En el pizarrón, el “no” que acompaña la casilla del arroz es apenas visible. Es una discreción inmerecida. Debería estar en un primer plano, como la mala noticia que es para la gran mayoría de la gente que tiene en el cereal su base de operaciones culinarias.
“Pienso comprar un saquito para el lunes”, anuncia el dependiente de este pequeño agromercado en uno de los barrios del sur de La Habana. La promesa es un intento por “compensar” la frustración de los clientes.
“¿A cómo lo vas a tirar?”, interpela un usuario que indaga, desesperado, por el producto. Es domingo, raya el mediodía, y busca qué almorzar en casa, donde lo esperan sus padres ancianos “y un sobrino de 17 años que come como un salvaje“. Hasta ahora lleva “una manito de burro” y un paquete de salchichas de 600 pesos.
“A 280 ó 300”, responde el dependiente. “Por eso voy a comprar un saco nada más. Me venden la libra a 250, más o menos. Si no, la cuenta no da, mi socio”, se disculpa y se escuda en el “pobre” margen de utilidades que obtendría. Menos de 20 % por cada libra.

Matemática bodeguera
Un margen de 20 % por libra podría ser todo un botín en otras circunstancias; pero, dada la volatilidad reinante, es poca cosa. Apenas unos 14 centavos de dólar a la tasa de cambio informal. Unos 3 mil pesos de ganancia por el saco (flete aparte), lo que equivale a unos 9 USD o un cartón de huevos de 30 unidades.
En la formación del IPC —Índice de Precio del Consumidor— en Cuba actúan eslabones que tal vez sean exóticos para los clásicos.
Del lado de la oferta habría que tomar en cuenta el origen del producto, que en muchos casos suele ser opaco o francamente negro.
En el caso del arroz, podría provenir de un almacén del Estado o un cosechador en Pinar del Río o en Granma, dos de los principales arrozales en la isla.
Hay primas de riesgo para el origen del primero, lo que abarata el saco para el comprador. Trasegar desde la ilegalidad obliga a sus tenedores a buscar ventas apuradas y, por tanto, a menor precio.
En abril de 2023 el importe para la venta estatal del cereal se estableció para todo el país en 72 pesos la libra. Hoy es de 160 pesos, más del doble, en tanto en el mercado informal trepó de 120 pesos la libra a los 300 de febrero de 2025. En apenas dos años, el grano da zancadas, mientras los salarios —algunos— apenas crecen con pasos cortos.
En el primer semestre de 2024, el salario medio en empresas estatales alcanzó aproximadamente 4 856 pesos, lo que representa un incremento de 15.1 % respecto al año anterior, contra una inflación del mercado estatal cercana a 25 %, según reporte oficial.

Circuito mipimero
A solo unos metros de la tarima funciona en paralelo una bodega privada. Está abierta, pero no hay nadie comprando. El paquete de arroz mexicano de un kilogramo se vende a 820 pesos. Es la única opción, pero está fuera del alcance del bolsillo para la mayoría de los consumidores.
“Sí, está mosqueado, pero si la cosa aprieta, de seguro alguien se lo lleva”, aventura el vendedor, mientras hace pendular un pomo plástico con agua que sirve de espantamoscas.
En la totalidad de las mipymes visitadas por OnCuba, cinco en total, y desplegadas en una geografía intermunicipal, los paquetes importados —de México o Colombia— de un kilo de arroz fluctuaban en torno a los 800 pesos.
“No lo busques más barato, vas a perder el tiempo”, advirtió a un cliente el empleado de uno de los abarrotes de la frontera entre los municipios de Plaza y Centro Habana.
En 2023 el salario promedio en Cuba fue de 4,648 pesos mensuales, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). Así, un kilo del cereal, tradicionalmente pieza clave del puzzle —siempre elemental— de la dieta básica cubana, representa un 17 % de la mensualidad promedio.
La inflación interanual en el comercio estatal sigue por las nubes, pero ha ido desescalando de forma progresiva. Al cierre de 2024, el indicador se situó en 24.88 %, lo que representa una desaceleración respecto al 31.3 % registrado al final de 2023.

