Estamos acostumbrados
a ciclones y huracanes.
Pero no a tantos desmanes,
a tantos desaguisados.
Cierto, estamos preparados.
Pero la naturaleza
está enfadada y regresa
con tanta furia que duele
y nos fustiga, nos muele
con toda su fortaleza.
El huracán Irma trajo
más furia que otros ciclones,
agua en grandes proporciones,
vientos a tajo y destajo.
Edificios boca abajo.
Palmas en la extrema unción.
Ahora nuestras calles son
cementerios vegetales.
Portales y soportales
parecen ser de cartón.
Duele ver los reportajes.
Duele ver la destrucción.
En cada televisión
calamitosos paisajes.
Los cables y los ramajes
hablando con las cabillas,
las cabillas con las sillas,
las sillas con los colchones,
los colchones con balcones
cabizbajos, en cuclillas.
El mar dejó de ser mar.
El mar entró tierra adentro.
Vio una casa y fue a su encuentro,
tuvo sed y entró en un bar.
Tritón se puso a bailar
en las calles habaneras.
Poseidón en las aceras
practicaba chachachá,
viendo cómo Yemayá
sacudía las caderas.
El mar. La mar. El salitre.
La mar. El mar. El oleaje.
El mar. La mar. Abordaje
pirata, garras de buitre.
El mar. La mar. Quien arbitre
entre la tierra y el mar
tendrá derecho a un altar..
El mar. La mar. Zafarrancho.
La mar. El mar. Doble ancho
de espumas. El mar. La mar.
Sagua la Grande, pequeña.
Destrozada, Caibarién.
Júcaro, roto también
(literalmente, hecha leña).
Morón a todos enseña
su rostro des-moronado.
Y las calles de El Vedado
convertidas en Venecia.
Ciudad enferma de amnesia:
¿y esto qué fue, qué ha pasado?
Toda la isla nerviosa
frente a Irma, la Terrible.
Luchando hasta lo imposible
contra Irma, la Espantosa.
Todo la isla ojerosa
frente a Irma, la Dantesca.
Toda la isla grotesca
frente a Irma, la Infernal.
Toda la isla envuelta en sal
frente a Irma, la Canallesca.
Los dientes largos del viento
muerden puertas y ventanas.
Los gritos de las persianas
roen, cortan el aliento.
Las tejas y el pavimento
se abrazan, gimen, conversan.
Los árboles tergiversan
lo que dicen los balcones.
Vidrios con insinuaciones
mortales que se refuerzan.
Cruces en los ventanales
(preventivas y agoreras).
Llanto de las escaleras,
gritos de los barandales.
Tejas, tablas y cristales
improvisando improperios.
Aquelarre de misterios
entre cascotes y gajos.
Y sueltos, hociquibajos,
perros tristes, gatos serios.
Y diez muertos. Diez adioses.
Diez víctimas. Diez. Diez. Diez.
La parca cargó esta vez.
La parca engañó a los dioses.
Pasó a oscuras, dando voces,
diez veces pasó y cargó.
Un balcón se desplomó.
Una pobre anciana ahogada.
Un alma electrocutada.
Y así hasta diez. Nos diezmó.
Después de Irma solo queda
lodo, cascotes y ramas,
lodo, cascotes y dramas,
y un dolor que nos enreda
las palabras y se hospeda
en los más hondo del alma.
Nadie puede estar en calma.
Nadie puede estar tranquilo.
La risa pende de un hilo
en donde crece la palma.
Dicen que Martí flotaba
en el mar, lleno de lodo.
Y que un niño dejó todo
aquello que haciendo estaba
y con mano firme, brava,
rescató el busto martiano.
Dicen que el niño cubano
durmió al lado de Martí.
Y que por la noche (síiiiii)
Martí le daba la mano.
Y un viejo solo. Sentado
en un banco. De perfil.
Con gesto cuasi infantil,
y el rostro serio, oxidado.
El banco recién ahogado,
con resuello de metal.
Y el agua. Imagen brutal.
Y el agua. Imagen borrosa.
Y el agua. El agua. Esa cosa
que ahora no tiene final.
Qué pensará, tan callado.
