En la última semana el interés de las autoridades sanitarias cubanas se han enfocado en el dengue. A pesar de que en muchos países la séptima ola de la COVID-19 cobra fuerza, en Cuba el número de casos se mantiene estable y llevamos semanas sin fallecidos. La situación del dengue, sin embargo, es diametralmente opuesta, así lo reconoció el pasado 28 de junio el ministro de salud pública, Dr. José Ángel Portal Miranda, en su habitual reunión del grupo temporal de trabajo con el presidente, donde informó sobre “un incremento en la focalidad y en el número de sospechosos, lo que habla de un incremento de la trasmisión”, con seis provincias por encima de la media del país.
Posteriormente, el 5 de julio, la directora nacional de Vigilancia y Lucha Antivectorial del Minsap, Dra. Madelaine Rivera Sánchez, afirmó en conferencia de prensa que en estos momentos cuatro provincias, ocho municipios y 13 áreas de salud tienen declarada transmisión de dengue. Las provincias afectadas son Holguín, Las Tunas, Camagüey y La Habana, en especial los municipios Playa y Cotorro. Lo anterior se relaciona con el crecimiento en el número de focos de mosquitos Aedes aegypti, que en lo que va de 2022 es del 21,7 % en relación a igual período del año anterior y es el mayor de los últimos 15 años. Los focos se localizan fundamentalmente en las provincias de La Habana, Holguín, Santiago de Cuba y Camagüey, algunas de las más pobladas del país. Así mismo, la funcionaria afirmó que 17 municipios aportan el 60,8 % de la focalidad en la Isla y que el 83 % está concentrado en las viviendas, sobre todo en los depósitos de almacenamiento de agua en los hogares.
El dengue es causado por el virus del mismo nombre, que pertenece a la familia Flaviviridae y tiene cuatro serotipos estrechamente emparentados. La infección por uno de estos serotipos otorga inmunidad de por vida. Sin embargo, las infecciones secundarias —causadas por alguno de los otros tres— aumentan considerablemente el riesgo de padecer las formas graves de la enfermedad.
La mayoría de los casos son asintomáticos o presentan síntomas leves, que aparecen de 4 a 10 días después de la picadura de un mosquito infectado y duran, generalmente, entre 2 y 7 días. En un ambiente epidemiológico propicio como el actual, se debe sospechar que una persona tiene dengue cuando presenta fiebre elevada, acompañada de dos de los siguientes síntomas: dolor de cabeza intenso, dolor detrás de los globos oculares, dolores musculares y articulares, náuseas, vómitos, agrandamiento de ganglios linfáticos, rash o sarpullido…
Algunas personas evolucionan hacia un dengue grave, lo que anteriormente se conocía como “dengue hemorrágico”. Esta forma de la enfermedad fue identificada por primera vez en los años cincuenta del siglo pasado durante una epidemia que tuvo lugar en Filipinas y Tailandia. El paciente entra en esta fase por lo general de 3 a 7 días después de iniciarse la enfermedad, pudiendo presentar un deterioro repentino de los síntomas. Es en este momento cuando aparecen los signos de alerta, entre los que se encuentran: dolor abdominal intenso, vómitos, respiración acelerada, hemorragias en las encías o la nariz, cansancio, agitación, agrandamiento del hígado (hepatomegalia), diarreas persistentes… Ante la aparición de tales signos es esencial acudir a un centro de salud para una vigilancia estrecha y una atención médica adecuada, que debe continuar durante la etapa de convalecencia.
El virus del dengue se transmite por la picadura de mosquitos hembra infectadas, principalmente del Aedes aegypti. Cuando el insecto pica a una persona infectada, el virus se replica en el intestino del vector antes de diseminarse hacia tejidos secundarios, como las glándulas salivales. El tiempo que transcurre entre la ingestión del virus y la transmisión depende de diversos factores como la temperatura ambiente, su amento favorece la trasmisión, de ahí que los picos epidémicos ocurran en los meses de verano. Una vez que se ha vuelto infeccioso, el mosquito puede transmitir la enfermedad durante toda su vida; los periodos en que se intensifican sus picaduras son el principio de la mañana y el atardecer, antes de que oscurezca.
El mosquito Aedes aegypti puede reproducirse en recipientes naturales, pero se ha adaptado bien a los hábitats urbanos y en la actualidad se reproduce principalmente en recipientes artificiales. Lo anterior, convierte al dengue en una enfermedad insidiosa en los centros urbanos densamente poblados, como se ha visto en el caso de Cuba.
Aún no existe un tratamiento específico para esta enfermedad. Es por eso que la detección precoz y el acceso a una atención médica adecuada es fundamental, ya que reduce las tasas de letalidad del dengue grave a menos del 1 %. En cuanto a la prevención, la primera vacuna contra el dengue —CYD-TDV, desarrollada por Sanofi Pasteur— se aprobó en diciembre de 2015 y su comercialización ha sido autorizada en unos 20 países. Un estudio realizado con posterioridad reveló un aumento del riesgo de padecer dengue grave y ser hospitalizado en aquellas personas que no habían padecido nunca la enfermedad en el momento de ser vacunados. A partir de esos hallazgos, la vacuna va dirigida a personas de entre 9 a 45 años, residentes en zonas endémicas, que hayan tenido al menos un episodio de infección previa. En la actualidad, se están evaluando otros candidatos vacunales contra esta enfermedad.
La incidencia del dengue en el mundo ha aumentado enormemente en las últimas décadas, y se estima que alrededor de la mitad de la población mundial corre el riesgo de contraer esta enfermedad y que hay entre 100 y 400 millones de infecciones cada año, más del 80 % de las cuales son leves y asintomáticas. En el caso de Cuba, si bien no existen estadísticas oficiales en relación al número de casos y de fallecidos —esta patología no se encuentra entre las 35 primeras causas de muertes— es obvio que resulta una causa importante de ausencia laboral e ingresos hospitalarios. De ahí, la preocupación por parte de las autoridades sanitarias que se enfocan en la prevención y control de la trasmisión y el completamiento de la plantilla de control de vectores, con lo que se planea reforzar el tratamiento focal, la destrucción de depósitos y criaderos. Paralelamente, en las viviendas donde se reporte algún caso febril o un positivo a dengue se planea realizar acciones diferenciadas, como la fumigación.
Sin embargo, el control de la trasmisión no escapa a la actual situación de crisis que enfrenta el país y la fumigación no se hará, al menos por el momento, de manera intensiva como está previsto en el protocolo habitual, según la funcionaria del MINSAP citada, quien dijo además que “no se puede hablar de una epidemia” de dengue en Cuba. La situación, como afirman los funcionarios de salud es compleja y lo seguirá siendo en los próximos meses, las condiciones necesarias para la transmisión de la enfermedad están todas presentes en este momento y no parece que vayan a variar.