¿Austericidio?
La causa real de tal descenso no es una mejora de la economía, sino una brutal contracción del gasto público —un austericidio en el argot económico— que funciona como una bomba de achique para el enorme déficit fiscal, una de las bestias negras de la economía de la isla. Se calcula que aún hoy captura entre 10 % y 12 % del PIB.
De acuerdo con Cubadebate, en 2024 confluyeron los recortes del gasto público —que ascendieron a 32 mil millones de pesos— con un “sobrecumplimiento” en los ingresos, por encima de los 25 mil millones de pesos, a través de la fiscalidad y, sobre todo, de las multas al sector privado.
En solo ocho semanas del verano de 2024, las multas se acercaron a los 350 millones de pesos, según datos entregados por el Gobierno.
Para el ministro de Finanzas y Precios, Vladimir Regueiro, en diciembre había noticias alentadoras. “La estructura del déficit se está trasladando hacia los gastos de capital (inversiones), lo cual, como es lógico, tienen ingresos futuros”.
La perspectiva oficial para 2025 contiene proyecciones de inflación que varían entre 20 % y 30 %, lo que la ubica todavía en la franja de una inflación galopante.

Ferias
El domingo pasado, a un par de cuadras de una mipyme, se realizó una feria agropecuaria.
Organizadas por la Delegación Provincial de la Agricultura de La Habana, estos mercados itinerantes venden a precios menos prohibitivos que los privados —tal vez entre 10 % y 30 %—, pero hay quejas ciudadanas de que no siempre es así.
Hubo reportes de que en el parque John Lennon, del Vedado, el arroz criollo de baja calidad se vendió a 240 pesos la libra, con la coyunda que debía adquirirse como parte de un combo con un paquete de frijoles, lo que elevaba el costo total a 1400 pesos.
Sin embargo, el mismo día, en la feria de la avenida General Lee, en la barriada de Santos Suárez, el precio del arroz hacía gala de justicia: 160 pesos la libra, cinco veces menos que en el circuito mipimero de importaciones.
Solo había un inconveniente: eran cuatro sacos y 5 libras per cápita para una multitud expectante que sobrepasaba el centenar.
Luego de varios altercados, rifirrafes y protestas, la policía tuvo que intervenir para imponer orden en la cola. “Se fueron como agua”, dijo refiriéndose a los sacos una cliente enojada mostrando su jaba vacía.

Atrasos
Al igual que otros productos básicos, los atrasos en la entrega normada de arroz amontonan meses.
Este mes, febrero de 2025, se distribuyen 2 libras —de un total de 5— correspondientes a diciembre de 2024, aunque hay provincias donde las deudas del cereal se remontan más atrás.
En abril de 2024, en la Mesa Redonda, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, precisó que mensualmente la demanda de arroz supera las 34 mil toneladas para distribuir 7 libras per cápita (5 normadas y 2 liberadas).
Por su parte, el presidente Díaz-Canel, en el mismo programa, dijo que el país debe asegurar, cada mes, más de 230 millones de dólares destinados a la compra de alimentos para la población. Dados los atrasos, es evidente que la suma no está disponible.