Qué mirará en la distancia.
¿Evoca días de infancia
y aguaceros del pasado?
Qué pensará, así, sentado
con los pies dentro del mar.
No mira. No quiere hablar.
No ve la cámara. Piensa.
¿Por qué esta paz tan inmensa
le resulta familiar?
Los pies hasta los tobillos
hundidos en agua triste.
Y el mar haciendo un mal chiste
de piratas y chiquillos.
El mar lanzando estribillos
con su voz de agua estancada.
Y el viejo que no hace nada.
Nada. Nada. Solo piensa.
Piensa y piensa. En una inmensa
performance de voz callada.
La fotógrafa lo ve
y aprieta el obturador.
Hoy Cuba es ese señor
hundido en su propio qué.
Irma ya no está, se fue.
Solo ha quedado su firma.
Su autógrafo que confirma
la autoría de los daños.
Y un dolor envuelto en años
sentado en un banco, Irma.
Un dolor descalzo y seco.
Un dolor sobrio en un banco.
Un dolor en negro y blanco.
Un dolor con voz y eco.
Y ahora vendrá un “plan tareco”
de proporciones bestiales.
Cantidades industriales
de basuras y de escombros.
Cuba echándose a los hombros
piedras, penas, bienes, males.
Este señor representa
muchas cosas y ninguna.
Es infortunio y fortuna
después de la gran tormenta.
Es luz, pero macilenta.
Es sombra, pero vital.
Es principio y es final.
Es óbito y sobrevida.
Es Cuba hondamente herida,
pero viva en lo esencial.
Duele Cuba. Duele tanto
que toda esa inundación
que rodea el malecón
ya no sé si es mar o llanto.
El agua pierde su encanto.
Pierde su música el viento.
Todo ha sido tan violento.
Todo ha sido tan salvaje.
De pronto, nuestro paisaje
tiene aspecto truculento.
Duele Cuba. Duele ver
desolación y tristeza
cuando la naturaleza
muestra todo su poder.
Duele Cuba. Duele ser
parte del paisaje roto.
Nos duele en lo más remoto.
Nos duele en lo más sensato.
Cada email, cada relato,
cada cuento, cada foto.
Irma se fue. Preparados
estábamos pero vino
con manías de asesino
serial, con gestos malvados,
con colmillos afilados,
con una intención nefanda.
Y ahora qué. La zurribanda
dejó un dolor infinito
y un solo unánime grito:
¡Cuba, levántate y anda!
Changó llamó a Yemayá
y Yemayá llamó a Ochún,
Ochun habló con Ogún
y Ogún con Otatalá.
Dicen que el sabio Elegguá
es el que todo comanda.
Y que en extraña parranda
todos los orishas van
coreando: ¡fuera, huracán,
Cuba, levántate y anda!
Y ahora que el tiempo demanda
fuerzas que se necesitan
hasta los ateos gritan:
¡Cuba, levántate y anda!
Un estribillo que ablanda
las penas, todos están
cantando: ¡Fuera, huracán,
Cuba levántate y anda!
Un estribillo que manda
a unir voluntad y esfuerzo
repitiendo el mismo verso
¡Cuba, levántate y anda!
Un coro y una parranda
de San Antonio a Maisí.
Do-re-mi-fa-sol-la-sí:
¡Cuba, levántate y anda!
Pese a la gran zurribanda,
se armó la rumba, se armó,
con ritmo de guaguancó:
¡Cuba, levántate y anda!
Irma con su propaganda
de muerte no nos mató:
canta como canto yo:
¡Cuba, levántate y anda!
Debajo de una baranda
y después de un dominó,
canta como canto yo:
¡Cuba, levántate y anda!
La destrucción nos demanda
seguir duro, trabajando,
pero lo hacemos cantando
¡Cuba, levántate y anda!
¡Cuba, levántate y anda!
Que Martí se levantó.
¡Cuba, levántate y anda!
Que el trabajo comenzó.
¡Cuba, levántate y anda!
Que ya el huracán pasó.
¡Cuba, levántate y anda!
¡Cuba, levántate y anda!
¡Cuba, levántate y anda!
Y Cuba… ¡se levantó!