Durante el Festival de Cine Pobre, los gibareños suelen contar historias de su ciudad a quienes vistan la Villa Blanca. Por estos días un periodista del diario del Festival ha publicado un texto que tituló El náufrago y yo he querido compartir un extracto de este artículo con ustedes.
“Dicen que Paul Müller estaba loco. O al menos así parece haber terminado sus días: retraído en un manicomio de Alemania, el país del que siempre quiso escapar. En 1928, el vendedor de baratijas decidió dejar Berlín y lanzarse al mar en busca de fortuna. Con 800 marcos compró un bote al que denominó Aga, e izó su única vela en las costas de España. Müller estaba solo. Luego de casi tres meses de navegación a la deriva recaló en Gibara, y cuando preguntó en su idioma a dónde había llegado, estaba allí para responderle Manuel da Silva, el único hombre que hablaba alemán en la Villa Blanca. Los lugareños acogieron al alemán por los cinco días que permaneció en Cuba, para después volver a perderlo de vista entre las aguas de la bahía”.
Se desconoce cómo Müller llegó a esas costas. Pero su aparición se convirtió en una leyenda. Tal parece que por alguna razón, inexplicable, la gente llega siempre a Gibara.