Caída del cereal y nuevo contrato social
En paralelo, el país enfrenta una decadencia en la producción arrocera. En 1985 Cuba produjo 524 mil toneladas del grano. Para 2023, la cifra descendió a 27 mil toneladas: apenas el 5,32 % de la producción de hace cuatro décadas.
Dificultades para acceder a fertilizantes, la ausencia o la obsolescencia de la maquinaria, recursos hidráulicos limitados y el déficit de combustible, entre otros males, han formado una tormenta perfecta para arruinar la economía arrocera dentro de un modelo centralizado que intenta ahora estimular la cosecha de arroz en pequeñas parcelas bajo asesoría vietnamita.
Según estadísticas oficiales, en los últimos seis años la producción de arroz en Cuba ha disminuido 90 %, lo que ha obligado a convenir importaciones desde Vietnam, Brasil y Uruguay.
El arroz es el cereal más importante del Sur global: es el alimento básico para más de la mitad de la población del planeta. Cuba figura entre las naciones con alto consumo del grano, con casi 70 kg anuales per cápita.
Entretanto, la llamada canasta básica, que por décadas fue un mecanismo redistributivo que aportaba coherencia al contrato social, es otra de las obligaciones del Estado que ya le resulta insoportable.
La transición hacia un modelo donde el mercado y la maximización rentista tendrían la última palabra parece imponerse, de la mano de la dolarización (ya no un compañero de viaje), en la misma medida en que el Estado ha ido cancelando, dada su falta de liquidez y reajuste de prioridades, antiguas lealtades asistencialistas que en su momento le granjearon consenso social.
En diciembre pasado, el primer ministro Manuel Marrero anunció ante el parlamento que la libreta de abastecimiento, creada en 1962, tenía los días contados y que se subsidiarían personas y no productos, en un proceso irreversible.
“Esto impacta en el presupuesto, estamos buscando los mecanismos y lo iremos implementando poco a poco, producto a producto, pero es un camino que no tiene marcha atrás”, aseguró Marrero, pero llegado 2025 el Gobierno reculó y dio garantías de que seguiría vigente, al menos este año.
La crisis de productividad y la descapitalización imperante en los campos de Cuba, donde las inversiones han ido muy a la zaga de las captadas por el sector hotelero e inmobiliario, no parece encontrar un punto de retorno.
Para el doctor en Ciencias Económicas Pedro Monreal, “la ruina agropecuaria es el componente más alarmante de la crisis estructural de Cuba, el fracaso más sonado de la política económica gubernamental, un factor crucial del empobrecimiento masivo y fermento de malestar político”.
Cuba entrega tierras por tres años a empresa vietnamita para producción de arroz
La pista vietnamita
“Este arroz es vietnamita”, responde la bodeguera de mala gana a la pregunta de un usuario que, feliz, ha venido a buscar su recortada cuota decembrina. “Dos libritas y te vas en coche”, dice la empleada, entre el sarcasmo y la condescendencia.
Muchos cubanos tienen esperanzas de que las tierras entregadas a empresarios de Vietnam, tradicionalmente un donante del cereal a la isla, permitan abrir una brecha de buenos rendimientos en el cultivo y que el modelo de gestión alcance otros puntos de la isla.
La experiencia es inédita en la Cuba socialista. El acuerdo inicial incluye la asignación por tres años de 308 hectáreas a una empresa vietnamita en la provincia de Pinar del Río, con planes de expandirse hasta 5 mil hectáreas.
Los indochinos, que se han convertido en uno de los campeones de la exportación arrocera a nivel mundial, con más de 4 mil millones de dólares en 2023, se encargarán de gestionar todos los procesos, contratar mano de obra cubana y proporcionar recursos como fertilizantes y herbicidas.
“Realmente hay que darle más aplicabilidad al tema de la seguridad alimentaria, pero me pregunto por qué se han entregado tierras por tres años a una empresa vietnamita… y a un nacional no le puedes dar esas mismas condiciones; porque el nacional también puede buscar los recursos frescos con un familiar o con entidades en el exterior”, cuestionó el Doctor en Ciencias Económica Omar Everleny.
“Lo que digo es que hay que darle el mismo tratamiento al capital nacional que al extranjero si vas a hacer una política coherente que es lo que necesita este país y apenas queda tiempo”, demandó el experto.

300 millones de dólares y el plato nacional convertido en una excepción gastronómica
Una reciente visita del vicepresidente Salvador Valdés Mesa a Pinar del Río chequeó el programa arrocero local y destapó cifras alarmantes.
El Estado cubano gasta anualmente más de 300 millones de dólares en la importación de arroz destinado a la canasta familiar normada, a todas luces fragmentada e insuficiente, bajo la presión de una demanda nacional que supera las 600 mil toneladas.
De acuerdo con Valdés Mesa, el pasado año el país compró en los mercados internacionales 407 mil toneladas del grano, lo que se comporta como una sangría financiera.
“En los alimentos que nosotros importamos, la mayor cifra es de arroz, es en lo que más gastamos todos los meses. No hay ningún otro que lo supere, ni el trigo, ni la grasa y ese volumen de dólares que se va lo necesitamos para comprar insumos y combustibles”, desglosó el político de casi 80 años que no ahorra exhortaciones en sus peregrinajes por los planes agrícolas de la isla.
“El mayor estímulo para sembrar arroz es que en Cuba se come arroz”, dijo, ponderando el cereal como el acompañante fiel de muchos alimentos en la dieta nacional, en la que el socorrido arroz con frijoles fue una cotidianeidad que la crisis nos devuelve como una excepción.
La mira del Gobierno está en garantizar que 80 % del arroz que se consuma en el país sea endógeno. Por lo pronto, parece una quimera. Sine die.
Disminuye la producción de arroz en Cuba. !!!! Aumenta la justificación, los barrigones dirigiendo y la delincuencia con indisciplina social y los sabotajes por Matanzas, Cayeria de Ciego y Camagüey y !!! Nadie ve nada !!!?
Parece que a los periodista de este programa no conocen la palabra bloqueo y sanciones impuesto por el imperio facista internacional a la usla cariben̈a
Con la cantidad de personas q Emigraron ,las muerte por Covid, los q salen a cumplir misión ,dónde está es arroz ,pero no es eso solo cuando hablamos del usd a destinar a la compra de Alimentos .
Pregunto dónde se mete el USD q se recauda por q Cuba no tiene ningún renglón bueno ,salud por el piso ,educación ni mencionar,plantas electricas ya no existen el Combustible se perdió,transporte desapareció ,estos son algunos ejemplos . Díganme dónde está el USD q se recoge en Cuba ,en q se utiliza .