oleada, Cuba atraviesa un tsunami migratorio desde 2021. Los números hablan por sí solos. Las autoridades fronterizas de EE.UU. registraron la llegada de más de 220 mil cubanos a ese país entre octubre de ese año y septiembre de 2022. Y otros miles lo han hecho en los últimos meses.
Mientras tanto, la Guardia Costera interceptó a 6182 balseros de la isla el anterior año fiscal, y en lo que va de este, desde octubre pasado, ya son más de cuatro mil. A ellos habría que sumar los que salieron hacia otros destinos, los que siguen en ruta y los que tristemente perdieron la vida en la travesía.
Prácticamente no hay familia o barrio cubano que no haya visto partir a uno o varios de los suyos, que no sufra el dolor de estas ausencias y el temor por los que están ahora mismo en camino. La estampida ha sido azuzada por el desmejorado escenario económico, social y político en Cuba; la falta de esperanzas en que la recuperación llegará en un tiempo tolerable. A la sazón, los privilegios con que han contado tradicionalmente los migrantes cubanos para quedarse en EE.UU., facilita la decisión migratoria.
Para Cuba el éxodo tiene un alto costo y no hay que esperar para verlo. Con cada uno de sus hijos se ha ido un fragmento de país: talento joven, personas calificadas y emprendedoras, científicos, artistas y deportistas, trabajadores entrenados en los más diversos oficios, padres, madres, hijos, hijas que faltarán en sus hogares. Todo esto mientras se tensa aún más el panorama demográfico y se acentúa el envejecimiento poblacional en el país.
Habrá que ver, entonces, si en los próximos doce meses pudiera frenarse de alguna forma esta tendencia.
Si la economía de la isla consigue sacudirse sus lastres y mejorar el día a día de los cubanos. Si las sanciones externas y las trabas internas dan un respiro a la desesperante cotidianidad de la nación. Si la reapertura de la actividad consular de EE.UU. en La Habana y la vuelta de los diálogos migratorios entre los dos gobiernos abre nuevas perspectivas para una migración ordenada y segura. Si las sistemáticas devoluciones de balseros y la nueva política anunciada ayer por la Administración Biden para los migrantes irregulares cubanos logra frenar la sangría. Habrá que ver.